Separado de su esposa, ha podido vivir en castidad gracias a la misa, la comunión y el rezo del santo rosario
![]() |
Cortesía |
Ella buscó la nulidad de su
matrimonio, pero él está seguro de que ella siempre será su esposa y siempre
orará por ella, para que tal vez algún día regrese…
Rafael García Flores, nació en la
Ciudad de México, tiene 48 años y es padre de dos hijos. Vive actualmente
en Detroit (Michigan, Estados Unidos). Vive separado de
su esposa. Es un sobreviviente del divorcio, pero ante Dios siempre tendrá una
esposa. A pesar de todos sus sufrimientos y complicaciones, ha encontrado en la
mirada de la Virgen
de Guadalupe un refugio de castidad y de servicio a su prójimo. Esta
es su historia.
Vivir como separado
Rafael tiene estudios de
ingeniería y también estudió una maestría en Ingeniería electrónica en Nuevo
México. Tiene dos hijos. Actualmente vive separado de su esposa. Un divorcio
los separó del sacramento del matrimonio. Ella después se casó nuevamente,
explica Rafael.
«Yo sigo como padre de familia y
sigo orando por ella; y ahora me enfoco mucho en mis hijos. Realmente el cambio
que hubo en mi vida, después de casi ocho años, fue el reencuentro con mi fe.»
«Como bien dicen, ‘de lo malo,
siempre hay algo ahí escondido’, y yo lo he encontrado gracias a este evento de
la vida.»
Heridas en el corazón
Rafael comparte que la
separación, el divorcio de su esposa, fue doloroso para él y para sus
hijos, que en ese entonces eran pequeños (de 2 y 4 años de edad).
Pero para Rafael, esta separación
ha contribuido a un cambio radical en lo que estaba haciendo antes y en sus
prioridades.
«Realmente fue un sufrimiento,
pero creo que fue una puerta que se abrió desde que yo dejé de vivir mi fe como
algo sólo de domingo, algo que estaba ahí sólo por tradición y después del
dolor del divorcio, se convirtió en una convicción muy fuerte.»
Dolor y conversión
Para Rafael, esa conversión
cambió su relación con Jesús, con sus hijos y con sus papás.
«Ellos encontraron otras cosas a
través de mi conversión, ellos tuvieron su conversión también», declara.
Su papá falleció hace tres años,
pero le dijo a Rafael en su lecho de muerte que realmente fue una bendición el
que haya sucedido esta separación y divorcio a pesar del sufrimiento que pasó,
porque de esto vino todo lo demás, todas las gracias y bendiciones.
«Con todas las personas creo que
he cambiado, he encontrado lo que tengo que hacer. He puesto mis prioridades y
entiendo que ahora es tratar de hacer lo mejor por los demás, no por nosotros.
Realmente he encontrado mucha paz.»
El día en que su esposa se marchó
El día que sucedió la separación,
el momento en que se fue su esposa, el abandono, fue un momento bastante
inesperado. Esa semana fue un proceso decisivo en su vida, recuerda Rafael.
«Gracias a Dios nuestros padrinos
de boda son amigos míos. Entonces ese mismo día los contacté y me ofrecieron su
casa para estar en ese momento y al día siguiente fuimos a misa.»
Un regalo inesperado: El poder
del santo rosario
Recuerda Rafael que al salir de
misa llegó una persona que, sin preguntar, le dijo: «Ten esto». Era un
escapulario rosario, y desde ese día, lo conserva. Nunca supo quién fue esa
persona y de dónde salió.
«Y ahí empezó toda mi conversión.
Desde hace ocho años no he dejado de rezar el rosario.»
«Yo nunca había rezado el rosario
con mis padres, pero desde ese día, empecé a rezarlo diario.»
«Mis papás se unieron y mi papá
murió rezando el rosario.»
Relata Rafael que su papá murió
de cáncer, pero pudo conversar con él mucho y platicar. Su padre comulgó todos
los días y el último día de su vida fue el sacerdote a su casa y le dio la
comunión. Rafael considera que este suceso es un milagro del Santo Rosario.
«El rosario es la espada, pero el
rosario bien rezado, porque podemos repetirlo sin entender lo que estamos
diciendo”.
«El rosario, el Ave María,
realmente es una oración a Jesús.»
«La santa misa y comulgar es
fundamental»
Rafael comulga cada semana y,
normalmente, más de una vez va a misa entre semana. Los viernes va con sus
hijos a misa en inglés. Los sábados va a la iglesia que está cerca, en la
parroquia de la Sagrada Familia, a la misa en español, y los domingos participa
en una misa en latín.
