III Domingo de
Cuaresma (Ciclo B) Juan 2, 13-25. El Evangelio del tercer domingo de Cuaresma tiene como tema el templo.
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Charlton Heston como Moisés en 'Los Diez Mandamientos' (1956) de Cecil B. DeMille. Dominio público |
Jesús purifica el
antiguo templo, expulsando del mismo, con un látigo de cuerdas, a vendedores y mercaderías;
entonces se presenta a sí mismo como el nuevo templo de Dios que los hombres destruirán,
pero que Dios hará resurgir en tres días.
Pero esta vez desearía detenerme en la primera lectura (Éxodo 20, 1-17), porque
contiene un texto importante: el
decálogo, los diez mandamientos de Dios. El hombre moderno no comprende los
mandamientos; los toma por prohibiciones arbitrarias de Dios, por límites
puestos a su libertad. Pero los mandamientos de Dios son una manifestación de su amor y
de su solicitud paterna por el hombre. Cuida de practicar lo que te hará feliz" (Dt
6, 3; 30, 15 y ss.): éste, y no otro, es el objetivo de los mandamientos.
En algunos pasos peligrosos del sendero que lleva a la cumbre del Sinaí, donde los
diez mandamientos fueron dados por Dios, para evitar que algún distraído o
inexperto se salga del camino y se precipite al vacío, se han colocado señales de peligro, barandillas o se
han creado barreras. El objetivo de los mandamientos no es diferente a eso.
Los mandamientos se pueden comparar también a los diques o a una
presa. Se sabe lo que ocurrió en los años cincuenta cuando el Po reventó
los diques en Polesine, o lo que sucedió en 1963 cuando cayó la presa de
Vajont y pueblos enteros quedaron sumergidos por la avalancha de agua y
barro. Nosotros mismos vemos qué pasa en la sociedad cuando se pisotean
sistemáticamente ciertos mandamientos, como el de no matar o no robar...
Jesús resumió todos los mandamientos, es más, toda la Biblia, en un único
mandamiento, el del amor a
Dios y al prójimo. "De estos dos mandamientos penden toda la Ley y los
Profetas" (Mt 22, 40). Tenía razón San Agustín al decir: "Ama y haz lo que quieras". Porque si uno ama de verdad,
todo lo que haga será para bien. Incluso si reprocha y corrige, será por amor,
por el bien de otro.
Pero los diez mandamientos hay que observarlos en conjunto; no se pueden observar cinco y
violar los otros cinco, o incluso uno solo de ellos.
Ciertos hombres de la mafia honran escrupulosamente a su padre y a
su madre; pero se permitirían "desear la mujer del prójimo", y si un
hijo suyo blasfema le reprochan ásperamente, pero no matar, no mentir, no codiciar
los bienes ajenos, son tema aparte.
Deberíamos examinar nuestra vida para ver si también nosotros
hacemos algo parecido, esto es, si observamos escrupulosamente algunos mandamientos y
transgredimos alegremente otros, aunque no sean los mismos de los mafiosos.
Desearía llamar la atención en particular sobre uno de los mandamientos que, en
algunos ambientes, se transgrede con mayor frecuencia: "No tomarás el nombre de Dios en
vano". "En vano" significa sin respeto, o peor, con desprecio, con ira, en resumen, blasfemando.
En ciertas regiones hay gente que usa la blasfemia como una
especie de intercalación en sus conversaciones, sin tener en absoluto en cuenta
los sentimientos de quienes escuchan. Además muchos jóvenes, especialmente si
están en compañía, blasfeman repetidamente con la evidente convicción de
impresionar así a las chicas presentes. Pero un chaval que no tiene más que
este medio para causar impresión en las chicas quiere decir que está realmente
mal.
Se emplea mucha diligencia para convencer a un ser querido de que
deje de fumar, diciendo que el tabaco perjudica la salud; ¿por qué no hacer lo
mismo para convencerle de
que deje de blasfemar?
Raniero Cantalamessa
Fuente: ReL