Un testimonio autorizado de los dos últimos pontificados.
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Título del libro. Dominio público |
Este segundo volumen está
dedicado a los años del pontificado de Benedicto XVI y Francisco y lleva como
título “Dos papas. Mis recuerdos con Benedicto XVI y Francisco” (Ed.
Rialp, 2023, 390 págs.); y en él continúa el relato de los años 1960 a 2005 que
reflejó en su anterior libro de 2007 “En las afueras de Jericó” en
el que relataba sus experiencias en el Vaticano bajo los pontificados de Juan
XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II.
El autor,
sacerdote numerario del Opus Dei, creado cardenal en 2007, trabajó desde 1960
en el Vaticano en variados cargos y con funciones diversas. Su testimonio es,
pues, muy valioso para quien esté interesado en la historia reciente de la
Iglesia y, en particular, en contar con una visión de primera mano y cercana de
los distintos papas con los que Julián Herranz ha trabajado. Este volumen, de
hecho, cuenta con un singular prólogo de Francisco consistente en una divertida
carta autógrafa del propio papa al autor, escrita a raíz del envío del
manuscrito de la obra al pontífice.
La primera parte
del libro está dedicada, lógicamente, a la época de Benedicto XVI (las primeras
216 páginas) y no contiene novedades sustanciales respecto a lo ya conocido por
otras fuentes, aunque sí resulta muy interesante repasar el pontificado del
papa alemán desde la óptica de quien lo vivió “desde dentro”,
especialmente en aquellos asuntos en que el autor fue actor principal como las
reformas jurídicas referidas al tema de los abusos, la investigación sobre
Medjugorje o el conocido como “Vatileaks” (cfr., entre otras, págs 145 y ss. y
189 y ss.). Para los miembros del Opus Dei pueden resultar especialmente
satisfactorios los recuerdos de Herranz sobre los múltiples detalles de cariño
y las expresiones de aprecio de Benedicto XVI sobre la Obra que se espigan en
múltiples ocasiones en los recuerdos del autor sobre sus conversaciones con ese
papa y también con Francisco.
El relato del
autor sobre el pontificado de Francisco (págs 217 in finem) me ha resultado muy
útil -y a veces sorprendente- pues aporta muchas claves para comprender esta
época y entender las iniciativas y propósitos de Francisco. Herranz escribe con
la lealtad y cariño al papa que se espera de un buen cristiano -y leal
cardenal, además- pero también con la información de quien ve las cosas con
visión universal, perspectiva histórica y conocimiento estricto de las
circunstancias y las personas.
Los recuerdos de
Julian Herranz incorporan muchas conversaciones y cartas entre el papa y el
autor sobre todo tipo de temas de la más reciente actualidad, que creo ayudan a
conocer a Francisco un poco mejor y a comprender las razones de algunas de sus
iniciativas que, al menos para un observador lejano como yo, pueden resultar
sorprendentes. También ayudan a ver la sintonía entre el autor y el papa actual
y a conocer el papel -por encargo papal- de este viejo cardenal en algunas
cuestiones recientes de máxima actualidad.
El capítulo XVII
(págs. 285 y ss.) sobre la hostilidad al papa Francisco me ha parecido muy útil
y me ha resultado-parcialmente- novedoso para entender muchas cosas de las que
se dicen, también en ambientes católicos, contra este papa. Recomiendo su
lectura a quienes, católicos, no acaban de comprender a Francisco o son
críticos con su pontificado; quizá les ayude a tener nuevos y mejores elementos
de juicio para revisar sus opiniones.
El libro de
Herranz no se limita a contar una historia, sino que el cardenal también aporta
su tesis sobre el actual momento de la Iglesia y sus sugerencias de por dónde
avanzar. Los dos últimos capítulos ( págs 343 y ss.) son quizá su testamento
para este momento de la vida de la Iglesia y merecen -en mi opinión- sosegada
meditación por todos los responsables de la construcción del futuro de la
Iglesia, especialmente el capítulo XXI y el epílogo ( págs 361 a 381) en que el
cardenal Herranz reflexiona sobre qué ha ocurrido con la luminosa doctrina del
Vaticano II sobre el laicado cristiano y la definición de la Iglesia como
Pueblo de Dios; escribe Herranz: “Esta expresión y su contenido
teológico y canónico han sido tan usados y abusados en la predicación y
literatura eclesiástica, como poco encarnados en la realidad existencial de la
misión que en el Pueblo De Dios corresponde a los fieles laicos” (pág
364); “Me atrevería a decir, por eso, que parece necesaria en la Iglesia
una decidida conversión pastoral. No inventando nuevos caminos, sino siendo
fieles al ya inspirado por el Espíritu Santo” (pág 368).
Herranz realiza
estas reflexiones finales al referirse a las recientísimas reformas de la curia
romana.
Benigno Blanco
Fuente: ReL