Francisco aconsejó: Llevar al Señor Jesús a todas partes, con humildad y alegría
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En su homilía, en la misa por la celebración de
los santos Pedro y Pablo, Francisco recuerda cómo ellos respondieron a la
pregunta fundamental de la vida “¿quién es Jesús para mí?”, viviendo el
seguimiento y anunciando el Evangelio. Llevar a Jesús a todas partes, con
humildad y alegría.
En la misa en la solemnidad de los santos Pedro y
Pablo, el Santo Padre recuerda cómo ellos respondieron a la pregunta
fundamental de la vida “¿quién es Jesús para mí?”, viviendo el seguimiento y
anunciando el Evangelio. En esta celebración, es tradición la bendición de los
'palios' que recibirán los Arzobispos metropolitanos nombrados en el curso del
año.
Pedro siguió a Jesús. Pablo anunció
al Señor
Sobre el camino que realizaron estos dos apóstoles, el
Papa dijo que es hermoso si crecemos como Iglesia del seguimiento, como Iglesia
humilde que nunca da por sentado la búsqueda del Señor. Es hermoso si nos
convertimos en una Iglesia en salida, que no encuentra su alegría en las cosas
del mundo, sino en anunciar el Evangelio al mundo, para sembrar la pregunta
sobre Dios en el corazón de las personas.
Francisco aconsejó: Llevar al Señor Jesús a todas
partes, con humildad y alegría: en nuestra ciudad de Roma, en nuestras
familias, en las relaciones y en los barrios, en la sociedad civil, en la
Iglesia, en la política, en el mundo entero, especialmente allí donde anidan la
pobreza, la degradación y la marginación. Y, hoy -dijo- en el momento en
que algunos de "nuestros hermanos arzobispos reciben el palio, signo de
comunión con la Iglesia de Roma, quisiera decirles":
“Sean apóstoles como Pedro y Pablo. Sean discípulos en el seguimiento y
apóstoles en el anuncio, lleven la belleza del Evangelio a todas partes, junto
con todo el Pueblo de Dios”
Entre los presentes, se encontraba una Delegación del
Patriarcado Ecuménico, enviada por su Santidad Bartolomé, a quien el Papa
saludó al final de la homilía, y agradeció por su presencia: "avancemos
juntos, en el seguimiento y el anuncio de la Palabra, creciendo en
fraternidad", afirmó también: "que Pedro y Pablo nos acompañen e
intercedan por nosotros".
Celebrando a Pedro y Pablo
“Estamos celebrando a Pedro y a Pablo, dos Apóstoles
enamorados del Señor, dos columnas de la fe de la Iglesia. Y mientras contemplamos
sus vidas, el Evangelio de hoy nos presenta la pregunta que Jesús hace a sus
discípulos: «¿Quién dicen que soy?» (Mt 16,15). Esta es la pregunta
fundamental, la más importante: ¿quién es Jesús para mí? ¿Quién es Jesús en mi
vida? Veamos cómo respondieron a esta pregunta los dos Apóstoles”. Es con estas
palabras con las que el Papa Francisco hace reflexionar a los presentes en la
Basílica vaticana en la solemnidad de los santos Pedro y Pablo.
“La respuesta de Pedro podría resumirse en una
palabra: seguimiento. Pedro vivió en el seguimiento del Señor.
Cuando Jesús interrogó a los discípulos aquel día en Cesarea de Filipo, Pedro
respondió con una hermosa profesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo» (Mt 16,16)”.
Una respuesta impecable, precisa, puntual, podríamos
decir una perfecta respuesta de "catecismo", señaló Francisco. Pero
esa respuesta es fruto de un camino. Sólo después de haber vivido la fascinante
aventura de seguir al Señor, después de haber caminado con Él y en pos de Él
durante tanto tiempo, Pedro llega a esa madurez espiritual que lo lleva, por
gracia, a una profesión de fe tan lúcida.
"De hecho, el mismo evangelista Mateo nos cuenta
que todo empezó un día en que, a orillas del mar de Galilea, Jesús pasó por
allí y lo llamó, junto con su hermano Andrés, e «inmediatamente, ellos dejaron
las redes y lo siguieron» (Mt 4, 20). Pedro lo dejó todo para
seguir al Señor".
Y el Evangelio subraya que lo hizo
"inmediatamente": Pedro no le dijo a Jesús que se lo pensaría, no
hizo cálculos para ver si le convenía, remarcó el Papa, no puso excusas para
demorar la decisión, sino que dejó las redes y lo siguió, sin pedir de antemano
ninguna seguridad. Todo lo iría descubriendo día a día, al seguir a Jesús y
caminar tras Él. Y no es casualidad que las últimas palabras que Jesús le
dirige en los Evangelios sean: «Tú sígueme» (Jn 21,22).
