CONOCE EL SEMINARIO MÁS GRANDE DE MÉXICO… Y EL MUNDO

Conoce la historia y vida dentro de la mayor casa de formación sacerdotal que hay en México y en el mundo; pero, sobre todo, conoce cómo apoyar las vocaciones

Majo Frías | Aleteia. Dominio público
Hace más de 300 años, un 9 de septiembre de 1696, el señor obispo fray Felipe Galindo y Chávez fundó el Seminario Diocesano de Guadalajara después de que en el Concilio de Trento se hablara de la importancia de instituir seminarios.

Se fundó con ocho estudiantes y actualmente son más de mil 100 seminaristas en las distintas etapas de formación, por lo que se considera el Seminario más grande del mundo según información del Dicasterio para el Clero citada por el padre Juan Carlos Lupercio, Vicerrector del Seminario.

Su historia es rica en datos curiosos. Es uno de los más antiguos de América y fue la única institución educativa del país -a nivel secundaria y preparatoria- cuando el Rey Carlos ordenó la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767; por ello, por sus pasillos se puede rastrear el paso de dos expresidentes de la nación, gobernadores del estado y personalidades reconocidas como Valentín Gómez Farías, Ignacio L. Vallarta o Mariano Otero.

Según lo expresa su página de Internet, ha dado como fruto a más de 100 obispos, 5 de ellos cardenales, y su mayor orgullo son los 15 estudiantes santos mártires.

Aleteia visitó el Seminario y conversó con el Vicerrector y dos seminaristas para conocer más sobre la mayor casa de formación sacerdotal de México y el mundo.

El reto de solventar las necesidades pastorales

El padre Juan Carlos Lupercio, vicerrector, señala para Aleteia que durante los 327 años de historia de este seminario se han preocupado por ofrecer una formación integral a sus seminaristas, en sus diferentes dimensiones, para que, el día de mañana, el corazón de la diócesis tenga «buenos y santos sacerdotes».

A pesar del gran número de vocaciones que tiene, solventar las necesidades pastorales de la diócesis es todo un reto. En la diócesis, cada día crece el número de habitantes, se forman nuevas comunidades y se necesitan más parroquias. El padre Lupercio cuenta que el gran reto es «poder llegar a las comunidades y poder poner un ministro que sea puente de la gracia, que tenga comunión con Dios a través de la administración de los sacramentos».

La disminución de nuevas vocaciones que se vive a nivel global también ha afectado al Seminario de Guadalajara. Desde hace aproximadamente dos décadas las cifras de ingresos comenzaron a disminuir. El vicerrector comenta que las vocaciones llegan desde la familia, por ello es preocupante que las familias no consideren la opción de la vida consagrada al servicio de los demás a través del sacerdocio; además, es vital que las nuevas familias continúen abiertas a la vida.

La presencia de Dios en medio de la sociedad

El sacerdote es vital para las comunidades. El padre Juan Carlos comenta que el sacerdote no solo es un administrador de sacramentos sino que “su vivencia sacerdotal ya es un testimonio de la presencia de Dios en medio de la sociedad. A través de su vida, su ejemplo, su predicación, está anunciando la Buena Nueva que es Cristo Camino, Verdad y Vida”, y añade:

«La presencia de Cristo en la vida de las personas tiene que suscitar una conversión, un encuentro vivo con Cristo. Entonces, la presencia del sacerdote es dirigir las almas -en la administración de los sacramentos, sin duda- pero también formar conciencia».

La vida dentro de la mayor casa de formación sacerdotal

César Gómez, de primero de Teología, pertenece a una generación que comenzó con 164 jóvenes; de los cuales, solo 40 continúan en formación. 

Comenzó su vida de servicio a la Iglesia como monaguillo en su parroquia. En la cercanía con los sacerdotes fue conociendo sobre el seminario. Ingresó a los 12 años y después de un tiempo decidió salir; pero la inquietud continuó y más tarde decidió ingresar de nuevo. Desde entonces, su vida ha estado llena de vivencias que nunca hubiera imaginado. 

Él está convencido de que Dios no se ha cansado de llamar, y reflexiona: «Estoy convencido de que Dios sigue llamando al sacerdocio; pero también estoy convencido que hay una necesidad  -en el mundo en general- de que nos demos cuenta de que Dios está llamando y que tenemos que dar una respuesta».

Cesar, a pesar de todo lo que nunca imaginó que viviría en el seminario, afirma: «He sido muy feliz con mi vocación».

Rodrigo Romero, que estudia el tercer año de filosofía, nunca se preguntó si su vocación podría ser el sacerdocio -ni siquiera sabía lo que era un seminario- hasta la Universidad. El llamado comenzó en su grupo de jóvenes, donde comenzó a conocer a profundidad su fe cristiana.

El testimonio de su párroco, su jovialidad y alegría, su vida de oración y congruencia lo impactaron. Desarrolló una amistad tan profunda que se imaginó a Jesús con sus apóstoles. 

Finalmente, respondió al llamado que intentó acallar muchas veces. Concluyó la carrera, terminó su noviazgo y siguió a Cristo. «Cuando uno comienza a tener acercamiento con la Palabra de Dios, el Señor grita fuerte».

He descubierto a la Iglesia como una madre que me acoge, que me quiere».

4 formas de apoyar a las vocaciones

Los dos primeros domingos de marzo son «el día del seminario» en la arquidiócesis, pues se realiza su campaña de oración y donaciones. Lo que se quiere, señala el padre Lupercio, es que se intensifiquen las oraciones por las vocaciones.

«Las semillas del Verbo están esparcidas. ¡Que Dios dé la fortaleza a los jóvenes que se sienten llamados para decir sí al llamado hacia la vida consagrada!»

Sin embargo, señala también que mucho ayudan los fieles con su apoyo económico. «Los bienhechores son parte fundamental del sostenimiento del Seminario; sin ellos no podríamos existir».

César señala una tercera necesidad de participación: «El estar presente en la vida de la formación es importante. La ayuda está en la oración, pero también en la presencia».

Por último, Jonathan invita a acompañar al sacerdote. «La crisis sacerdotal actual tiene que ver mucho con el tema de la soledad (…) el sacerdote no solamente es líder en la comunidad, es parte de la comunidad y requiere que la comunidad se acerque, que lo cuiden, que lo procuren».

César concluye asegurando:

«Sé que hay alguien que está pidiendo por mí, sé que hay alguien que -a pesar de mis batallas, situaciones, problemas, etcétera- me respalda con la oración. Y que tiene también la esperanza de que  llegue al sacerdocio».

Majo Frias 

Fuente: Aleteia