Todo lo que tienes que saber sobre el patrono universal de las misiones
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| San Francisco Javier. Lienzo de Bartolomé Esteban Murillo en 1670. Dominio público |
¿Quién es San Francisco Javier?
Francisco
nació en el castillo familiar de Javier, en Navarra, en el norte de España, y
allí aprendió las primeras letras, en el seno de una buena familia. En 1525 se
trasladó a París para sus estudios universitarios en el Colegio de Santa
Bárbara. Allí tuvo como compañero de habitación a Pedro Fabro (futuro beato jesuita) y más adelante a San Ignacio de Loyola, un
compañeros mucho mayor que ellos.
Francisco
Javier era un joven líder,
talentoso, deportista, aventurero, atractivo, conquistador y con mucho arrojo; se
dice que también era un joven arrogante, vanidoso y un tanto orgulloso. Se
cuenta que, antes de su conversión, no soportaba la presencia de Ignacio y muy
a menudo se burlaba de él, de su edad y de su cojera. "¿De qué le sirve a un hombre ganar
el mundo entero, si se pierde a sí mismo?”, le repetía Ignacio, algo que no
le gustaba a Javier. Pero poco a poco fue calando en él hasta que logró que
Francisco hiciera lo que hoy se conoce como “ejercicios espirituales”.
Francisco
Javier e Ignacio de Loyola forjaron una gran amistad y comenzaron a estudiar
teología en1534. Dos años más tarde partieron a Venecia con el objetivo de
poder viajar a Tierra Santa. En la península itálica serían ordenados
sacerdotes ellos dos más sus cuatro compañeros. Más tarde se trasladaron a Roma para ponerse a servicio del Papa.
Javier sería enviado a la colonia portuguesa de la India junto a su compañero
Simón Rodríguez a petición del rey de Portugal.
Según
explica la Compañía de Jesús, Javier y Rodríguez dejaron Roma el 15 de marzo de
1540 y llegaron a Lisboa a fines de junio. La flota había zarpado ya, de modo
que los dos sacerdotes tuvieron que quedarse en Lisboa hasta la primavera
siguiente. Se dedicaron a predicar y a asistir a los presos. Al rey le entusiasmó tanto
su trabajo que pidió que uno de ellos se quedase y diese comienzo a un colegio.
El elegido fue Rodríguez, haciendo así que Javier partiese como primer jesuita
misionero. Cuando Javier se estaba embarcando en la nave Santiago, un mensajero
real le entregó una carta en la que el Papa le nombraba nuncio apostólico, lo cual le daba
autoridad sobre todo el clero de Goa.
La
nave partió el 7 de abril de 1541, el mismo día en que Javier cumplía 35 años y
tardó 13 meses en llegar a Goa. Nada
más llegar comenzó a predicar a los portugueses, visitando las cárceles y
sirviendo a los leprosos. Los habitantes del lugar eran conversos al
cristianismo, pero no tenían sacerdotes, de modo que Javier tuvo que volver a
instruirles en la fe, bautizar a los que estaban preparados, y preparar
catequistas para que se quedaran con ellos mientras él pasaba de un poblado a
otro.
A
finales de 1544 alcanzó la costa occidental de la India en Travancore; entre
noviembre y diciembre de aquel año se tienen noticias de que bautizó 10.000 personas. Siguiendo
hacia el norte llegó a Cochín, y luego navegó hasta la ciudad portuguesa de
Malaca en Malasia, desde donde se dirigió hacia el que era su objetivo, las
Molucas o islas de las especias, a donde llegó el 14 de febrero de 1546. Hizo
una visita a los poblados cristianos y bautizó más de 1.000 personas en Serán.
Emprendió luego una expedición de reconocimiento a las islas de Ternate y del
Moro, conocidas por sus cazadores de cabezas. Volvió a Malaca en julio de 1547
y tomó medidas para que otros dos jesuitas ocuparan su puesto.
