Estar dispuestos a celebrar la santa misa es fundamental para aprovechar todas las gracias espirituales que Dios derrama en quien acude con afán de encontrarse con su Señor
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| Dominio público |
Por eso, deberíamos acudir con todas las disposiciones
debidas, tanto físicas como espirituales, para poder participar
dignamente. ¿Y cómo es eso?, pues se trata de prepararse a conciencia
para ir bien vestidos, porque nuestro encuentro será con el Rey de reyes;
llegar puntuales, guardando el ayuno eucarístico para
poder comulgar; estar atentos, guardar nuestro teléfono y ponerlo en silencio
para no interrumpirnos en ningún momento. Y, sobre todo, disponer nuestro
espíritu para recibir las gracias que solo la Eucaristía puede derramar en
nosotros.
Por eso, hay que hacer notar que la misa debe ser
celebrada sin prisa, pues no hay nada más grande que la Eucaristía. Ahí se hace
presente Jesucristo el Señor en su cuerpo, alma, sangre y divinidad (CEC§1374).
Y eso cuenta para todos los que acuden a la celebración: fieles, lectores,
coro, monaguillos y sacerdotes. San Alfonso María de Ligorio, siendo obispo de
una pequeña diócesis, observó que algunos sacerdotes celebraban la misa en 15
minutos, por eso decidió escribir un tratado en el que destacaba:
«En el altar el sacerdote representa a Jesucristo,
como dice san Cipriano. Pero muchos sacerdotes actuales, al celebrar la Misa,
parecen más bien saltimbanquis que se ganan la vida en la plaza pública. Lo más
lamentable es que aun los religiosos de órdenes reformadas, celebran la Misa
con tal prisa y mutilando tanto los ritos, que los mismos paganos quedarían
escandalizados… Ver celebrar así el Santo Sacrificio es para perder la fe».
Por eso, san Juan Pablo II, en su carta
encíclica Ecclesia de
Eucharistia, hace un llamado a los sacerdotes a celebrar
fielmente la Misa según las normas litúrgicas y a la comunidad de
fieles (a la que pertenecemos todos nosotros) a adecuarse a ellas,
pues de esa manera, dice el Papa santo, demuestran silenciosa pero elocuente su
amor por la Iglesia.
En resumen, asistir a Misa no se trata solo de cumplir
un precepto, sino de tener un verdadero encuentro con Jesús que, por amor, se
ha quedado para siempre con nosotros y que nos espera cada domingo (y en cada
Misa) para darse entero en la Palabra y en el Pan. ¿No merece, pues, que
le obsequiemos un poco de nuestro tiempo, que es suyo, en realidad? Vayamos a
Misa con calma y participemos activamente, que nosotros seremos los
beneficiados de tan inconmensurable amor.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia
