El 15 de marzo está previsto que se abra a las visitas el yacimiento arqueológico de Hippos - Sussita National Park, en Israel. Un lugar de gran interés para peregrinos y turistas, por su conexión con los evangelios
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Jonathan Nutzati Fontaine | Shutterstock |
«No se puede
ocultar una ciudad que está en la cima del monte» (Mt 5, 14). Desde donde Jesús
de Nazaret pronunció estas palabras, el monte de las Bienaventuranzas, se veía
una esplendorosa ciudad, en la otra orilla del Mar de Galilea.
Mientras el
Hijo de Dios pronunciaba estas palabras, animando a sus discípulos a ser
testigos y a no ocultarse, se veían brillar a la luz del sol columnas, palacios
y techados, descollando desde la altura, al otro lado del lago.
Se trataba de
Hippos, una de las diez florecientes ciudades de la región conocida como
Decápolis, hoy repartida entre el este de Israel, Siria y Jordania. Una región
que, sobre todo gracias a Marcos, sabemos que Jesús recorrió en más de una
ocasión. Eran ciudades grecorromanas, erigidas entre 300 (Alejandro Magno) y 70
años antes (Pompeyo) para «civilizar» a los pueblos semitas de la zona. Eran
ricas y poderosas, acuñaban su propia moneda y tenían sus templos y
anfiteatros. Nada que ver con las aldeas judías de Nazaret o Cafarnaúm.
En la Decápolis
se verifica al menos un milagro de Jesús, y no uno cualquiera. En la aldea de
Gerasa, a apenas dos kilómetros de distancia de Hippos, el Maestro libra a un
hombre poseído por una legión de demonios. Estos se mudan a una piara de
cerdos, que se arroja al mar de inmediato. El impactante suceso es difundido en
«la ciudad» (según los expertos, Hippos, de donde el ex poseso sería
originario).
Dice Marcos que
el hombre liberado en seguida difundió el milagro «por toda la Decápolis».
Históricamente, estas diez ciudades fueron un foco de expansión cristiana desde
el principio de la era apostólica.
La ciudad
perdida y reencontrada
«No se puede
ocultar una ciudad en lo alto de un monte». Por increíble que parezca, fue esto
precisamente lo que sucedió a Hippos: un tremendo terremoto la devastó en el
año 749 de nuestra era. Sucedió apenas cien años después de la llegada del
Islam a Palestina, que había vaciado la zona de presencia cristiana.
Deshabitada la
región durante siglos (apenas por tribus beduinas), la ubicación cayó en el
olvido, según explica a Aleteia Nissim Mezig, director de los yacimientos
arqueológicos alrededor del Mar de Galilea.
Fue durante la
guerra de 1967, explica Mezig, cuando el ejército israelí, al tener que ocupar
la zona fronteriza con Siria de los Altos del Golán, redescubrió la ciudad. Su
cercanía a la frontera es lo que precisamente ha impedido que durante décadas
se pudieran realizar excavaciones arqueológicas.
El parque, que
abrirá sus puertas el 15 de marzo, estará dotado de lugares de descanso y
restauración, rincones de oración, itinerarios y un centro de interpretación.
Ofrecerá también facilidades para personas con discapacidad o movilidad
reducida. Está gestionado por la Israel Parks and Nature Authority, la
entidad gubernamental dedicada a la conservación y restauración del patrimonio.
Primeros
cristianos
A partir del
año 2000, y gracias sobre todo al apoyo de la Universidad de Haifa, se han
llevado a cabo quince campañas que han sacado a la luz poco a poco la antigua
ciudad. Según explica Nissim Mezig, el estado de conservación de Hippos, debido
precisamente a su repentina destrucción, puede compararse a yacimientos como
los de Pompeya o Herculano.
Hippos
constituye hoy un interesantísimo ejemplo del esplendor de los primeros siglos
del cristianismo. Hoy entre sus ruinas se hayan una catedral y siete iglesias
bizantinas, además de una basílica, baños y una importante necrópolis en la
falda del monte.
Según adelantó
a Aleteia Yosi Bordowicz, director del Departamento de Patrimonio de la Israel
Parks and Nature Authority, está previsto proponer que el parque
arqueológico de Hippos se incorpore a rutas de peregrinación existentes. Ayuda
a esto su cercanía a Kursi y a Cafarnaúm, y a otros destinos alrededor del lago
de Genesaret.
El yacimiento
de Hippos ayuda, explica, «a comprender la difusión del cristianismo mucho
antes de que se convirtiera en religión oficial del Imperio». Una expansión que
comenzó alrededor de este lago hace dos mil años, y que es, por desgracia, poco
conocida por los mismos cristianos.
Inma Álvarez
Fuente: Aleteia