Este pasado 20 de julio la Iglesia Católica celebra al obispo y mártir San Apolinar, quien fue discípulo de San Pedro. El santo llegó a ser muy conocido en los inicios del cristianismo por realizar hechos tan prodigiosos como los mismos Apóstoles
San Apolinar. Crédito: Dominio Público - Wikimedia Commons |
La tradición cuenta
que San Apolinar y San Pedro se conocieron en Antioquía, ubicada en la actual
Turquía, cuando el Apóstol fue a ese lugar a evangelizar. Apolinar dejó el
paganismo y decidió seguir al primado de la Iglesia hasta Roma.
San Pedro lo
envió a Rávena, al noreste de Italia, convirtiéndose en el primer obispo de la
zona.
Cerca de allí
queda hasta ahora la localidad de Classe, donde había un mudo. Cuando el santo
llegó a su casa para sanarlo, se le apareció una mujer endemoniada.
La poseída
buscaba impedir que ingresara gritándole: “¡Vete de aquí, siervo de Dios! ¡Vete
inmediatamente, o haré que te aten de pies y manos, y que te expulsen de la
ciudad!”.
San Apolinar le
llamó la atención al demonio y lo expulsó, liberando a la mujer. Luego se
acercó al mudo, rezó al Señor y el discapacitado empezó a hablar. Se dice que
más de 500 hombres abrazaron la fe tras este prodigio.
El demonio no
se quedó tranquilo y los paganos, molestos, golpearon muy duro al santo
amenazándolo: “¡No se te ocurra volver a pronunciar en esta ciudad el nombre de
Jesús!”. Pero el valiente Apolinar sólo les respondía: “¡Jesús es el Dios
verdadero!”.
Los malvados lo
siguieron torturando y lo echaron sobre carbones encendidos, pero como veían
que él seguía anunciando a Jesús, decidieron botarlo de la ciudad.
Un noble de
Rávena, llamado Rufo, ordenó a sus sirvientes ubicar a Apolinar, ya que su hija
estaba muy enferma. Cuando el santo puso un pie en la casa, la joven murió. De
inmediato Rufo, lleno de tristeza, culpó a Apolinar y veía todo esto como un
castigo de sus dioses.
“Rufo,
serénate; ten calma y escucha. Júrame que si tu hija resucita, no te opondrás
en manera alguna a que ella siga a su Creador”, le dijo Apolinar.
El noble se
comprometió, el santo oró al Señor y la joven volvió a la vida. Luego ella, su
madre y otros más se hicieron cristianos. Además, la hija hizo voto de
virginidad.
El César,
entonces, ordenó que Apolinar rindiera culto a los ídolos. El santo se negó y
fue sometido a diversos castigos y sufrimientos. Esto enfadó mucho a los
cristianos, quienes en una revuelta mataron a más de 200 paganos.
Las autoridades
expulsaron a San Apolinar en un barco, pero tras naufragar, retornó a Rávena.
Fue otra vez atrapado y llevado al templo de Apolo. Al entrar en el recinto, el
santo miró la imagen del dios pagano, la maldijo y el objeto se destruyó.
Muchos otros
prodigios hizo San Apolinar, quien más adelante murió mártir luego de ser
atrapado y golpeado por los incrédulos.
Por Abel
Camasca
Fuente: ACI
Prensa