Sigamos a Jesús sin excusas como
Pedro
Más adelante, Francisco recuerda que Pedro, nos dice
que a la pregunta "¿quién es Jesús para mí?", no basta responder con una
fórmula doctrinal impecable, ni siquiera con una idea que nos hayamos
construido de una vez por todas. No. Es siguiendo al Señor como aprendemos a
conocerlo cada día; aseveró Francisco, es haciéndonos sus discípulos y
acogiendo su Palabra la manera en que nos convertimos en sus amigos y
experimentamos su amor transformador.
"Ese 'inmediatamente' resuena también para
nosotros: si podemos posponer tantas cosas en la vida, el seguimiento de Jesús
es inaplazable; ahí no podemos dudar, no podemos poner excusas. Y cuidado,
porque algunas excusas se disfrazan de espiritualidad, como cuando decimos 'no
soy digno', 'no soy capaz', '¿qué puedo hacer yo?'. Esto es un truco del
demonio, que nos roba la confianza en la gracia de Dios, haciéndonos creer que
todo depende de nuestras capacidades".
Para seguir a Jesús, el Pontífice nos recuerda que
debemos despojarnos de nuestras seguridades terrenales, inmediatamente, y
seguir a Jesús cada día: esta es la encomienda que Pedro nos confía hoy,
invitándonos a ser Iglesia-en-seguimiento, afirmó. Una Iglesia que desea ser
discípula del Señor y humilde servidora del Evangelio.
"Sólo así podrá dialogar con todos y convertirse
en lugar de acompañamiento, cercanía y esperanza para las mujeres y los hombres
de nuestro tiempo. Sólo así, incluso aquellos que están más alejados y a menudo
nos miran con desconfianza o indiferencia, podrán finalmente reconocer, con el
Papa Benedicto: «La Iglesia es el lugar del encuentro con el Hijo de Dios vivo,
y así es el lugar de encuentro entre nosotros» (Homilía en el II domingo de
Adviento, 10 diciembre 2006)".
Pablo: anunció al Señor
Al hablar de Pablo, el Santo Padre dijo que: si la
respuesta de Pedro consistió en el seguimiento, la de Pablo fue el anuncio, el
anuncio del Evangelio.
"También para él todo comenzó por gracia, con la
iniciativa del Señor. En el camino de Damasco, mientras llevaba a cabo con
feroz determinación la persecución de los cristianos, atrincherado en sus
convicciones religiosas, Jesús resucitado le salió al encuentro y lo dejó ciego
con su luz, o, mejor dicho, gracias a esa luz Saulo se dio cuenta de lo ciego
que estaba: encerrado en el orgullo de su rígida observancia, descubrió en
Jesús el cumplimiento del misterio de la salvación".
A partir de allí, dijo el Papa: Pablo, comparado con
la sublimidad del conocimiento de Cristo, considera en adelante como
"desperdicio" todas sus certezas humanas y religiosas (cf. Flp 3,7-8).
Así, Pablo dedica su vida a recorrer tierra y mar, ciudades y aldeas, sin
importarle sufrir penurias y persecuciones con tal de anunciar a Jesucristo.
"Viendo su historia, parece que cuanto más
anuncia el Evangelio, más conoce a Jesús. El anuncio de la Palabra a los demás
también le permite penetrar en las profundidades del misterio de Dios; el Pablo
que escribió «¡ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1Co 9,16)
es el mismo que confiesa «para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21)".
Pablo, entonces, nos dice que a la pregunta
"¿quién es Jesús para mí?" no se responde con una religiosidad
intimista, que nos deja indiferentes ante la inquietud de llevar el Evangelio a
los demás, señala por último Francisco. El Apóstol nos enseña que crecemos en
la fe y en el conocimiento del misterio de Cristo cuanto más somos sus heraldos
y testigos.
"Esto sucede siempre: cuando
evangelizamos, somos evangelizados. La Palabra que llevamos a los
demás vuelve a nosotros, porque en la medida en que damos, recibimos mucho más
(cf. Lc 6, 38). Esto también es necesario para la Iglesia de
hoy: poner el anuncio en el centro. Ser una Iglesia que no se cansa de repetir
"para mí la vida es Cristo" y "ay de mí si no predico el
Evangelio". Una Iglesia que necesita el anuncio como el oxígeno para
respirar, que no puede vivir sin transmitir el abrazo del amor de Dios y la
alegría del Evangelio".
Patricia Ynestroza - Ciudad del Vaticano
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