Con la llegada de la Semana Santa, presentamos algunas de las reliquias de la Pasión de Cristo que se encuentran en Roma, la Ciudad Eterna
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Fragmentos de la cruz de Cristo en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén |
A lo largo de la historia, estas reliquias han sido veneradas
por los católicos de todas partes del mundo y, aunque la Iglesia no obliga a
creer en su autenticidad, ayudan a representar lo que un día ocurrió, trayendo
al presente un momento concreto de la historia de nuestra fe.
La Biblia
enseña que Dios actúa también a través de las reliquias, y
Roma alberga muchas de ellas, la mayoría custodiadas en las más grandes e
importantes basílicas, aunque suelen mostrarse en pequeñas y
recónditas capillas que invitan al recogimiento.
Es lo que ocurre en la Basílica
de la Santa Cruz de Jerusalén, uno de los templos
más conocidos de la Ciudad Eterna debido, principalmente, a los tesoros
espirituales que guarda entre sus muros.
A través de uno de los laterales de
la iglesia se puede acceder a la llamada “capilla de las reliquias”, donde,
protegidos tras una vitrina, se conservan algunos de los objetos más
importantes del catolicismo.
Fragmentos de la Cruz de
Cristo
Fueron trasladados desde Jerusalén a
Roma gracias a Santa Elena, madre del emperador romano Constantino, que durante
un viaje a Tierra Santa, en torno al año 326, encontró algunos de estos
elementos ligados a la Pasión de Cristo.
De hecho, dentro de la basílica hay
una capilla dedicada a esta santa, cuyo pavimento fue cubierto con tierra
proveniente de Tierra Santa.
Según la tradición, Santa Elena localizó el Calvario gracias a los testimonios
de los habitantes de Jerusalén, que habían guardado la memoria del punto exacto
a pesar del intento de desvirtuar el lugar mediante la construcción de un
templo pagano.
En sus indagaciones, Santa Elena
localizó numerosas cruces, ya que el Calvario era un punto habitual de
ajusticiamiento. Para averiguar cuál era la verdadera Cruz de Cristo hizo
colocar unos fragmentos junto a una mujer agonizante que, al tocarlos, se
recuperó de su enfermedad.
Esos tres fragmentos son los que se
custodian hoy en el relicario del año 1800 en esta capilla de la Basílica de la
Santa Cruz de Jerusalén.
Además, la capilla también alberga
uno de los clavos con los que los soldados fijaron a Cristo en la
Cruz.
La corona de espinas
Cuenta San Juan en su Evangelio: “Pilato entonces tomó a Jesús y mandó
azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la
cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a él, le decían:
‘Salve, Rey de los judíos’. Y le daban bofetadas” (Jn 19,1-3).
Dos de estas espinas también se
encuentran en dicha capilla romana.
Titulus Crucis
Otra de las
reliquias allí custodiada es la tabla con el mensaje en hebreo, griego y latín:
“Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”, conocida con el nombre de Titulus
Crucis y ordenada colocar por Pilato en lo alto de la Cruz de
Cristo.
La procedencia de la tabla no está
clara, pero se piensa que fue trasladada a la basílica en el siglo VI. En ella
todavía se conserva la inscripción "I. NAZARINVS RE".
El dedo de Santo Tomás
Quien visite esta capilla podrá ver
asimismo un fragmento del patíbulo del buen ladrón y el dedo de Santo Tomás con
el que tocó la llaga de Cristo para poder creer que había resucitado: “Tomás,
aquí tienes mis manos, mete tus dedos, aquí tienes mi llaga” (Jn 20,27), relata
el Evangelio de San Juan.
También en una capilla lateral,
junto a la de las reliquias de la Pasión, es posible admirar una reproducción
moderna de la Síndone de Turín o Santo Sudario.
Otras reliquias de la Pasión de Cristo en Roma
A pocos metros de esta basílica se
encuentra la de San Juan de Letrán, la catedral de la diócesis de Roma y la
sede episcopal del Papa.
En el lateral izquierdo del altar
principal, hay una capilla que alberga un trozo de la mesa donde Cristo celebró
la Última Cena.
Además, en
el exterior de la basílica está la llamada Escalera Santa o Santo
Sanctorum, compuesta por los 28 peldaños que Jesús
subió antes de ser condenado a muerte en el Palacio de
Poncio Pilato.
Otro templo, esta vez la basílica romana de Santa Práxedes,
alberga la columna donde Jesucristo fue flagelado. Es de pequeño tamaño y la
tradición señala que se debe a que de esta manera los soldados obligaban a
Jesús a estar con el dorso plegado, lo que hacía que el dolor de los azotes
fuera mayor.
Un fragmento de la parte superior de
la columna fue entregado a Luis IX de Francia a cambio de tres de las espinas
de la Corona de Cristo. Dos de ellas se encuentran en la Santa Cruz de
Jerusalén y el paradero de la tercera todavía se desconoce.
Otra de las reliquias de la Pasión
de Cristo es un fragmento de la lanza con la que el centurión Longinos atravesó
el costado de Jesús. Está bañada en oro y se guarda en la Basílica de San
Pedro, sobre la estatua de Santa Elena, en uno de los cuatro pilares de la
cúpula central. Fue un sultán turco quien la donó al Papa Inocencio VIII.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa