Santa Josefina Bakhita, gran santa africana, tuvo una sufrida existencia pero fue capaz de mantener viva la esperanza de Cristo en su corazón.
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NurPhoto. Dominio público |
Tuvo una vida difícil,
pero más tarde, cuando conoció el cristianismo, pudo tener un profundo
sentimiento de esperanza que superó cualquier sufrimiento que experimentara.
El Papa Benedicto XVI
destacó su ejemplo en su encíclica sobre la esperanza, Spe
Salvi, y narró cómo conoció la esperanza que se
encuentra en Jesús:
Aquí, después de los
aterradores ‘amos’ que la habían poseído hasta entonces, Bakhita conoció un
tipo de ‘amo’ totalmente distinto: en el dialecto veneciano, que ahora estaba
aprendiendo, utilizaba el nombre de ‘Paron’ para referirse al Dios vivo, el
Dios de Jesucristo. Hasta entonces solo había conocido amos que la despreciaban
y maltrataban, o que, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava
útil.
Ahora, sin embargo, oyó
que hay un ‘Paron’ por encima de todos los amos, el Señor de todos los señores,
y que este Señor es bueno, bondad en persona. Llegó a saber que ese Señor
incluso la conocía, que la había creado, que la amaba de verdad. Ella también
fue amada, y nada menos que por el supremo ‘Paron’, ante el cual todos los
demás señores no son más que humildes siervos.
Era conocida, amada y
esperada. Es más, este amo había aceptado Él mismo el destino de ser azotado y
ahora la esperaba «a la derecha del Padre».
Su nueva
esperanza
Su nueva esperanza en Dios
alimentaba cada parte de su ser y contagiaba esa esperanza a todos los que
conocía.
Ahora tenía «esperanza»,
ya no solo la modesta esperanza de encontrar amos que fueran menos crueles,
sino la gran esperanza: «Soy definitivamente amada y me pase lo que me pase, me
espera este Amor. Y así mi vida es buena». Gracias al conocimiento de esta
esperanza, fue «redimida», dejó de ser esclava y se convirtió en hija libre de
Dios.
Comprendió lo que Pablo
quería decir cuando recordaba a los Efesios que antes estaban sin esperanza y
sin Dios en el mundo: sin esperanza porque sin Dios. Por eso, cuando la iban a
llevar de vuelta a Sudán, Bakhita se negó; no quería volver a separarse de su
«Paron».
Su nueva esperanza en Dios
alimentaba cada parte de su ser y contagiaba esa esperanza a todos los que
conocía.