Carmen, ¿por qué no buscas a un grupo para elaborar ajuar litúrgico para las misiones?”. Así fue la improvisada llamada que el P. Miguel León realizó en plena calle hace 20 años a una parroquiana de San Bartolomé y San Jaime en la localidad de Nules (Diócesis de Segorbe-Castellón, España).
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Crédito: Obispado de Segorbe-Castellón. Dominio público |
Pasadas dos
décadas, siguen acudiendo dos horas por semana al taller unas cuatro o cinco
voluntarias, donde hacen parte del trabajo, pero no todo: “La vainica —bordado
en el borde de los dobladillos que se realiza extrayendo hebras de los tejidos—
se hace en casa”.
Al principio,
no tenían “ni un céntimo” para comprar el material necesario, así que usaban
“trozos de tela de hilo guardados y sábanas viejas”. Carmen pronto se decidió a
remediar la situación, así que se dispuso a pedir a familiares y amigos una
pequeña contribución mensual.
Así, unos 30
benefactores aportan 3 o 5 euros al mes. “Lo cobro de casa en casa cada dos
meses. El que está, paga. Y si no, tengo que volver”, explica Carmen, que sigue
llamando a las puertas a fin de pedir ayuda para procurar la mayor dignidad
posible a las celebraciones litúrgicas en lugares de misión.
Su pasión por
colaborar con las misiones viene de lejos. Muchos años antes de ser bordadora
voluntaria ya recaudaba dinero: “Formé un grupo de chicas y pedí permiso al
obispo para pedir dinero para las misiones. Aún existía la peseta y lográbamos
juntar 7.000 al mes”, rememora.
En un año,
las voluntarias son capaces de elaborar 2 casullas, un alba, 5 manteles de
altar, y más de 50 juegos de purificadores y corporales que luego entrega
a la Delegación de Misiones del Obispado de Segorbe-Castellón.
Antes de
ponerse a coser y bordar y al terminar la labor, Carmen y sus compañeras rezan,
conscientes de la trascendencia espiritual de su aportación a los tres sacerdotes
misioneros con los que cuenta la diócesis.
A Carmen cada
día le cuesta más bordar, pues las manos no responden como antaño. Además,
tiene otros problemas de salud y es consciente de que “no hay mucho relevo”.
Pero a entusiasmo no la gana nadie: “Por lo menos, a cobrar [las aportaciones]
sí que voy. Y cada vez que puedo, apunto a otra persona para que pague”.
Antes de
concluir la conversación, insiste al otro lado del teléfono: “Esto es algo muy
sencillo que pueden hacer en todas las parroquias. Es muy importante que lo
sepan todos los sacerdotes y obispos”.
Por Nicolás
de Cárdenas
Fuente: ACI
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