La joven estudiante de 25 años, Mahoor Kaffashian, traslada al Papa cómo ha aprendido la virtud de la fortaleza a través de su complicada vida: “Tengo fe, fuerza y coraje”. Nacida en Irán, fue refugiada en Ucrania, donde le sorprendió la guerra.
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| Mahoor Kaffashian. Dominio público |
La joven describió cómo ha
experimentado “la constante sensación de estar sin hogar, sin familia, sin
amigos” y que, tras quedarse “sin casa, sin universidad, sin dinero”, ha
descubierto el concepto de fortaleza.
“No significa que no me sienta cansada, agotada y abatida por el
dolor y la pérdida; sólo que tengo la fuerza, la fe y el coraje para seguir
adelante”, explicó.
En el marco del encuentro del Pontífice con la comunidad
universitaria, que es parte de la Jornada Mundial de la Juventud, otros tres
alumnos compartieron sus inquietudes.
Así, el lisboeta Tomás Virtuoso,
estudiante de Teología y Máster en Economía, expresó cómo considera que a su
generación “se le pide que no ignore las muchas intuiciones que nos ofrece Laudato
si'”, que resumió en cinco aspectos.
El primero, “aportar lo mejor de la ciencia, confiando en el don
divino de la razón, para seguir encontrando soluciones eficaces a los retos que
afrontamos”. En segundo lugar, la idea de “rechazar el progreso tecnológico que
no tenga una fuerte raíz ética y espiritual, que no garantice el respeto de la
dignidad inviolable de la persona y de toda la creación”.
El estudiante también quiso poner el foco sobre la necesidad de
“vivir según las exigencias del bien común, principio estructurador de la
doctrina social de la Iglesia”. Esta idea se conecta con la invitación “a una
conversión de vida” y a “una participación política y social más comprometida,
que pone en el centro la opción preferencial por los pobres”.
La última intuición rescatada por
Tomás Virtuoso de la encíclica Laudato si' es la llamada a
los jóvenes católicos “a afirmar sin miedo que no es posible una auténtica
ecología integral sin Dios, que no puede haber futuro en un mundo sin
Dios”.
En su turno, Mariana Craveiro, de 21 años, relacionó su intervención
con el Pacto Mundial por la Educación impulsado por el Papa Francisco.
Mariana ingresó a la universidad en plena pandemia. Desde su
experiencia solidaria, expresó cómo logró “una comprensión más integradora de
los temas curriculares y más certeza sobre la responsabilidad cívica que
conlleva la educación”.
Este aprendizaje le lleva a decirle al Papa: “Quiero ser
protagonista del cambio y no una joven en la ventana viendo pasar el mundo”,
con el objetivo de poner la profesionalidad en el camino de “ayudar a escribir
nuevas historias y paradigmas para un mundo más justo y creyente”.
“Los jóvenes tenemos un gran deseo de contagiar a los demás y
mostrarles que vale la pena arriesgarse con Dios. Sé que Dios es joven y lo veo
cada día en cada uno de nosotros”, concluyó.
También
tomó la palabra Beatriz Ataíde, estudiante de Filosofía que se siente llamada a
“ayudar a levantar los corazones heridos por el pecado” tras un largo
discernimiento y su “conversión tardía”.
La
joven de 27 años señaló: “La Filosofía surge como el camino a través del cual
Dios me permite asumir cada vez más este cuidado por mis hermanos y por mi
misma, por los que tanto sufre Jesucristo”.
De
esta disciplina académica destacó que sirve “para trabajar las virtudes, pero
también para crear lazos de amistad en la búsqueda común de la Verdad, que es
Cristo, y para combatir el desarraigo cultural”.
Por Nicolás de Cárdenas
Fuente: ACI
