PEDIR PERDÓN A DIOS Y A LOS DEMÁS NO ES UNA HUMILLACIÓN, ES HUMILDAD Y GRANDEZA DE HIJO DE DIOS
Si supiéramos CON QUÉ ALEGRÍA nos recibe Dios cuando vamos a pedirle perdón por nuestros pecados en el confesionario, aunque no fuera ofensa grave, y también a quien hayamos podido ofender; Dios no solo nos perdona, sino que sentiremos su alegría (y la nuestra) porque sobre todo recibimos o aumentamos en nuestra alma la gracia de Dios.
P. EVARISTO DE VICENTE