Un noble japonés, de
nombre Ajiro, que quería ser cristiano, le habló de Japón. Pero antes de ir
allí tuvo que volver a Goa. Pero finalmente partió para Japón en 1549. Llegó de
nuevo a Malaca, pero no encontró un capitán que estuviera dispuesto a
arriesgarse a surcar aguas desconocidas. Javier, pues, contrató a un pirata
para que los llevase. Partieron en junio de 1549 y arribaron el 15 de agosto a
Kangoshima, al sur del Japón. La tarea en Japón no fue nada sencilla, pero
aunque le costó muchos esfuerzos finalmente pudieron abrir una brecha en la
evangelización del Japón.
Francisco
Javier partió en septiembre de 1551 y logró un barco que iba a Malaca. Esperaba
poder volver a Japón al año siguiente, pero el barco fue presa de un tifón que
lo desvió de su ruta unas mil millas. El 17 de diciembre la nave entraba en el
puerto de Cantón y echaba anclas ante la isla de Sancian. Cuando Javier vio China tan cercana, sintió que aquel
continente le llamaba. Los dos jesuitas pudieron subir a un barco que se
dirigía a Singapur, a donde llegaron a fines de aquel mes. Allí encontró Javier
una carta de Ignacio que le nombraba provincial de “las Indias y países más
allá de ellas”.
En
enero de 1552 estaba de vuelta en la India, donde encontró otra carta que le
pedía que volviese a Roma para informar de la misión. Creyó que esta visita podía esperar hasta que regresara a China.
Javier dejó la India en abril de 1552, y llegó a la bahía de Cantón en
septiembre. Desembarcó en la isla de Sancian, que era a la vez un refugio de
contrabandistas chinos y una base para los mercaderes portugueses. No hubo
ninguno de los contrabandistas que quisiera arriesgarse a trasportar a aquel
jesuita hasta China; uno que se ofreció se llevó el dinero de Javier y
desapareció. El 21 de noviembre cayó con fiebre y no fue capaz de dejar su
choza en la playa de la isla. Siete días después caía en coma, aunque el 1 de
diciembre recuperó la conciencia y se entregó a la oración durante las horas de
vigilia. Falleció la
mañana del 3 de diciembre y fue enterrado en la isla, pero sus restos
fueron llevados más tarde a Malaca y desde allí a Goa, donde recibieron
sepultura en la iglesia del Buen Jesús. En 1622 fue canonizado y en 1927,
nombrado patrón universal de las misiones.
¿Cómo conoció San Francisco Javier a San
Ignacio de Loyola?
San
Francisco Javier, navarro, y San Ignacio de Loyola, vasco, no se conocieron en España, sino
que fue en París, donde ambos estudiaban donde se concretó una amistad
que acabaría cambiando la historia del mundo y de la Iglesia.
En
1525, con poco más de 18 años, fue a París para comenzar sus estudios
universitarios en el Colegio de Santa Bárbara. Allí tuvo como compañero de
habitación a Pedro Fabro, beato y que también sería jesuita. Cuatro años más
tarde todo cambió con la llegada de un estudiante mayor que ellos, Ignacio de
Loyola (Iñigo López de Loyola), un fracasado cortesano vasco que ahora se
dedicaba a la oración. Loyola despertó pronto en Fabro el deseo de ser
sacerdote y de trabajar por la salvación de las almas, pero Javier tenía
aspiraciones de hacer carrera en el mundo y no sentía ningún interés por ser sacerdote.
Obtuvo el título de licenciado durante la primavera de 1530 y comenzó a enseñar
Aristóteles en el colegio de Dormans-Beauvais. En ese tiempo siguió
compartiendo habitación con Fabro y Loyola. Aprovechando la ausencia de Fabro,
que había ido a visitar a su familia en 1533.
