Francisco se reúne con ANMIL, asociación que agrupa a amputados e inválidos en el trabajo, y vuelve a hablar de la necesidad de garantizar la seguridad
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Francisco
se reúne con ANMIL, asociación que agrupa a amputados e inválidos en el trabajo, y vuelve a hablar de la necesidad de garantizar la seguridad |
El aumento de los accidentes "se produce
cuando el trabajo se deshumaniza", cuando el objetivo exclusivo se
convierte en la productividad. El Pontífice advierte sobre el fenómeno del
lavado de conciencia: "La vida no se vende por ningún motivo, tanto más si
es pobre, precaria y frágil. Somos seres humanos y no máquinas"
"La seguridad en el trabajo es como el
aire que respiramos: sólo nos damos cuenta de su importancia cuando falla
trágicamente, ¡y siempre es demasiado tarde!".
Ya había tocado el tema al
responder a una pregunta de un periodista a bordo del vuelo de ida a Mongolia,
pocas horas después del accidente de Brandizzo, cerca de Turín, donde cinco
trabajadores perdieron la vida al ser arrollados por un tren. En aquella
ocasión, Francisco había repetido que el trabajador es sagrado y que estas
tragedias, calamidades e injusticias, suceden siempre por falta de cuidado.
Hoy, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, ante unos trescientos
miembros de la Asociación Nacional de Trabajadores con Discapacidad Laboral
(ANMIL), que celebra los ochenta años de su fundación, volvió sobre el tema,
recordando explícitamente a aquellos trabajadores "a los que el tren mató
cuando estaban trabajando".
Y con un discurso que ahonda en las
dinámicas subyacentes a los dramas laborales, reclama como prioridad el respeto
a las normas y la consideración de la responsabilidad hacia los trabajadores.
Todo conflicto
armado trae consigo legiones de amputados
El discurso del Papa Francisco toma
como punto de partida el recuerdo de la época de la II Guerra Mundial -de
hecho, en 1943 se fundó la asociación ANMIL-, lo que le lleva inmediatamente a
actualizar sus reflexiones reconduciéndolas a las "dramáticas
consecuencias de la locura que es la guerra", consecuencias que repercuten
en la población civil. "Todo conflicto armado trae consigo legiones de
amputados, también hoy" - afirma el Pontífice-.
"Una vez terminado el
conflicto, quedan escombros, incluso en los cuerpos y en los corazones, y la
paz debe reconstruirse día a día, año tras año, mediante la protección y la
promoción de la vida y de su dignidad, empezando por los más débiles y desfavorecidos".
Reconocer la
plena dignidad de los mutilados
A continuación, las palabras del
Papa prosiguen con un "gracias" repetido varias veces, acompañado de
la petición de que no se olviden los derechos de los discapacitados,
especialmente de las mujeres y los jóvenes:
"Gracias en primer lugar
por lo que seguís haciendo por la protección y representación de las víctimas
de accidentes laborales, viudas y huérfanos de los caídos. Gracias por mantener
el foco de atención en la cuestión de la seguridad en el trabajo, donde todavía
se producen demasiadas muertes y desgracias. Gracias por las iniciativas que
promueve para mejorar la legislación civil sobre accidentes laborales y
rehabilitación de personas con discapacidad. En efecto, no se trata sólo de
garantizar una asistencia y una seguridad social adecuadas a quienes sufren
formas de discapacidad, sino también de dar nuevas oportunidades a personas que
pueden reinsertarse y cuya dignidad exige ser plenamente reconocida. Por
último, gracias por su labor de sensibilización de la opinión pública sobre las
políticas de prevención de accidentes y de seguridad, en particular en favor de
las mujeres y los jóvenes".
A pesar de la tecnología, los accidentes no cesan
"Esto sucede cuando el trabajo
se deshumaniza y, en lugar de ser el instrumento mediante el cual el ser humano
se realiza poniéndose a disposición de la comunidad, se convierte en una
exasperada carrera por el beneficio. Las tragedias comienzan cuando el objetivo
ya no es el hombre, sino la productividad. Y el hombre se convierte en una
máquina de producción".
La seguridad
en el trabajo es como el aire que respiramos
Llama a la educación, el Papa, un
área crucial para tratar de prevenir los accidentes laborales:
"Amigos, las tareas educativas
y formativas que tenéis por delante siguen siendo cruciales, tanto respecto a
los trabajadores como a los empresarios y en el seno de la sociedad. La
seguridad en el trabajo es como el aire que respiramos: nos damos cuenta de su
importancia sólo cuando falla trágicamente, ¡y siempre es demasiado
tarde!".
Más allá de la
idolatría del mercado
Luego viene la cita de la parábola
del buen samaritano y la invitación, una vez más articulada por el Papa, a no
alimentar la indiferencia:
"En el mundo del trabajo a
veces ocurre exactamente así: seguimos adelante, como si no pasara nada,
entregados a la idolatría del mercado. Pero no podemos acostumbrarnos a los
accidentes laborales, ni resignarnos a la indiferencia ante ellos. No podemos
aceptar el despilfarro de vidas humanas. Las muertes y lesiones son un trágico
empobrecimiento social que afecta a todos, no sólo a las empresas o familias
implicadas. No debemos cansarnos de aprender y reaprender el arte de cuidar, en
nombre de la humanidad común. La seguridad no sólo está garantizada por una
buena legislación, que hay que hacer cumplir, sino también por la capacidad de
vivir como hermanos y hermanas en el lugar de trabajo."
La humanidad
es un "lugar de culto", el cuerpo no es un desecho
El Pontífice continúa su discurso
con una reflexión más exquisitamente espiritual, citando a San Pablo, donde el
apóstol habla del cuerpo como templo del Espíritu Santo. Si esto es así,
significa que, observa el Papa, "cuidando sus fragilidades, damos alabanza
a Dios". La humanidad es un "lugar de culto" y el cuidado es la
actitud con la que colaboramos en la obra misma del Creador.
"No se puede, en nombre de un
mayor beneficio, exigir demasiadas horas de trabajo, disminuyendo la
concentración, o contar las exigencias de seguro o seguridad como gastos
innecesarios y pérdida de ganancias".
El carewhashing o el lavado de conciencia
"Así anteponen su imagen
pública a todo lo demás, haciéndose benefactores en la cultura o el deporte, en
las buenas obras poniendo a disposición obras de arte o edificios de culto,
pero sin prestar atención al hecho de que, como enseña un gran padre y doctor
de la Iglesia, 'la gloria de Dios es el hombre vivo' (San Ireneo de Lyon,
Contra las herejías, IV, 20, 7). La responsabilidad hacia los trabajadores es
primordial: no se puede comerciar con la vida por ningún motivo, más aún si es
pobre, precaria y frágil. Somos seres humanos y no máquinas, personas únicas y
no piezas de recambio. Y muchas veces algunos trabajadores son tratados como
piezas de recambio."
Al encomendarse a San José, patrón
de los trabajadores, amputados e inválidos, el Papa concluyó reafirmando que
"cada persona es un don para la comunidad y que la mutilación o la
invalidez de una sola persona hiere todo el tejido social".
Antonella Palermo - Ciudad del
Vaticano
Vatican News