«Más o menos así se mueven mis
fines de semana. La misa es la oración más grande, es la que nos tiene que
cambiar. Es participar y cambiar para ser mejores», asegura.
La castidad es posible para un
divorciado
Rafael confiesa algo muy
personal: «He vivido en castidad todo este tiempo que he estado separado y
divorciado.»
«No me queda la menor duda
-opina- de que la mayoría de los matrimonios católicos no viven un matrimonio
de castidad y de entrega. Mi matrimonio no lo viví de una manera católica
pero ahora me mantengo en castidad gracias a los sacramentos.»
Errores
Rafael entendió que tuvo que
haber cambiado mucho antes; y como todo pecador, reconoce que a veces se cae,
pero tiene claro adónde tiene que ir a reconciliarse: «Les digo a mis
hijos que somos imperfectos, pero la grandeza de ser imperfectos es reconocer y
poder ir a buscar ayuda a Jesús, y esa ayuda es el perdón.»
Respecto a sus hijos, explica que
«a ellos les tocó sufrir desde temprano y yo les he dicho que en la vida seguro
naces, mueres y vas a sufrir. Entonces, si ya sabemos eso y sabemos que el
sufrimiento probablemente más grande, va a venir de las personas que más
queremos, entonces qué hacemos con ese problema. Pues la solución es el perdón.«
«Amor sin sufrimiento no es amor
y el sufrimiento nos tiene que llevar al perdón. Y eso lo saben mis hijos sin
que lo hayan leído en ningún libro.»
El perdón: «Estaría dispuesto a
recibirla de nuevo»
Para Rafael, el perdón no es algo
que digas «hoy perdono y se acaba». El perdón se da a diario, porque el
recuerdo siempre está. Entonces, el perdón se da cada mañana. Es la
elección de perdonar constantemente.
«Cuando me preguntan si aún amo a
mi esposa… Yo creo que todos amamos a nuestra esposa, aunque ella se haya
vuelto a casar. La amo, pero la manera en que la amo es diferente.»
«Y sí estaría dispuesto -añade- a
recibirla de nuevo, claro que sí, habría un proceso de sanación adicional,
pero no veo por qué no. Si ella está encontrando a Jesús, sí, pero si no, pues
para qué voy a regresar al mismo pasado donde vivía alejado de Dios.»
¿Volverse a casar?
Él no había pensado volver a
casarse. No lo había pensado así los primeros años, pero su esposa buscó una
anulación y la Iglesia le dijo que no.
«Yo por mi lado no la estaba
buscando, pero mi esposa la buscó y fue rechazada.»
Recuerda Rafael: «Con eso
seguimos algunos años, pero cinco años después del rompimiento yo dije:
‘¿Señor, quieres que cargue esta cruz? Me tienes que decir qué quieres que
haga’. Fue un Viernes Santo, había una cruz grande y había dos personas
cargando la cruz, una del lado izquierdo y una del lado derecho. Yo estaba en
las bancas del lado izquierdo y le dije al Señor: ‘Si quieres que cargue esta
cruz, tienes que decirme’.»
Entonces ocurrió algo inesperado.
Del lado derecho se cansó una
persona y otra se ofreció a ayudarle. De mi lado había otra persona y sentí el
llamado de ayudarle. Recuerdo que le dije: ‘Si quieres que cargue esa cruz,
ayúdame a cargarla, pero me tienes que llamar por nombre’. Y en ese momento la
persona que estaba cargando la cruz del lado derecho me dijo: ‘Rafael, ven
a cargar la cruz’.»
Fue una respuesta difícil,
fuerte, pero clara. Desde entonces, estoy aquí, orando por ella, por mi
esposa.
La Virgen es quien lo sostiene
«En cuanto a mi relación con la
Virgen María de Guadalupe, ha sido algo extraordinario», asegura.
Para Rafael García la vida no ha
sido fácil, él lo expresa diciendo que pudo tirarse al alcohol, a las drogas o
sufrir depresión, después de que su esposa lo abandonara, pero fue Dios quien
lo cuidó de perderse.
Y gracias a su voluntad dijo sí,
al amor de la Virgen de Guadalupe. Un sí a su santo rosario y eso le permitió
lograr lo imposible: la castidad, el perdón y el amor por sus hijos y por
su esposa a pesar de lo grande de la herida que tiene en su corazón.
Pero él no deja de orar, de
rezar, de servir y seguir la voz de Dios dentro de su corazón. Tal vez algún
día despierte con alguien tocando a su puerta y tal vez sea su esposa. Si no
sucede así, quedará para siempre su testimonio, porque fue más grande su amor
que su resentimiento.
Jesús V.
Picón
Fuente: Aleteia