El movimiento nacido en la JMJ de Río de Janeiro, en 2013, se ha expandido ya por setenta ciudades de todo el mundo
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Imagen de la Madre de Hakuna y al fondo un grupo de jóvenes. Dominio público |
Diez años después, las
horas santas y las canciones pop de Hakuna Group Music ya han
llegado a Estados Unidos, Corea del sur, Colombia, Argentina,
México, Chile, Costa Rica, Ecuador, Perú, además de algunas capitales europeas.
En España, el grupo fundado por José Pedro
Manglano está presente en cuarenta ciudades y el Papa Francisco los ha
definido como «una familia eucarística». Su faceta más conocida es la musical,
pero no es la única. También se dedican a la oración, la formación y el
voluntariado (o compartiriados, como ellos lo llaman).
En Hakuna se definen a sí mismos como «cristianos que
junto seguimos a Cristo, compartiendo un estilo de vida que aprendemos
arrodillados ante Cristo Hostia». Lo que comenzó como unas charlas de formación
espiritual para unos cuantos jóvenes en una parroquia de Aravaca
(Madrid), ha dado el salto al plano internacional paulatinamente desde
2018.
Si en una década han conseguido darse a conocer y
estar presentes en tres de los cinco continentes, para el futuro siguen planeando
la expansión global. De hecho, Manglano expuso ante el Papa Francisco en una audiencia
privada el pasado 11 de septiembre en el Vaticano sus planes
para enviar misioneros por el mundo que den a conocer el movimiento.
La Fundación
Hakuna es la que engloba todas sus actividades, la acción
social, la educativa y la cultural. Desde ahí, organizan retiros espirituales,
ofrecen formación antropológica y editan libros de filosofía y teología, entre
otras cuestiones. Pero también organizan campañas asistenciales para dar
respuesta a emergencias sociales e impulsan proyectos con
colectivos en situación de vulnerabilidad.
La cultura –no solo musical– es una parte importante
del movimiento. Diseñan ropa y complementos, tienen una línea de arte sacro
(cuyo mayor exponente es la escultura Madre de Hakuna) y hacen cine. Vivo fue
la primera película producida por la fundación, que recogió testimonios de
vidas cambiadas por la adoración y el poder de la Eucaristía.
«No aflojen», dijo el Papa Francisco a
la delegación de Hakuna que viajó hasta el Vaticano por su décimo aniversario.
«Sigan trabajando, vale la pena. No pierdan esa creatividad», les animó en otra
ocasión.
No solo ellos salen al mundo, sino que también son
buscados. A mediados de este verano, Manglano recibió una carta de un
sacerdote congoleño, el padre Merleu, que le confesaba que Hakuna le
«conmovía». En el contexto de su país –«guerras, pobreza, corrupción y donde
los jóvenes parecen perder la esperanza», explica el religioso en la misiva–
cree que el movimiento puede ayudar a «revivir el kerigma y avivar su encuentro
personal con Jesucristo».
Clara González
Fuente: El Debate