En este tiempo cuaresmal, volvemos a proponer algunas palabras de los Pontífices sobre la realidad del demonio, "el tentador por excelencia" que "ha invadido la tierra con el odio"
Jesús tentado por el diablo |
Un enemigo, con el que no se puede dialogar, al
que hay que combatir con las "armas espirituales" de la fe. Un
pérfido "encantador" que "no puede obstaculizar la construcción
del reino de Dios"
Cuaresma es tiempo de conversión,
de penitencia, y de reconciliación. Un tiempo para acoger la vida nueva que
brota de la Pascua. Un tiempo propicio para emprender caminos de fe, incluso
atravesando desiertos cargados de vacío e incertidumbre, rechazando las
tentaciones y los engaños del maligno. Los Pontífices han hablado repetidamente
de la realidad del demonio, "pecador desde el principio" y
"padre de la mentira".
Benedicto XVI:
Jesús se deja tentar y sigue siendo el Hijo de Dios
En el Evangelio de Marcos leemos
que "el Espíritu llevó a Jesús al desierto y en el desierto permaneció
cuarenta días, tentado por Satanás". El Papa Benedicto XVI recuerda esta
página en el Ángelus del 1 de marzo de 2009.
"Incluso en la situación de extrema pobreza y humildad, cuando es tentado
por Satanás", Jesús "sigue siendo el Hijo de Dios, el Mesías, el
Señor".
En Tierra Santa, al oeste del río
Jordán y del oasis de Jericó, se extiende el desierto de Judá, que a través de
valles pedregosos, salvando un desnivel de unos mil metros, se eleva hasta
Jerusalén. Después de recibir el bautismo de manos de Juan, Jesús se adentró en
aquella soledad guiado por el mismo Espíritu Santo, que había venido sobre Él,
consagrándole y revelándole como Hijo de Dios. En el desierto, lugar de la
prueba, como muestra la experiencia del pueblo de Israel, aparece con vivo
dramatismo la realidad de la kénosis, del vaciamiento de Cristo, que se despojó
de la forma de Dios (cf. Flp 2, 6-7). Él, que no ha pecado ni puede pecar, se
somete a la prueba y, por tanto, puede compadecerse de nuestra flaqueza (cf. Hb
4, 15). Se deja tentar por Satanás, el adversario, que desde el principio se ha
opuesto al plan salvífico de Dios para la humanidad.
Pío XII: El
maligno ha invadido la Tierra
Las acciones de Satanás corrompen
al hombre, siembran el odio y la guerra". El Papa Pío XII, en un periodo
histórico aún desgarrado por las heridas de la Segunda Guerra Mundial,
pronunció estas palabras en su radiomensaje de 1953 dirigido a la Acción
Católica italiana y señaló el amor auténtico como el verdadero antídoto contra
el "enemigo de Dios".
El demonio ha invadido la tierra
con el odio: reavivan, prepotentemente, el amor. Muchos siguen siendo malos,
porque hasta ahora no han sido suficientemente amados. Vivifiquen todo lo que
caerá bajo la influencia de sus rayos. Sean es decir, como María y con María,
instrumentos de vida en las almas, que hoy mueren de frío y de hambre, pero que
podrían volver a la casa del Padre, si se conmovieran con sus palabras,
llevadas por su ejemplo.
Pablo VI: El
diablo es un pérfido encantador
El diablo es "el enemigo
número uno, es el tentador por excelencia". En la audiencia general del 15 de
noviembre de 1972, el Papa Pablo VI recordó que una de las
mayores necesidades de la Iglesia "es la defensa contra ese mal que
llamamos demonio". A través de múltiples grietas, incluidas las
"seducciones ideológicas", este perturbador, astuto y oculto
encantador "puede penetrar fácilmente y alterar la mentalidad
humana".
Sabemos así que ese ser oscuro e
inquietante existe realmente, y que con prodigiosa astucia sigue actuando; es
el enemigo oculto que siembra errores y desgracias en la historia de la
humanidad. (...) Este sería un capítulo muy importante de la doctrina católica
sobre el demonio y la influencia que puede ejercer sobre individuos,
comunidades, sociedades enteras o acontecimientos, que es necesario volver a
estudiar, mientras que hoy en día no se le da importancia.
