A la hora del Regina Caeli, tras la misa en la plaza Kossuth Lajos de Budapest, el Pontífice rezó a la Virgen encomendándole al pueblo húngaro, el futuro de todo el continente europeo y, en especial, a los pueblos ucraniano y ruso "consagrados a Ti"
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De pie, ante el icono de la Virgen,
Magna Domina Hungarorum, venerada como patrona y protectora de Hungría, el Papa
elevó una súplica universal por el continente europeo, desgarrado por
conflictos, divisiones, tensiones, perspectivas nefastas para el futuro.
“Santísima
Virgen, mira a los pueblos que más sufren. Mira sobre todo al cercano y
martirizado pueblo ucraniano y al pueblo ruso, consagrados a ti”
El Papa rezó el Regina Caeli con
los 50.000 fieles congregados en la plaza Kossuth Lajos de Budapest, último
acto de la mañana antes de trasladarse a la Nunciatura. Antes de la oración
mariana, se dirigió a la Virgen, a cuyo Corazón Inmaculado, el 25 de marzo de
2022, había consagrado Rusia y Ucrania, implorando el fin del conflicto. Y hoy
volvió a pedir su intercesión.
“Desde esta
gran ciudad y desde este noble país quisiera confiar de nuevo a su corazón la
fe y el futuro de todo el continente europeo, en el que he estado pensando
estos días y, de modo particular, la causa de la paz”
“Tú eres la Reina de la paz,
continuó el Obispo de Roma, infunde en los corazones de los hombres y de los
responsables de las naciones el deseo de construir la paz, de dar a las jóvenes
generaciones un futuro de esperanza, no de guerra; un futuro lleno de cunas, no
de tumbas; un mundo de hermanos, no de muros”.
Antes de dirigirse a la Madre de
Dios, el Pontífice agradeció a sus hermanos obispos, sacerdotes, consagradas
y consagrados, “y a todo el amado pueblo húngaro, por la acogida y el
afecto que he sentido en estos días”. Manifestó también su gratitud “a los que
han venido desde lejos y a los que han trabajado tanto y tan bien por esta
visita.
A todos les digo”: köszönöm,
Isten fizesse! [¡gracias, que Dios los recompense!]
El Papa no olvidó a los enfermos y
los ancianos, a quienes no pudieron estar presentes, a quienes se sienten solos
y han perdido la fe en Dios y la esperanza en la vida. “Estoy cerca de ustedes,
rezo por ustedes y los bendigo”, les aseguró.
En primer
lugar la caridad
A los diplomáticos y a los hermanos
y hermanas de otras confesiones cristianas, el Papa les agradeció “por su
presencia” y “porque en este país diversas confesiones y religiones se
encuentran y se sostienen recíprocamente”. Y añadió:
“Es hermoso
que las fronteras no representen barreras que separan, sino zonas de contacto;
y que los creyentes en Cristo pongan en primer lugar la caridad que une y no
las diferencias históricas, culturales y religiosas que dividen. Nos congrega
el Evangelio y es volviendo allí, a las fuentes, donde el camino entre los
cristianos proseguirá según la voluntad de Jesús, Buen Pastor, que nos quiere
unidos en un solo rebaño”
Finalmente, la oración a la Virgen
María:
“Acudimos a
ti, Santa Madre de Dios: después de la resurrección de Jesús acompañaste los
primeros pasos de la comunidad cristiana, haciéndola perseverante y unánime en
la oración. Así mantuviste unidos a los creyentes, preservando la unidad con tu
ejemplo dócil y servicial. Te pedimos por la Iglesia en Europa, para que
encuentre la fuerza de la oración; para que descubra en ti la humildad y la
obediencia, el ardor del testimonio y la belleza del anuncio. A ti te
encomendamos esta Iglesia y este país. Tú, que exultaste por tu Hijo
resucitado, llena nuestros corazones de su alegría.”
Tras rezar a María, el Papa saludó
a todos los fieles con estas palabras:
Queridos
hermanos y hermanas, les deseo que difundan la alegría de Cristo: Isten
éltessen! [¡Felicidades!]. Agradecido por estos días, los llevo en el corazón y
les pido que recen por mí. Isten áld meg a magyart! [¡Que Dios bendiga a los
húngaros!]
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