La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada compartió la historia de José Si Esono, un catequista de Guinea Ecuatorial, martirizado por los líderes de su pueblo y cuyo proceso de beatificación está en camino de abrirse.
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Mons. Miguel Ángel Nguema, Obispos de Ebibeyín. Crédito: ACN. Dominio público |
En 1968 la nación se independizó de España y seguidamente cayó
bajo un régimen comunista que tomó el poder durante más de once años. Durante
este tiempo la Iglesia Católica fue duramente perseguida: el culto público fue
prohibido y los templos se convirtieron en almacenes de cacao y café.
Mons. Miguel Ángel Nguema, Obispo de Ebibeyín entrevistado por
ACN, recuerda que a lo largo de aquellos años, cada domingo, su madre y su
abuela lo llevaban a “trabajar” en una finca. En realidad, los niños no
trabajaban sino que celebraban la Liturgia de la Palabra en un bosque cercano a
la finca, y recibían la comunión espiritual gracias a un catequista.
El obispo resalta la importancia de estos catequistas en la
historia de Guinea Ecuatorial, especialmente durante los primeros años de evangelización
en el país. Uno de esos casos es el de José Si Esono, nacido en el pueblo de
Ebansok y martirizado en la década de 1930.
Esono era un joven de la antigua Guinea Española que jamás había
escuchado de Cristo. Trabajaba vendiendo café, hasta que un día un misionero
claretiano se le acercó y le enseñó a rezar el Rosario.
“José notó que, después de rezar esa oración con el sacerdote,
todo lo que había ido a hacer a la ciudad no había resultado tan difícil como
solía ser habitualmente”, cuenta Mons. Nguema a la fundación.
La experiencia había impactado tanto al joven vendedor de café
que decidió que iba a enseñar a todos en su pueblo cómo rezar a la Santísima
Virgen. Así lo hizo, y la siguiente ocasión en que se encontró con el misionero
le pidió que fuera a su pueblo para explicarles a todos quién era esa María a
la que rezaban.
De esta manera los claretianos llegaron hasta Ebansok, el pueblo
de Esono. “¡Ni siquiera había carreteras!”, señala el Obispo de Ebibeyín.
Además, resalta que el viaje, de 125 kilómetros, era peligroso por las
tensiones entre algunas etnias locales. “Para llegar allí había que atravesar
territorios con poblaciones enfrentadas”, añade ACN.
“Este catequista logró que todo su pueblo abrazara el
evangelio”, afirma Mons. Nguema, y remarca también que —gracias a la
intermediación de Esono— su pueblo aceptó pacíficamente a los misioneros
claretianos.
El trabajo evangelizador del joven crecía rápidamente. Sin
embargo, un día José recordó que un buen católico no puede “rezar a amuletos y
luego rezar a Jesús”, por lo que mandó a la gente a traer todos sus amuletos
para quemarlos. Esto, expresa el obispo, enfureció al jefe del poblado, quien
se negaba a que el catequista “exterminara las creencias de sus ancestros”.
Seguidamente, Esono fue acusado de brujería y fue quemado
vivo.
“Queremos abrir un proceso de beatificación para José Si Esono”,
expresó Mons. Nguema, y concluyó: “Se trata de un hombre ejemplar de mucha fe
que logró que la evangelización penetrara en esos lugares”.
La importancia de los catequistas en la
Guinea Ecuatorial de hoy
El obispo manifestó que los catequistas son los líderes de las
comunidades cristianas en cada pueblo del país. “Sin ellos no habría fe”,
puntualizó.
Además, afirmó que en la Diócesis de Ebibeyín hay sólo 46
sacerdotes y más de 347 capillas, lo que hace aún más urgente la labor de los
laicos en el apostolado. Aproximadamente 380 catequistas se han formado durante
nueve meses para llevar a cabo su tarea evangelizadora, además de recibir apoyo
constante de parte de la Iglesia Católica.
“En Guinea, se valora enormemente la labor del
catequista. Realizan esta tarea a tiempo completo como voluntarios: para ellos,
es importante dedicar una gran parte de su vida a Dios”, concluyó Mons. Nguema.
Por Andrés Henríquez
Fuente: ACI