Jolanta, profesional de la contabilidad, casada y madre de familia describe, en esta entrevista, su vida y lo que aporta su vocación al Opus Dei a la misión evangelizadora personal.
![]() |
Foto: Jolanta Korzeb ©Barbara Stefanska. Dominio público |
En
esta entrevista para Omnes, Jolanta habla de lo que le aporta su formación en
el Opus Dei, de cómo se une a la misión evangelizadora de la Iglesia y de cómo
participa su familia en la vida de la parroquia.
¿Qué
significa para ti ser del Opus Dei y cómo afecta a tu vida?
–Ser
del Opus Dei es una aventura para mí. Es
como si navegara en un barco hacia lo desconocido; no sé cuáles van a ser los
próximos puertos, pero Dios está conmigo en el submarino, haga buen tiempo o
haya tormenta. En cada situación, cuando tomo decisiones diferentes, sé que no
estoy sola. Como subrayaba san Josemaría, siempre somos hijos de Dios. Esto me
ayuda a tener paz interior.
Gracias
a mi formación en el Opus
Dei, sé que es posible santificar todas las circunstancias de la
vida. También tengo la sensación de que el tiempo de la maternidad no es tiempo
perdido porque, haga lo que haga, utilizo los dones que se me han dado. Entre
una baja por maternidad y otra siempre he trabajado fuera de casa. Ahora los
niños están en edad escolar.
Lo
que también es muy importante para mí es la constancia y regularidad de la
formación en el Opus Dei y que se adapte a los adultos que tienen dilemas
morales más serios.
¿Cuál es su relación con el
Prelado y los sacerdotes de la Prelatura?
–He
tenido la oportunidad y la suerte de conocer tanto al actual prelado, don Fernando, como al anterior, el difunto
monseñor Javier. Procuro escribir al menos una vez al año una breve carta al
Padre (Prelado) para compartir alegrías y preocupaciones.
En
los momentos difíciles es cuando más relación tenemos. Cuando vivimos varios
años en Argentina por motivos de trabajo de mi marido y uno de nuestros hijos
estaba gravemente enfermo, el vicario regional de ese país nos visitó y nos
regaló una foto de san Josemaría con un pequeño trozo de su sotana. Sabemos que
san Josemaría está con nosotros.
El
segundo momento especial fue cuando tuve cáncer. En ese momento escribí una
carta al Prelado. Me mandó una foto de santa Isabel ayudando a la Virgen con su
bendición -‘Con mi más cariñosa bendición’. Me escribió que rezaba por nosotros
y que esperaba que Dios Nuestro Señor me permitiera recuperarme pronto, pues me
necesitaban mis hijos, mucha gente y otras familias.
¿Cuál es su relación con la
parroquia en la que vive?
–Vivimos
en una pequeña parroquia a las afueras de Varsovia, en el barrio de
Radosc. Nuestros hijos, desde el mayor hasta el menor, sirven o han
servido durante varios años como monaguillos en misa, e intentamos apoyarles en
ello.
Nuestros
hijos se preparan para la Confirmación en la parroquia. Los hijos están también
en el grupo de los Scouts de Europa, que actúa en la parroquia, y tienen tareas
relacionadas.
Durante
la Cuaresma se hace cada año un Vía Crucis por las calles de la parroquia. Mi
marido y mis hijos ayudan a organizarlo. También trabajamos con el joven
vicario parroquial, el padre Kamil.
Apoyamos
el trabajo que ya existe en la parroquia, no añadimos trabajo nuevo.
Participamos en el club deportivo de la parroquia, donde nuestros hijos juegan
al fútbol. También ayudamos en la renovación de la casa parroquial.
¿Cómo participa en la misión evangelizadora
de la Iglesia?
–Considero
que toda mi vida es evangelización, e intento irradiar alegría y entusiasmo a
pesar de las dificultades y la carga de trabajo. Tengo una familia maravillosa.
Los vecinos nos miran y se sorprenden un poco, pero les gusta mucho. Muchos han
empezado a ir a la iglesia. Así que se trata sobre todo de evangelizar con el
ejemplo: los demás ven a un matrimonio feliz de vivir cerca de Dios y a unos
hijos que también quieren seguir este camino.
Mi
marido, por su trabajo profesional, está en contacto con matrimonios jóvenes.
Salimos con ellos a tomar el té por la tarde, a pasear; nuestro jardín está
lleno de vida. Las familias a las que invitamos no suelen tener relación con el Opus Dei. Esto es muy enriquecedor.
A
nuestros hijos también les gusta invitar a sus amigos a casa. Hace poco, el
hijo Tom, de segundo de primaria, invitó a un amigo. El papá, al recoger al
niño, nos pidió que fuéramos padrinos porque su hijo no está bautizado y
quieren que reciba el sacramento.
¿Podría añadir alguna información
más sobre usted?
–Empecé
a beneficiarme de la formación del Opus Dei como estudiante. Me maravillaba el
hecho de poder santificar mi vida haciendo las cosas bien, en aquel momento
eran los estudios. La vocación al Opus Dei me ha ayudado en circunstancias
cambiantes -matrimonio, hijos, problemas económicos, enfermedades en la
familia- a descubrir el sentido de cada situación. Tengo la suerte de que mi
marido es supernumerario; él perteneció al Opus Dei antes que yo. Nos ayudamos
mutuamente, por ejemplo, nos intercambiamos en el cuidado de los niños para
poder rezar o leer un libro espiritual.
Cuando
tuve cáncer, estuve un año prácticamente aislada de mi vida. Entonces, un grupo
de madres del colegio al que van mis hijos se organizó. Se apuntaron al “deber”
y trajeron comidas a nuestra familia. Era muy evangélico y muy cariñoso.
La mayoría eran del Opus Dei, pero no exclusivamente.
Barbara
Stefańska
Fuente:
Revista Omnes