En Roma, en la Casa "Regina Mundi", se conserva la camiseta ensangrentada que el Papa Juan Pablo II llevaba el 13 de mayo de 1981, el día del atentado de Ali Agca.
Dominio público |
En un tranquilo barrio de Roma
(Italia), entre el Vaticano y el Policlínico Gemelli, se encuentra la Casa
"Regina Mundi", antigua sede Provincial de las Suore della Carità (via Francesco Albergotti 75, Quartiere Aurelio).
Allí se alojan algunas hermanas ancianas y enfermas y se realizan obras de
caridad. Pero pocos saben que es uno de los santuarios de San Juan Pablo II,
pues en su capilla se conserva la camiseta empapada en sangre que el Papa
polaco llevaba el 13 de mayo de 1981, el día del atentado de Ali Agca.
El
periodista polaco Wlodzimierz Redzioch habló de esta particular reliquia con la
responsable de la "Regina Mundi", sor Beatrice Priori, quien se
transformó en custodia de la prenda en 2000 cuando se la entregó una enfermera
del Policlínico Gemelli, Anna Stanghellini.
Sor Beatrice, ¿quién era Anna
Stanghellini?
En 1964, siendo joven, Anna
Stanghellini vino aquí al noviciado y permaneció cuatro meses. Al principio
pensó en hacerse Hija de la Caridad, pero más tarde se dio cuenta de que ése no
era su camino y volvió con su familia. Como era enfermera, empezó a trabajar en
el hospital Gemelli. No se casó y se instaló en un pequeño piso cercano. Cuando
se jubiló, se encontró completamente sola. Así que, en 1996, pidió vivir su
vejez con nosotros. Fue aceptada como laica consagrada. Trajo consigo sus pocas
pertenencias, entre ellas un manojo de toallas que guardaba en casa desde el
día del atentado contra Juan Pablo II.
¿Las monjas no sabían nada?
Una noche, en marzo de 2000, me pidió que la acompañara a su habitación. Pensé que quería hablar conmigo. En cambio, estando en la habitación sacó del armario un paquete blanco con un sobre y me dijo: "Aquí está la camiseta que llevaba Juan Pablo II el día del atentado".
¿Cómo acabó esta camiseta en manos de
una enfermera del Policlínico Gemelli?
El 13 de mayo de 1981, Anna trabajaba en la sala de cirugía. No sabía que ese día el turco Ali Agca intentaría asesinar a Juan Pablo II. Se dio cuenta de lo que había ocurrido en la plaza de San Pedro cuando la ambulancia vaticana que transportaba al Papa herido atravesó la puerta del policlínico. El quirófano estaba listo, pero antes de comenzar la operación era necesario desvestir al Papa. Para no perder un tiempo precioso, cortaron la camiseta de algodón de Wojtyła y la tiraron al suelo junto con las gasas empapadas en sangre. Anna no resistió pensar que esa prenda terminaría en la basura. Primero la envolvió en una gasa limpia, luego en una toalla blanca y la guardó en su taquilla, sin decir nada a nadie. La guardó hasta que decidió entregármela en 2000.
¿Qué le dijo en aquella ocasión?
Me dijo que no era el momento de hacer publicidad, que ya llegaría el momento. “No hables de ello en absoluto", añadió.
¿Y qué hizo usted?
Fui a mi despacho con este "regalo" y lo guardé en el armario. Me di cuenta de que tenía algo importante entre manos, porque estaba convencida de que un día aquella camiseta manchada de sangre se convertiría en una verdadera reliquia de Juan Pablo II. Junto con una hermana mía, decidimos conservarla mejor, así que hicimos colocar la camiseta en un lugar seguro: dentro de un marco sellado y protegido por un cristal.
¿No tenían dudas sobre la autenticidad
de la camiseta?
Teníamos la declaración escrita de Stanghellini atestiguando la autenticidad de la prenda. Yo también escribí una declaración contando todo lo que me había pasado. Pero tras la muerte de Anna en 2004 y la de Juan Pablo II, decidí mostrar la prenda al Vaticano para obtener un certificado de autenticidad. Finalmente decidí ir al Vaticano a ver al arzobispo Piero Marini, maestro de ceremonias litúrgicas papales. El monseñor me pidió que dejara la camiseta, añadiendo que el objeto no nos pertenecía. No estuve de acuerdo con él y le respondí: "Este objeto fue salvado, guardado y entregado a nosotras". Pero al final la dejé con gran pena, porque estaba convencida de que nunca recuperaría aquel precioso recuerdo.
Pero la camiseta de Juan Pablo II
volvió a ustedes...
Unos días más tarde, el maestro de ceremonias me llamó, pidiéndome que recogiera la camiseta papal. Corrí al Vaticano para recuperarla.
¿Qué hizo con la camiseta?
La camiseta se colocó en uno de los pequeños altares laterales de la gran capilla de nuestra casa.
El 1 de mayo de 2011, al ser
beatificado Juan Pablo II, la camiseta se convirtió en una reliquia muy
especial...
Sí, es cierto. Detrás del cristal se puede ver la camiseta del atentado cortada por ambos lados con manchas oscuras de sangre a la altura del abdomen, en el fondo hay tres agujeros, lo que indica que la prenda estaba doblada cuando fue atravesada por la bala que disparó con su arma Ali Agca, y manchas rojas de desinfectante. En el cuello se ven claramente las iniciales "JP" bordadas con un hilo rojo.
De este modo "Regina Mundi"
se ha convertido en uno de los santuarios de San Juan Pablo II...
Es cierto. Antes de la pandemia venía mucha gente. El flujo se detuvo con el Covid, pero luego volvió a empezar.
¿Quién viene a rezar ante esta
reliquia de un Papa santo?
La gente sabe que conservamos esta reliquia gracias al boca a boca. Otros han oído hablar de ella gracias a algún artículo o entrevista en la radio o la televisión. También permitimos que se celebre misa en este altar si algún sacerdote lo pide. Mucha gente viene en el aniversario del atentado, la última vez para el 40, en 2021.
¿Qué significa para ustedes hermanas
tener esta particular reliquia de San Juan Pablo II en la capilla?
Es un don y una responsabilidad. Es un
don porque nos sentimos honradas de custodiar una reliquia tan preciosa y
significativa de un Papa santo; una responsabilidad porque nos hemos puesto a
disposición para acoger a las personas que vienen aquí a rezar. Personalmente,
cuando miro la camiseta ensangrentada de Juan Pablo II, pienso también en su
gran capacidad de perdonar. El hombre que disparó lo hizo para matar. Pero el
Papa perdonó... Es una de las grandes lecciones de San Juan Pablo II.
Fuente: Portaluz