La "justicia" fue el tema de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles celebrada en la Plaza de San Pedro
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Se trata de una virtud, dijo, "que hace
evidente que no puede haber un verdadero bien para mí si no existe también el
bien de todos". Justo es quien cultiva el sueño de la fraternidad
universal, "un sueño especialmente necesario hoy"
Después de la virtud de la prudencia,
tema de la audiencia general del pasado 20 de marzo, y de la paciencia,
del miércoles pasado, es a la justicia, la segunda virtud cardinal,
a la que el Papa dedicó su catequesis de hoy.
"Es la virtud social por
excelencia – dijo – sin justicia no hay paz", si bien en su reflexión
precisó que la justicia "es una virtud que actúa tanto en los grandes como
en los pequeños", describiendo algunas características cotidianas del
hombre justo, como el candor, la atención a los demás, el interés por el bien
común y la honestidad; haciendo hincapié en la necesidad de promover la
legalidad como antídoto contra la corrupción.
Sin justicia
no hay paz
La justicia "es la virtud del
derecho, que trata de regular con equidad las relaciones entre las
personas", explicó Francisco, pero que necesita ir acompañada de otras
actitudes como la benevolencia, el respeto y la gratitud. Y subrayó su relación
con la paz:
Todos comprendemos que la justicia
es fundamental para la coexistencia pacífica en la sociedad: un mundo sin leyes
que respeten los derechos sería un mundo en el que es imposible vivir, se
parecería a una jungla.
“Sin justicia
no hay paz. De hecho, si no se respeta la justicia, se generan conflictos. Sin
justicia, se consagra la ley del fuerte sobre el débil”
No hay
verdadero bien si no es un bien para todos
Pasando de las cuestiones tratadas
en las "salas de justicia" a la vida cotidiana, el Santo Padre afirmó
que la justicia construye relaciones con el prójimo basadas en la sinceridad,
como recomienda el Evangelio cuando dice que el hablar de los discípulos de
Jesús debe ser claro: "sí, sí, no, no". El justo, observó, "es
recto, sencillo y directo, no lleva máscaras, se presenta tal como es. Respeta
las leyes y a menudo se acuerda de dar las gracias reconociendo lo que él mismo
ha recibido. "Si amamos, es también porque hemos sido amados
primero", afirmó el Papa:
El hombre justo no sólo vela por su
bienestar individual, sino que quiere el bien de toda la sociedad. Por eso, no
cede a la tentación de pensar sólo en sí mismo y de ocuparse de sus propios
asuntos, por legítimos que sean, como si fueran lo único que existe en el
mundo. La virtud de la justicia deja claro – y
pone la exigencia en el corazón – que no puede haber un
verdadero bien para mí si no existe también el bien de todos.
La legalidad
es el camino de la justicia
El justo – prosiguió explicando el
Papa Francisco – si se equivoca, sabe pedir perdón e incluso llega a sacrificar
uno de sus bienes personales para ponerlo a disposición de los demás. Rechaza
la calumnia, el fraude, la usura, "cumple su palabra", "reconoce
el salario justo a los trabajadores", no busca recomendaciones y promueve
la legalidad.
Esta, en efecto, es el camino hacia
la justicia, el antídoto contra la corrupción: ¡qué importante es educar a las
personas, especialmente a los jóvenes, en la cultura de la legalidad! Es la
manera de prevenir el cáncer de la corrupción y de erradicar la delincuencia,
removiendo el suelo bajo sus pies.
Los justos:
soñadores de la fraternidad universal
El Papa concluyó su reflexión
citando la frase de la Escritura: "Quien busca la justicia y el amor
encontrará la vida y la gloria" para decir que los justos "no son
perdedores" frente a quienes se creen "astutos y ladinos"; al
contrario, los justos atraen la bondad hacia sí mismos y hacia su entorno:
Los justos no
son moralistas que visten la toga del censor, sino personas rectas que
"tienen hambre y sed de justicia", soñadores que abrigan en su
corazón el deseo de la fraternidad universal. Y de este sueño, especialmente
hoy, todos tenemos una gran necesidad.
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
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