Conoce la historia y vida dentro de la mayor casa de formación sacerdotal que hay en México y en el mundo; pero, sobre todo, conoce cómo apoyar las vocaciones
Majo Frías | Aleteia. Dominio público |
Se
fundó con ocho estudiantes y actualmente son más de mil 100 seminaristas en las
distintas etapas de formación, por lo que se considera el Seminario más grande
del mundo según información del Dicasterio para el Clero citada por el padre
Juan Carlos Lupercio, Vicerrector del Seminario.
Su
historia es rica en datos curiosos. Es uno de los más antiguos de América y fue
la única institución educativa del país -a nivel secundaria y preparatoria-
cuando el Rey Carlos ordenó la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767; por
ello, por sus pasillos se puede rastrear el paso de dos expresidentes de la
nación, gobernadores del estado y personalidades reconocidas como Valentín
Gómez Farías, Ignacio L. Vallarta o Mariano Otero.
Según
lo expresa su página de Internet, ha dado como fruto a más de 100 obispos, 5 de
ellos cardenales, y su mayor orgullo son los 15 estudiantes santos mártires.
Aleteia
visitó el Seminario y conversó con el Vicerrector y dos seminaristas para
conocer más sobre la mayor casa de formación sacerdotal de México y el mundo.
El reto de solventar las
necesidades pastorales
El
padre Juan Carlos Lupercio, vicerrector, señala para Aleteia que durante los
327 años de historia de este seminario se han preocupado por ofrecer una
formación integral a sus seminaristas, en sus diferentes dimensiones, para que,
el día de mañana, el corazón de la diócesis tenga «buenos y santos sacerdotes».
A
pesar del gran número de vocaciones que tiene, solventar las necesidades
pastorales de la diócesis es todo un reto. En la diócesis, cada día crece el
número de habitantes, se forman nuevas comunidades y se necesitan más
parroquias. El padre Lupercio cuenta que el gran reto es «poder llegar a las
comunidades y poder poner un ministro que sea puente de la gracia, que tenga
comunión con Dios a través de la administración de los sacramentos».
La
disminución de nuevas vocaciones que se vive a nivel global también ha afectado
al Seminario de Guadalajara. Desde hace
aproximadamente dos décadas las cifras de ingresos comenzaron a disminuir. El
vicerrector comenta que las vocaciones llegan desde la familia, por ello es
preocupante que las familias no consideren la opción de la vida consagrada al
servicio de los demás a través del sacerdocio; además, es vital que las nuevas
familias continúen abiertas a la vida.
La presencia de Dios en medio de
la sociedad
El
sacerdote es vital para las comunidades. El padre Juan Carlos comenta que el
sacerdote no solo es un administrador de sacramentos sino que “su vivencia
sacerdotal ya es un testimonio de la presencia de Dios en medio de la sociedad.
A través de su vida, su ejemplo, su predicación, está anunciando la Buena Nueva
que es Cristo Camino, Verdad y Vida”, y añade:
«La presencia de Cristo en
la vida de las personas tiene que suscitar una conversión, un encuentro vivo
con Cristo. Entonces, la presencia del sacerdote es dirigir las almas -en la
administración de los sacramentos, sin duda- pero también formar conciencia».
La vida dentro de la mayor casa
de formación sacerdotal
César Gómez, de primero de Teología, pertenece a una
generación que comenzó con 164 jóvenes; de los cuales, solo 40 continúan en
formación.
Comenzó su vida de servicio a la Iglesia como
monaguillo en su parroquia. En la cercanía con los sacerdotes fue conociendo
sobre el seminario. Ingresó a los 12 años y después de un tiempo decidió salir;
pero la inquietud continuó y más tarde decidió ingresar de nuevo. Desde
entonces, su vida ha estado llena de vivencias que nunca hubiera
imaginado.
Él está convencido de que Dios no se ha cansado de
llamar, y reflexiona: «Estoy convencido de que Dios sigue llamando al
sacerdocio; pero también estoy convencido que hay una necesidad -en el
mundo en general- de que nos demos cuenta de que Dios está llamando y que
tenemos que dar una respuesta».
Cesar, a pesar de todo lo que nunca imaginó que
viviría en el seminario, afirma: «He sido muy feliz con mi vocación».
Rodrigo Romero, que estudia el tercer año de
filosofía, nunca se preguntó si su vocación podría ser el sacerdocio -ni siquiera
sabía lo que era un seminario- hasta la Universidad. El llamado comenzó en su
grupo de jóvenes, donde comenzó a conocer a profundidad su fe cristiana.
El testimonio de su párroco, su jovialidad y alegría,
su vida de oración y congruencia lo impactaron. Desarrolló una amistad tan
profunda que se imaginó a Jesús con sus apóstoles.
Finalmente, respondió al llamado que intentó acallar
muchas veces. Concluyó la carrera, terminó su noviazgo y siguió a Cristo.
«Cuando uno comienza a tener acercamiento con la Palabra de Dios, el Señor
grita fuerte».
He descubierto a la Iglesia como una madre que me acoge, que me quiere».
4 formas de apoyar a las vocaciones
Los
dos primeros domingos de marzo son «el día del seminario» en la arquidiócesis,
pues se realiza su campaña de oración y donaciones. Lo que se quiere, señala el
padre Lupercio, es que se intensifiquen las oraciones por las vocaciones.
«Las semillas del Verbo
están esparcidas. ¡Que Dios dé la fortaleza a los jóvenes que se sienten
llamados para decir sí al llamado hacia la vida consagrada!»
Sin
embargo, señala también que mucho ayudan los fieles con su apoyo
económico. «Los bienhechores son parte fundamental del
sostenimiento del Seminario; sin ellos no podríamos existir».
César
señala una tercera necesidad de participación: «El estar presente en la vida de
la formación es importante. La ayuda está en la oración, pero también en la
presencia».
Por
último, Jonathan invita a acompañar al sacerdote. «La crisis sacerdotal actual
tiene que ver mucho con el tema de la soledad (…) el sacerdote no solamente es
líder en la comunidad, es parte de la comunidad y requiere que la comunidad se
acerque, que lo cuiden, que lo procuren».
César
concluye asegurando:
«Sé que hay alguien que
está pidiendo por mí, sé que hay alguien que -a pesar de mis batallas,
situaciones, problemas, etcétera- me respalda con la oración. Y que tiene
también la esperanza de que llegue al sacerdocio».
Majo
Frias
Fuente: Aleteia