Al
principio Francisco había rehusado la influencia de Ignacio, que le repetía
continuamente: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se
pierde a sí mismo?". Poco a poco fue calando en él hasta que San Ignacio
logró que Francisco se apartara un tiempo para hacer un retiro especial, los
hoy conocidos como “ejercicios espirituales”. Y así fue como Javier comprendió
las palabras de Ignacio: "Un
corazón tan grande y un alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros
honores terrenos. Tu ambición debe ser la gloria que dura
eternamente".
¿Por qué es patrono universal de las
misiones?
San Francisco Javier
fue proclamado en 1927 junto a Santa Teresita de Lisieux como patrono
universal de las Misiones. Ya en 1748 la Santa Sede le había nombrado patrón de
Oriente, y en 1904 de la Obra de Propaganda Fide.
San
Francisco Javier fue el
primer misionero jesuita y el prototipo que sirvió de inspiración para que
muchos entraran en la Compañía de Jesús y evangelizaran naciones lejanas.
A través de sus cartas en las que hablaba de manera arrolladora sobre las
misiones muchos jóvenes sintieron la llamada a la misión, propiciando que un
ejército de misioneros recorriera el mundo teniendo como ejemplo a San
Francisco Javier, incansable evangelizador, amante de aquellos a los que
evangelizaba e incansable haciendo el bien.
¿Dónde murió San Francisco Javier?
Como
no podía ser de otro modo, San Francisco Javier dio su vida por entero por la
evangelización. Tras haber llevado el Evangelio por las Indias, distintas islas
y a Japón, Javier soñaba con evangelizar China. Tras fracasar una embajada
portuguesa para facilitarle el acceso al emperador de China, se hizo trasladar
a la isla Sancián, a fin de tratar de alcanzar secretamente la playa de Canton.
Pero el 3 de diciembre de 1552, con
tan sólo 46 años, fallecía debido a una pulmonía en esta isla (conocida como
Shangchuan), que hoy pertenece a China y que se encuentra situada a frente a la
costa de este país asiático a escasos kilómetros de Hong Kong. En su
vida había recorrido 120000 kilómetros, tres veces la tierra, anunciando a
Cristo.
En
cuanto murió, rápidamente llegaron los portugueses del barco de "Santa
Cruz". Junto a su compañero en la misión, la tripulación introdujo el
cuerpo en una caja de madera y la llevaron en una barca al otro lado del
puerto. Introdujeron cal en el ataúd para que se pudriera pronto la carne y se
pudiera llevar más fácilmente el esqueleto. Pasaron tres meses y el navío
"Santa Cruz" se preparaba a volver a Malaca. Cuando desenterraron el cuerpo se
quedaron admirados porque no estaba descompuesto, por lo que lo
metieron en una caja mejor que untaron de brea y lo llevaron hasta Malaca
(Malasia) Allí le recibieron con gran entusiasmo, pues el santo había
evangelizado allí en vida. Cesó en la ciudad la gran mortandad que había. Un
enfermo le besó y quedó curado. Y más adelante llegó a Goa, donde le hicieron
un gran recibimiento.
¿Dónde está enterrado San Francisco
Javier?
A
diferencia de la inmensa mayoría de los santos de su época, los restos de san
Francisco Javier reposan todavía hoy en el lugar donde realizó gran parte de su
misión. El santo está
enterrado en la basílica del Buen Jesús en Goa, en la India, en la
costa occidental del país asiático. Millones de personas van cada año en
peregrinación, incluso no católicos.
Goa fue la primera
escala que realizó en su misión a Oriente. Allí hizo una enorme labor
apostólica y al morir el santo a las puertas de China, intentando cumplir su
gran sueño de evangelizar a este gigante, sus compañeros trasladaron su cuerpo
hasta Goa, en esos momentos capital de la India portuguesa.
Sin
embargo, no todos sus restos se encuentran entregados en Roma. La gran reliquia del santo, su
brazo incorrupto, se encuentra en la iglesia jesuita del Gesú de Roma,
donde se encuentra expuesta en un bello relicario, por lo que todos los devotos
del santo que no pueden viajar hasta Goa para venerarlo tienen en Roma una gran
reliquia suya.
