Cuando se trata de elegir pareja, a veces no tomamos las mejores decisiones, por eso es conveniente esperar y pedir a Dios su intervención en este asunto
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Jelena Zelen I Shutterstock |
Este es un fenómeno cada
vez más común en el mundo. Sin embargo, lo que todos buscan es vivir un amor, a
veces irreal, como el que presentan las historias y que provocan frustraciones
y desencantos cuando se despierta a la realidad.
Por ello, trabajar en dos
aspectos serán básicos para comenzar a construir una relación sana, estable y
santa:
Estar de
acuerdo es fundamental para hacer más sencilla la vida de pareja; por ello, ambos
deben conocer profundamente al otro y platicar cosas esenciales, como la
cuestión económica, los hijos que tendrán, donde vivirán, etcétera.
En todo esto
(que será la forma en la que lleven su familia en el futuro) es muy importante
tener las mismas creencias y escala de valores, porque un matrimonio
practicante de su fe tendrá mayores probabilidades de éxito.
Por supuesto, los problemas nunca faltarán, y
definitivamente no terminaremos de conocer a las personas. Sin embargo, es
importante, ante todo, entender que para que una relación de pareja tenga éxito
debe tener amor, respeto, comunicación, perdón, comprensión, empatía, caridad…
la lista es larga, pero lo principal es pedir a Jesucristo que sea el centro
del matrimonio. Sin Él, será muy difícil enfrentar la adversidades de la vida
en pareja.
Precisamente
porque sin Dios no es posible tener una relación exitosa, antes que nada, hay
que empezar por pedirle a Él por la persona que se convertirá en tu cónyuge,
para que los corazones se vayan preparando y disponiendo para vivir lo que se
venga durante el tiempo que dure el matrimonio, ya que se están comprometiendo
para toda la vida, que solo Dios sabe cuanto terminará.
¿Cuando es el
mejor momento para comenzar a hacerlo? desde antes de conocerse, porque Dios
hará que llegue esa persona con la que alcanzarás la salvación en su debido
momento; recuerda, «ya no serán dos, sino una sola carne» (Gén 2, 24)
Y algo muy
importante: no precipites la decisión. Puede suceder que por presiones
sociales, o por miedo a la soledad, se escoja mal. Esto es un error que podrá
tener repercusiones durante el resto de tu vida a nivel físico, emocional y
espiritual (heridas profundas, divorcios, mala dinámica familiar, relaciones
tortuosas) y, peor aún, poner en riesgo la salvación de ambos.
Hay que
confiar, orar mucho al Espíritu Santo para que inspire lo que debe hacerse y
abandonarse en sus manos; el Señor se encargará del resto.
Mónica Muñoz
Fuente:
Aleteia