En la Iglesia es muy común la práctica de bendecir objetos, personas y animales, pero además de los sacerdotes, ¿cualquiera puede bendecirlos? Vamos a aclararlo
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Quizás llevas la medalla que fue bendecida el
día de tu bautismo, tal vez también tengas un rosario o un decenario que fue
bendecido durante una peregrinación o incluso has hecho bendecir tu coche o tu
casa. Pero ¿qué significa eso realmente?
La palabra “bendecir” viene
del latín bene dicere, o sea, “decir bien”. Así que podría decirse que,
durante los primeros días de Su creación, cuando “Dios vio que era bueno”, Dios
habló bien de Su creación, es decir, la bendijo.
En el Antiguo Testamento, Dios bendice a
Abraham por intermediación de Melquisedec (Gn 14,19-20)
y, en el libro de Números (Nm 6,24-26)
Dios confía a Aarón la bendición de los levitas, que judíos y cristianos han
conservado. Así, Isaac da su bendición paternal (Gn 27,27).
En los Evangelios, Jesús pronuncia una bendición antes de las comidas, según la
tradición judía (Mt 14,19; 26,26; Lc 9,16).
Las bendiciones son sacramentales
Dios no quitó esta bendición al ser humano, aun
después del pecado original. Jesucristo, a través de Su muerte y resurrección,
destruyó la maldición que el hombre y la mujer se habían causado en el Huerto
del Edén por su falta.
Pero ahora, el Espíritu Santo actúa en nosotros
para hacernos cada vez más santos y lo hace a través de los sacramentos.
También los hace a través de los sacramentales,
es decir, “los signos sagrados instituidos por la Iglesia cuyo fin es preparar
a los hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las
diversas circunstancias de la vida” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 1677).
Las bendiciones son parte de estos
sacramentales. Concretamente, la bendición es un recordatorio de las
bondades de Dios: por eso siempre incluye “la alabanza de Dios por sus
obras y sus dones, y la intercesión de la Iglesia para que los hombres puedan
hacer uso de los dones de Dios según el espíritu de los Evangelios”.
¿Qué se puede bendecir?
La Iglesia puede bendecir a personas (familias,
enfermos, misioneros, catequistas, asociaciones, peregrinos…), animales,
lugares (lugares de trabajo, campos, locales de asociaciones, seminarios…) y
objetos (instrumentos de trabajo, vehículos, instalaciones técnicas, objetos de
piedad…).
Pero cuidado, un lugar u objeto bendecido no
debe ser objeto de superstición: la Iglesia nos recuerda que la finalidad de
estas bendiciones es la santificación de las personas que se servirán de ellas.
Por lo tanto, uno no puede bendecir un objeto
que tiene la intención de desobedecer los mandamientos de Dios (por ejemplo, un
arma de fuego o su munición).
¿Quién puede bendecir?
La bendición es parte del sacerdocio común de
los bautizados: es decir, en ausencia de sacerdote, ciertas bendiciones (que no
conciernen ni a la diócesis, ni a la parroquia, ni a la comunidad, ni a los
objetos) pueden ser pronunciadas por los laicos. Sin embargo, cuando un
sacerdote está presente, él debe presidir la ceremonia.
En este caso, solo el sacerdote está autorizado
a hacer una señal de la cruz sobre objetos o personas, a poner sus manos sobre
ellos y a extender sus manos durante la oración. Si es un laico quien preside,
mantiene las manos unidas durante la ceremonia.
¿Con quién?
Puesto que la bendición es un acto litúrgico,
es preferible que tenga lugar en un ambiente comunitario: en algunos casos,
incluso es un requisito. La Iglesia recomienda que se lleve a cabo en presencia
de, al menos, un fiel.
¿Cuál es la estructura?
Una bendición, tradicionalmente, comienza con
una lectura de la Palabra de Dios. Continúa con una oración de alabanza y una
petición de intercesión.
Cada bendición tiene un rito largo y un rito
corto, que pueden ser usados de acuerdo a la solemnidad que se desee dar a la
ceremonia.
Isabelle
Cousturié
Fuente: Aleteia