El Papa en su catequesis de hoy habla del testimonio de la Sierva de Dios francesa Madeleine Delbrêl
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Los contactos con los no creyentes ayuda a los cristianos |
Desde la periferia, en un barrio obrero de París, ella pudo
experimentar que “es evangelizando como somos evangelizados”. Esta Sierva de
Dios nos enseña que los ambientes secularizados también nos ayudan a
convertirnos y a fortalecer nuestra fe.
El Papa en su catequesis de hoy nos recuerda: o somos misioneros o
somos “dimisionarios”. El Señor nos haga redescubrir también a nosotros, como a
Madeleine Delbrêl, que la fe es «un tesoro extraordinario y extraordinariamente
gratuito» para llevar a las calles del mundo. Esta Sierva de Dios nos enseña
que los ambientes secularizados también nos ayudan a convertirnos y a fortalecer
nuestra fe. No olvidemos que la vida en Cristo, dijo el Papa, es “un tesoro
extraordinario y extraordinariamente gratuito”, que estamos llamados a
compartir con todos.
Entre los muchos testigos de la pasión por el anuncio del
Evangelio, esta mañana Francisco presentó en su catequesis la figura de una
mujer francesa del siglo XX, la venerable Sierva de Dios Madeleine Delbrêl.
Nacida en 1904 y fallecida en 1964, fue asistente social, escritora y mística,
y vivió durante más de treinta años en la periferia pobre y obrera de París.
Evangelizando es como somos evangelizados
“Deslumbrada por el encuentro con el Señor, escribió: «Una vez que
hemos conocido la palabra de Dios, no tenemos derecho de no recibirla; una vez
recibida no tenemos derecho de no dejar que se encarne en nosotros, una vez
encarnada en nosotros no tenemos derecho de tenerla para nosotros: desde ese
momento pertenecemos a aquellos que la esperan» (La santidad de la gente común,
Milán 2020, 71)”.
Hablando de la historia de la Sierva de Dios, el Papa recordó que
vivió una adolescencia en el agnosticismo hasta que encontró al Señor a los 20
años, tocada por el testimonio de algunos amigos creyentes. A partir de ese
momento, se pone en la búsqueda de Dios, dando voz a una sed profunda que
sentía dentro de sí, afirmó el Pontífice, y llega a comprender que ese «vacío
que gritaba en ella su angustia» era Dios que la buscaba (Deslumbrada por Dios.
Correspondencia 1910-1941, Milán 2007, 96).
La conversión incluso en medio de ambientes secularizados
La alegría de su fe la llevó a abrazar una vida enteramente
entregada a Dios, en el corazón de la Iglesia y en el corazón del mundo,
simplemente compartiendo en fraternidad la vida de la "gente de la
calle". Con ella, señaló el Santo Padre, aprendimos que el Señor Jesús
está presente en todas las situaciones de la vida y que es ahí donde nos llama
a vivir nuestro tiempo y a compartir la vida de los demás.
Para Madeleine, continuó Francisco, el fuego del Dios vivo tenía
que arder tan intensamente en nuestro interior que no nos dejara descansar
hasta que su nombre hubiera llegado a quienes aún no lo conocen. Y así, es
evangelizando como somos evangelizados, y ella llegó a exclamar: "¡Ay de
mí si al evangelizar no me evangelizo a mí misma!".
Redescubrir lo esencial de la fe
En particular, nos enseña que incluso los ambientes secularizados
nos ayudan a convertirnos, porque el contacto con los no creyentes reta a los
creyentes a revisar continuamente su manera de creer y a redescubrir lo
esencial de la fe. Madeleine, dijo Francisco, experimentó todo esto en su
propia vida, al vivir durante muchos años en un barrio obrero donde impregnaba
la ideología marxista. Allí se convenció de que los ambientes ateos o
secularizados son lugares donde los cristianos, precisamente porque tienen que
luchar, pueden fortalecer la fe que les dio Jesucristo.
“Mirando a esta testigo del Evangelio, también nosotros aprendemos
que en toda situación y circunstancia personal o social de nuestra vida, el
Señor está presente y nos llama a habitar nuestro tiempo, compartir la vida de
los otros, mezclarnos en las alegrías y los dolores del mundo. En particular,
nos enseña que también los ambientes secularizados son de ayuda para la
conversión, porque los contactos con los no creyentes provocan al creyente a
una continua revisión de su forma de creer y a redescubrir la fe en su
esencialidad (cfr Nosotros de las calles, Milán 1988, 268s)”.
Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano
Vatican News