Aleteia visitó algunos monasterios de vida contemplativa en España para conocer, de primera mano, cómo preparan y celebran la Navidad las monjas de clausura
Dominio público |
Estamos entrando en la
temporada navideña y Aleteia visitó algunos monasterios de vida contemplativa
para conocer, de primera mano, cómo preparan y celebran la Navidad estas
mujeres que han consagrado su vida a Dios.
A pesar de la diversidad
de órdenes, carismas y tradiciones, todas coinciden en que la Navidad es un
tiempo de gracia, de intimidad con el Niño Dios y de comunión con la Iglesia y
con el mundo.
Un
tiempo de espera
La Navidad no empieza el
25 de diciembre, sino que se anticipa con el tiempo de Adviento, que es un tiempo de espera,
preparación y conversión. Las monjas de clausura viven este tiempo con especial
intensidad, ya que se trata de preparar el corazón para acoger al Salvador.
Durante el Adviento, las
monjas intensifican su oración personal y comunitaria, su lectura de la Palabra
de Dios y penitencia. También se abstienen de recibir correspondencia, visitas
o regalos para centrarse en lo esencial. Algunas comunidades realizan
ejercicios espirituales o retiros para profundizar en el misterio de la
Encarnación.
Además, las monjas adornan el monasterio con los signos propios de este tiempo
litúrgico, como la corona de Adviento, el calendario de Adviento o el belén. Estos
elementos ayudan a crear un ambiente de recogimiento y de expectación.
Un
tiempo de alegría
La Navidad irrumpe en el silencio de los
monasterios con el canto del Gloria en la Misa del Gallo, que se celebra a
medianoche del 24 al 25 de diciembre. Es el momento en que las monjas expresan
su alegría por el nacimiento de Jesús, que se hace presente en el pan y el vino
consagrados.
La Misa del
Gallo suele ser una celebración solemne y festiva, en la que se cantan
villancicos, se bendice el Niño Jesús del belén y se intercambian
las felicitaciones entre las hermanas. Algunas comunidades invitan a los
fieles laicos a participar de esta celebración, que se realiza en la iglesia
del monasterio o en el coro bajo.
Después de la
Misa del Gallo, las monjas suelen tener un tiempo de convivencia fraterna, en
el que comparten una cena especial, cantan, rezan y se hacen regalos. Estos
regalos suelen ser sencillos y simbólicos, como una estampa, un libro o un
detalle hecho a mano. También se acuerdan de las personas que les han enviado
sus felicitaciones o sus donativos, y les agradecen con su oración.
Un
tiempo de misión
La Navidad no
es solo un tiempo de celebración, sino también de misión. Las monjas de
clausura, aunque no salgan de sus monasterios, tienen una misión muy importante
en la Iglesia y en el mundo: la de ser testigos de la presencia de Dios,
interceder por las necesidades de la humanidad y ofrecer su vida por la
salvación de las almas.
Por eso, las
monjas no se encierran en sí mismas, sino que se abren a la realidad que les
rodea. Se informan de lo que pasa en el mundo, se solidarizan con los que
sufren, se unen a las intenciones del Papa y de los obispos, y se ofrecen como
víctimas por la paz, la justicia y la conversión.
También se comunican con las personas que se acercan a sus monasterios, ya sea para comprar sus productos artesanales, para pedir su oración o para buscar su consejo. Las monjas les acogen con cariño, les escuchan con atención y les transmiten la alegría del Evangelio.
La Navidad es, pues, un tiempo de gracia para las monjas de clausura, que viven con intensidad el misterio de Dios hecho hombre por amor. Ellas nos invitan a todos a celebrar esta fiesta con fe, con esperanza y con amor.