Fulton Sheen escribió y profesó una gran devoción eucarística: sus consejos y costumbres siguen siendo útiles y seguidos por multitud de fieles décadas después de su muerte.
El devoto de la Eucaristía, Fulton Sheen, consagrando en misa. Dominio público |
Escondida en la iglesia, una niña lo observó y decidió acudir cada noche a
escondidas e inclinar su lengua para recibir a Jesús en comunión seguido
de una hora de adoración, lo que repetiría hasta que no quedasen
más hostias profanadas. Pero la última noche, tras culminar su desagravio, fue
descubierta y brutalmente asesinada por uno de los guardias.
Aquel episodio de reparación y
martirio sería años más tarde recordado por el obispo Fulton Sheen, mencionando
a la pequeña como su principal inspiración a la hora de
pronunciar uno de sus votos más conocidos, extensible hasta la muerte: cada
día de su vida pasaría al menos una hora de adoración eucarística, lo
que recomendó a los sacerdotes, religiosos y laicos con los que trataba.
Desde entonces, las enseñanzas y
recomendaciones de Sheen son seguidas por miles de fieles en todo el mundo,
movidos por su utilidad, profundidad y ausencia de caducidad. El teólogo y
escritor Joseph Tuttle ha recogido en el portal Word on Fire algunos
de los consejos de Sheen que pueden ayudar a mejorar la presencia y devoción de
los fieles durante las horas santas y adoraciones:
1º Naturalidad ante todo
En The Priest Is Not His Own,
Sheen cuestionó la "rigidez" de algunos métodos y libros de
meditación que llegan a recomendar una "mecánica división" de la
oración hasta partes, como son "la acción de gracias, la oración de
petición, la de adoración y la de reparación". En opinión de Sheen, este
es un método "innecesariamente artificial" que impide una
"conversación orgánica y que fluye".
Por ello, frente a sistemas o
métodos de oración, el venerable recomienda acudir a la Hora Santa como
si se fuese a "una conversación con un amigo", que "no se
divide en temas rígidos", sino que "fluye y es personal".
"El corazón de cada uno debe constituir el contenido de la oración",
agrega.
2º Los esquemas no siempre son
malos: el caso de la lectio divina
Otro de los principales consejos de
Sheen de cara a la potenciar la Adoración Eucarística es llevar consigo
la Sagrada Escritura. Explica que un buen formato comienza por leer
las Escrituras "hasta que venga un pensamiento". Entonces es el
momento de cerrar el libro y dejar que fluya la oración al respecto. "Pero
no hables tú todo el tiempo. Escucha también. Aprendamos a hablar escuchando y
crezcamos en el amor de Dios escuchando", agrega.
Estrechamente relacionado a la
lectura de las Escrituras se encuentra la lectio divina, que
Benedicto XVI explica detalladamente en Verbum Domini.
Los pasos de la misma son:
·
(Lectio)
se comienza con la lectura del texto, que suscita la cuestión sobre el
conocimiento de su contenido auténtico: ¿Qué dice el texto bíblico
en sí mismo? Sin este momento, se corre el riesgo de que el texto
se convierta sólo en un pretexto para no salir nunca de nuestros pensamientos.
·
Sigue
después la meditación (meditatio) en la que la cuestión es: ¿Qué
nos dice el texto bíblico a nosotros?Aquí, cada uno personalmente, pero
también comunitariamente, debe dejarse interpelar y examinar, pues no se trata
ya de considerar palabras pronunciadas en el pasado, sino en el presente.
·
Se llega
sucesivamente al momento de la oración (oratio), que supone la
pregunta: ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a
su Palabra?La oración como petición, intercesión, agradecimiento y
alabanza, es el primer modo con el que la Palabra nos cambia.
·
Por último,
la lectio divina concluye con la contemplación (contemplatio),
durante la cual aceptamos como don de Dios su propia mirada al juzgar la
realidad, y nos preguntamos: ¿Qué conversión de la mente, del
corazón y de la vida nos pide el Señor?
3º A ser posible, de rodillas
En sus escritos, Sheen se pregunta
en torno a las diversas posturas posibles durante la oración, pudiendo estar de
pie, sentado o de rodillas. Señala que cuando nuestro Señor hizo la
"primera Hora Santa" en Getsemaní, las fuentes recogen que "se
postró en oración". En base a este ejemplo, Sheen indica que siempre
que se pueda "lo mejor es arrodillarse durante la Hora Santa,
porque indica humildad, sigue el ejemplo de
Nuestro Señor en el Huerto, hace expiación por nuestras faltas
y pecados y es un gesto de cortesía ante el Rey de
reyes".
Fuente: ReL