Crónica de un concierto apasionante: miles de almas desatadas por una «locura» llamada fe. Todos los asistentes al concierto de este 6 de enero salieron con la convicción de haber presenciado un momento bendecido.
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| Concierto de Hakuna Group Music. Dominio público |
Es
la fiesta de la Epifanía del Señor -la manifestación al mundo de Dios, ¡qué
oportuno! ¿no?- y así dará comienzo un día para la historia, en el que un grupo
de católicos con espíritu, ¡con mucho espíritu!, lograron llenar uno de los recintos más importantes del país.
Sebastián
acaba de cumplir 13 años y es un adolescente normal, como el resto de los
chicos de su clase, de los que les gusta jugar al fútbol y al Minecraft. Hoy
está feliz porque va escuchar
en directo Capricho, el nuevo disco que ha
sacado Hakuna.
Durante
más de dos horas y media podrá dejar las distracciones virtuales y experimentar
la fuerza de unas letras que, gracias a Dios, son muy reales. Escuchar, cantar, gritar...,
con miles de católicos como él, que merece la pena vivir, que hay esperanza
y que "se puede ser joven y profundamente fiel a Jesucristo" (San
Juan Pablo II).
"Va a entrar el Rey del capricho"
Es
principios del mes de enero y un frío invernal se hace notar en la capital. La
noche se ha echado ya sobre la plaza de Felipe II, en el barrio de Salamanca de
Madrid, cuando un puñado de familias va de un lado para otro cargando balones nuevos,
cochecitos recién estrenados y patinetes que son eléctricos.
El antiguo Palacio de los Deportes luce como en sus mejores noches, casi,
casi, diría yo, como en la del partido de ayer entre el Real Madrid y el Efes,
¡cuatro prórrogas para enmarcar! Aunque, esto, sin duda, me digo... lo
va a superar.
Puestos de bebidas, patatas y golosinas… jóvenes con sudadera, parejas que
llevan en cada mano a dos o tres hijos... sacerdotes, monjas, gente en silla de
ruedas, mujeres mayores y hasta una recién nacida. Un verdadero pueblo -como es
la Iglesia- dispuesto a escuchar a un grupo que está revolucionando el
panorama de la música católica en España.
Legan las nueve de la noche, las luces se apagan y un grito ensordecedor
inunda el recinto. Una voz reclama la presencia del Espíritu Santo, mientras
una chica "entusiasmada" -"éndon" (dentro) y
"Teós" (Dios), eso es, muy bien, que lleva dentro a Dios- levanta
un cartel bastante casero en el que se puede leer: "El amor vence
siempre".
"En medio de tantos regalos hay uno que sigue siendo el Rey... Hubo un
Rey que se ha encaprichado de nosotros, abrid los ojos que ya está,
atentos que va a entrar el Rey del capricho...", dice un joven de
Hakuna, mientras se inicia la cuenta atrás en la pantalla. Cinco, cuatro, tres,
dos, uno... y empieza un concierto memorable, en el día de Reyes, para que
17.000 almas adoren a un Niño pequeño... ¡esa es la idea!
"Basta de preguntarse por la vida. Basta de quererla
comprender. Tan solo has de meterte en ella y descubrirte en la
grandeza de su sencillez... Es tan sencillo, tan sencillo que el hombre no
es capaz de soportar. Basta con vivir con toda el alma, basta con creer en
ese pan", cantan desde el escenario Olor a tostadas, del nuevo disco Capricho.
Y, seguido, el primer gran éxtasis de un público completamente entregado: "La misericordia ha entrado en esta casa, la misericordia ha entrado en esta casa, levántate y anda". La gente lo da todo, salta en la pista como si fuera una gran ola con amenaza de tsunami. Mientras, en la pantalla, se pueden ver imágenes de una adoración eucarística y de unos simpáticos sacerdotes coreanos. ¡Somos la multinacional de la esperanza!, se podría titular.
Una joven agradece al público por haber venido y anima "a disfrutar y a rezar este capricho". Y, entonces, suena el "creo" más impresionante que uno bien pudiera imaginar. "Digo que eres amor. Escucho que soy tu amado. No siento y qué más da. Te quiero y eso basta. Sintiendo dudas", ¿esto no lo podría haber escrito Unamuno? Es muy grande lo que están haciendo estos chicos, pienso yo.
Justo cuando alguien canta "escucho que soy tu amado...", se
encienden unas pulseras de lucecitas que previamente nos han dejado en el
asiento. La gente estalla y la pista parece la tierra a mil kilómetros de
altura, toda ella llena de casitas... Será que Hakuna... ¡nos eleva
hasta el cielo!
Y, unas
palabras, de uno de los jóvenes de Hakuna, sirven de broche final: "Hace
muchos años, unos reyes adoraron a un niño... y al volver, los reyes se fueron
por otro camino, ojalá volvamos todos a casa
por otro camino que nos dé la vida". Las luces se encienden, los jóvenes del
escenario se hacen un macroselfie con el público... mientras una cartulina entre la gente
resume esta gran noche: "Nos han regalado la eternidad".
Juan Cadarso
Fuente: ReL
