Con datos de 22 países, Vanderweele lo constata: más práctica, menos suicidios y rupturas
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ReL |
El diario El
Mundo entrevistó el pasado domingo a Tyler Vanderweele,
catedrático de epidemiología de la Universidad de Harvard y graduado
en Matemáticas, Filosofía, Teología, Finanzas y Bioestadística por las
universidades de Oxford, Pennsylvania y Harvard.
Una eminencia en la
materia, de visita en España, que reconoce que la reciente oleada
de suicidios en Occidente tiene uno de sus orígenes en la falta de
religiosidad del hombre actual.
Veinteañeros: los más infelices
Vanderweele lidera un grupo de
investigación que recopila métricas sobre el bienestar de la sociedad.
Unos datos que están revelando algo inquietante. Mientras tradicionalmente
fueron los adultos de mediana edad los más infelices, ahora, por
primera vez, son los actuales veinteañeros los más infelices.
"La realización
personal consiste en que todos los aspectos de la vida de una persona sean
positivos. Incluye la salud mental, pero también la salud física, la
felicidad, el sentido y el propósito vital y unas relaciones
sociales cercanas. Además, hay que tener los medios financieros para sostener
todo eso", comienza diciendo, sobre todo lo que engloba el
concepto "salud mental".
Respecto a los
motivos de la infelicidad actual de los jóvenes, el experto tiene varias
razones: "Hay una parte relacionada con la pandemia. Cuando
llegaron las restricciones, los mayores ya tenían afianzadas sus relaciones
sociales y las pudieron extender virtualmente. Pero, en el caso de los
jóvenes, estaban en el momento de la vida en que se hacen amigos.
Durante dos años esto estuvo restringido".
"Otra
explicación es la cantidad de tiempo que pasan frente a las pantallas,
además de que se ha vuelto muy evidente que la participación en las redes
sociales contribuye negativamente al bienestar. Por otro lado, los jóvenes de
Estados Unidos y Europa sienten que es difícil abrirse camino en la
vida y que no tienen las mismas oportunidades que sus padres. Se están
enfrentando en una etapa muy temprana de su vida a la pandemia, la guerra en
Ucrania, el cambio climático... Los adultos vivieron décadas más
estables", añade.
"Por último,
nuestra investigación indica que tanto el matrimonio como la
participación en una comunidad religiosa están poderosamente relacionados con
muchos aspectos del bienestar. Y en Estados Unidos y Europa Occidental, las
tasas de matrimonio están disminuyendo y la participación en
comunidades religiosas, también", reconoce.
Sobre este último
motivo, el catedrático da un dato muy llamativo. "Quienes participan
regularmente en comunidades religiosas tienen un 30% menos de riesgo de
morir durante 15 años y de sufrir depresión, una probabilidad cinco
veces menor de suicidarse y la mitad de probabilidades de
divorciarse", asegura.
Menos apoyo comunitario
"Es una cuestión
social, porque proporciona un foro para el compromiso de la comunidad para
desarrollar relaciones de apoyo en momentos malos. Probablemente esté
también relacionada con comportamientos más saludables. La participación en la
comunidad religiosa afecta a tantos aspectos diferentes de la vida de una
persona que se obtienen grandes efectos en salud y bienestar",
comenta.
Aunque son datos de
EE.UU, Vanderweele reconoce que está recabando cifras similares en otros
países. "En este momento estamos recopilando precisamente datos
similares en 22 países diferentes que representan aproximadamente la
mitad de la población mundial. España es uno de esos países. Creo que veremos
patrones bastante similares, al menos en Europa, pero no en África,
Asia o Sudamérica", apunta.
"En Estados
Unidos hemos visto un crecimiento de la tasa de suicidios y, si proyectamos los
resultados de las investigaciones en participación religiosa y
suicidios, parece que un 40% del aumento de los suicidios se debe a la
caída de la participación religiosa. Así que cuando los suicidios están
aumentando, es porque algo está ocurriendo desde un punto de vista cultural y
existencial", relata.
Sobre la idealización
del sistema de bienestar occidental, el experto lo tiene claro. "Un
sistema de bienestar social es realmente valioso, pero desde el punto de vista
del bienestar en su conjunto, no deberíamos descuidar otros aspectos
como la felicidad, el significado de la vida, el carácter o las relaciones.
Los sistemas de bienestar deben diseñarse para no desincentivar el
trabajo, porque aunque el trabajo a menudo satisface las necesidades
materiales y de ingresos, va más allá. Da un sentido a la vida y
es una forma de entablar relaciones", afirma.
Sobre qué medidas se
pueden tomar, el experto enumera algunas. "Mi sueño sería que legisladores
y políticos tuviesen en cuenta la perspectiva del bienestar y la
realización en la toma de decisiones, no solo el crecimiento económico. Las
decisiones políticas se han basado principalmente en cómo afectan a la economía
o el PIB. Pero, ¿cómo impactan en la felicidad y las relaciones humanas? Preguntarse
esto sería un gran cambio (...)", expone.
"Aunque tuviésemos un crecimiento económico
algo más bajo, la gente sería más feliz. Si miras la satisfacción con la vida,
los países más ricos son más felices que los pobres. Pero si atiendes al sentido y el
propósito, los países en vías
de desarrollo presentan niveles más altos. Estamos priorizando el crecimiento
económico y dejando atrás las cuestiones de las relaciones sociales, el
carácter, el sentido de la vida. Debemos preguntarnos cómo podemos
conseguir un crecimiento económico que no comprometa nuestro sentido de la
vida", apunta.
Fuente: Religión en Libertad