Juan XXIII: Al
demonio se lo combate con la fe
En la lucha contra el demonio hay
que utilizar "armas espirituales". Así lo subrayó el Papa Juan XXIII,
en una coyuntura histórica minada por la guerra fría, en su radiomensaje de
1961 dirigido al mundo entero "por la concordia de los pueblos y la
tranquilidad de la familia humana".
Para seguir a San Pablo en sus
amonestaciones – que se refieren a la actitud contra esos espíritus malignos
dispersos en el aire – es interesante la descripción que nos deja de todo buen
combatiente, puesto a punto contra su adversario. "In omnibus perfecti
stare: ciñan sus caderas con la verdad; lleven sobre su pecho la coraza
de la justicia; calcen sus pies para que sean veloces a las conquistas del
Evangelio de la paz, Evangelium pacis. Empuñen el escudo de la fe, con el que
extinguirán los dardos de fuego del maligno; tomen el yelmo de la fortaleza y
la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios". Toda una figuración de
armas espirituales, a través de las cuales, amados Hermanos Nuestros e hijos,
disciernen indicaciones de lo que puede ser, de lo que debe ser el asidero del
buen cristiano en todo tiempo y circunstancia, y ante cualquier acontecimiento.
Guerra espiritual que proviene del Maligno y de inclinaciones naturales
indisciplinadas; pero siempre guerra: y siempre llama nefanda que todo lo puede
penetrar y arrollar.
Francisco: El
maligno siembra la división
Durante su pontificado, el Papa
Francisco recuerda repetidamente que con el diablo "nunca se
dialoga". "Jesús – subrayó el Pontífice en la audiencia general del 27 de
diciembre del 2023 – nunca dialogó con el
diablo, lo expulsó. Cuando fue tentado en el desierto, no respondió con el
diálogo, simplemente respondió con las palabras de la Sagrada Escritura, con la
Palabra de Dios. La única respuesta posible es la Palabra de Dios. En su homilía,
durante la misa presidida el 11 de octubre del
2022 con ocasión del 60º aniversario del inicio del
Concilio Ecuménico Vaticano II, Francisco subrayó que "el Buen Pastor ve y
quiere a su rebaño unido".
El Concilio nos recuerda que la
Iglesia, a imagen de la Trinidad, es comunión. El diablo, en cambio, quiere
sembrar la cizaña de la división. No sucumbamos a sus halagos, no cedamos a la
tentación de la polarización. ¡Cuántas veces, después del Concilio, los
cristianos se han desvivido por elegir un bando en la Iglesia, sin darse cuenta
de que están desgarrando el corazón de su Madre! Cuántas veces han preferido
ser "partidarios de los suyos" antes que servidores de todos,
progresistas y conservadores antes que hermanos, "de derechas" o
"de izquierdas" antes que de Jesús; erigiéndose en "guardianes
de la verdad" o en "solistas de la novedad", antes que
reconocerse hijos humildes y agradecidos de la Santa Madre Iglesia. El Señor no
nos quiere así. Todos somos hijos de Dios, todos somos hermanos en la Iglesia,
todos somos Iglesia, todos. Somos sus ovejas, su rebaño, y lo somos sólo
juntos, unidos.
Juan Pablo II:
El diablo no puede obstaculizar el reino de Dios
Aunque poderoso y astuto, el
demonio no es más que una criatura “subordinada a la voluntad y al dominio de
Dios”. Juan Pablo II, en su audiencia general del 20 de agosto
de 1986, subrayó que "la historia de la humanidad puede
considerarse en función de la salvación total, en la que se inscribe la
victoria de Cristo".
Si Satanás obra en el mundo por su
odio contra Dios y su reino, esto está permitido por la Providencia divina, que
con poder y bondad ("fortiter et suaviter") dirige la historia del
hombre y del mundo. Aunque la acción de Satanás causa ciertamente mucho daño –
de naturaleza espiritual e indirectamente también de naturaleza física –
a los individuos y a la sociedad, no puede sin embargo anular el fin
último al que tienden el hombre y la creación entera, el Bien.
En la victoria
de Cristo sobre el diablo, concluye el Papa Wojtyla, "participa la
Iglesia". Y aunque la historia terrena siga desfigurada por los engaños
del demonio, todo creyente está llamado a "luchar por el triunfo
definitivo del Bien".
Amedeo Lomonaco – Ciudad del
Vaticano
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