Esta es una práctica común debido a que muchas personas solo van a la Iglesia los domingos, pero, ¿está bien hacerlo?
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Muchas personas
acuden solamente a la Iglesia los domingos para cumplir con el precepto de la
Misa dominical, y, de paso, para confesarse, pues es cierto que durante la
semana no todos tienen la oportunidad de acercarse a la Reconciliación debido a
sus compromisos de trabajo.
Incluso se dan
dos casos: las iglesias en las que el sacerdote confiesa solamente los domingos
durante las Misas y otras en las que dejan ese sacramento para los demás días
de la semana. ¿Qué es lo correcto?
El sacramento
debe ser una celebración
El sacramento
de la penitencia se vive dentro del contexto de una verdadera celebración. Se
trata de un encuentro con Cristo que manifiesta el rostro misericordioso del
Padre. Desgraciadamente estamos habituados a considerar este sacramento de
manera muy formal, casi como una multa a pagar para estar bien con la ley
divina, una obligación para arreglar la conciencia.
Bastaría leer
el rito de la penitencia para darse cuenta que, incluso en la confesión
individual de los pecados, se lleva cabo una verdadera y propia celebración que
prevé el saludo inicial, la escucha de la palabra de Dios, el agradecimiento,
la despedida. Además del momento central de la confesión y la absolución de los
pecados.
Es necesario
además recordar la centralidad de la celebración eucarística en la vida
cristiana. La Eucaristía es definida por el Concilio Vaticano II como «fuente y
cúlmine de la vida cristiana» (Lumen gentium 11). La misa tiene una importancia primaria y
a ella debemos dedicar toda la atención, participando activa y conscientemente.
Está claro, por
lo tanto, que superponer la celebración de los dos sacramentos de alguna manera
los disminuye a ambos. Se trata en cambio de darle a cada uno el respeto
debido. Es por eso que las normas de la Iglesia establecen que «se inculque en
los fieles el hábito de acercarse al sacramento de la penitencia fuera de la
celebración de la Misa, y preferiblemente en horarios establecidos» (Rito de la Penitencia n.13).
El punto
crucial está precisamente aquí y está explicado poco antes: «La reconciliación
de los penitentes se puede celebrar cualquier día y a cualquier hora. Conviene
que los fieles sepan el día y la hora en que el sacerdote está disponible para
el ejercicio de este ministerio».
En línea de
principio no basta decir que la iglesia está siempre abierta, es necesario
fijar horarios para la reconciliación de los penitentes, sin quitar la
posibilidad de acercarse al sacramento en todo momento.
Sobre este
punto los documentos eclesiales insisten mucho. Juan Pablo II escribió:
«Todos los
sacerdotes que tienen la facultad de administrar el sacramento de la
Penitencia, se muestren siempre y plenamente dispuestos a administrarlo siempre
que los fieles realicen una petición razonable» (Misericordia Dei n.1).
¿Está prohibido
confesarse durante la Misa?
Existe también
otra precisión que hacer: recibir la confesión durante la Misa no está
prohibido. Si los fieles lo necesitan, es lícito que un sacerdote disponible
pueda recibir la confesión. Es, de todas formas, una excepción respecto a la
norma ideal. Desde el punto de vista práctico, si se comprende el valor del
sacramento de la Reconciliación, así como el de la Eucaristía, dedicar un
tiempo adecuado yendo una vez más a la iglesia o llegando un poco antes de la
Misa no parece un gran problema.
Antonio
Rizzolo - Credere
Fuente: Aleteia