¿Está incorrupto el cuerpo de San
Francisco Javier?
Efectivamente. El cuerpo de San Francisco Javier
se conserva incorrupto, a pesar de que tras su muerte sus restos
fueron cubiertos de cal para que se descompusiera y así poder trasladarlo. Este
es un signo que muestra la santidad del santo navarro, y que se puede ver Goa,
donde cada diez años las reliquias del santo son expuestas públicamente en la
catedral para su veneración, percibiéndose la conservación del cuerpo del santo
jesuita.
Este
hecho tan llamativo sobre su cuerpo también puede percibirse en su brazo derecho incorrupto -con el
que no se cansaba de bautizar-, y que se expone en un relicario de plata en la
iglesia del Gesù, de Roma; concretamente, en la capilla de San Francisco
Javier.
¿Hizo en vida milagros San Francisco
Javier?
San
Francisco Javier fue un incansable evangelizador y enamorado de Jesucristo que
se acabaría convirtiendo en el gran apóstol de las Indias y del Japón.
Siguiendo la misión de “prender” el mundo a su paso con el fuego del Evangelio
bautizó a millares y propició la conversión al catolicismo de extensas zonas
que no conocían a Jesús, y las crónicas sobre su vida rescatan numerosos
milagros que habría realizado a su paso en vida por lo que hoy es Asia y
Oceanía. Los más llamativos, recogidos por el padre Guillermo Ubillos, son la resurrección de más de
veinte personas. Uno de ellos había sido enterrado en la iglesia de
Coulán. El santo navarro ordenó que fuera desenterrado, mostró el cadáver
descompuesto, rezó y le devolvió a la vida. En ese instante, una multitud pidió
ser bautizada. En otra ocasión un niño había muerto ahogado en un pozo, y Javier
compadecido cuando su madre se lo llevó entre lágrimas lo revivió.
Estas
crónicas dejaban de manifiesto igualmente un gran don de profecía. Durante una misa afirmó: "Juan de
Araujo ha muerto y he ofrecido la misa por él. Os recomiendo que lo recéis por
él". En realidad, esta persona residía a 500 kilómetros de donde vivía
Javier y la noticia tardó un par de semanas en llegar.
Incluso
el don de lenguas habría
sido uno de los regalos que recibió San Francisco Javier. Los que lo
acompañaban aseguraban que era materialmente imposible que aprendiera un idioma
en tan poco espacio de tiempo como él hacía. Pero incluso lo que predicaba era
comprendido por personas de lenguas diferentes, lo que dejaba boquiabiertos a
los allí presentes.
San Francisco Javier,
protagonista de la canonización más importante de la historia.
San
Francisco Javier fue canonizado en 1622 en una ceremonia que pasó a la historia
y que todavía hoy puede considerarse como la canonización más importante de la
historia. Aquel 12 de marzo subieron a los altares en Roma cinco santos, en una
ceremonia sin parangón, pues era algo inédito que fueran varios los
protagonistas de esta ceremonia. Se
trataba de San Isidro Labrador, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús,
San Felipe Neri y el propio San Francisco Javier. Cuatro siglos
después siguen siendo algunos de los santos más queridos y conocidos de la
Iglesia. Para saber más de esta canonización, histórica y todo un logro de la
diplomacia puede leer el siguiente artículo: 1622,
una canonización para la historia: ¿triunfo de la Reforma católica o del
poderío de España?
¿Por qué se representa a San Francisco
Javier con un corazón ardiente?
Tradicionalmente se ha representado en el arte a
San Francisco Javier con un corazón ardiente en su pecho, con una
llama de fuego brotando de su corazón. Simboliza, tal y como quedó patente en su
vida y así se fue transmitiendo durante generaciones, el gran amor que tuvo a
Dios y a tantas almas a las que anunció el Evangelio. Ignacio de Loyola le dijo
al enviarle a Oriente: “Prende fuego al mundo”. Y lo hizo con este ardiente
corazón lleno de amor.
Fuente: ReL
