Capítulo 13: CÓMO EL ALMA DEVOTA DEBE DESEAR CON TODO SU CORAZÓN UNIRSE A CRISTO EN EL SACRAMENTO.
1. ¿Quién me dará, Señor, que te halle solo
para abrirte todo mi corazón, y gozarte como mi alma desea, y que ya ninguno me
desprecie, ni criatura alguna me mueva u ocupe mi atención; sino que Tú solo me
hables, y yo a Ti, como se hablan dos que mutuamente se aman, o como se
regocijan dos amigos entre sí?
Lo que pido, lo que deseo, es unirme a Ti
enteramente, desviar mi corazón de todas las cosas criadas, y aprender a gustar
las celestiales y eternas por medio de la sagrada Comunión y frecuente
celebración. ¡Ay Dios mío! ¿Cuándo estaré absorto y enteramente unido a Ti, del
todo olvidado de mí? ¿Cuándo me concederás estar Tú en mí, y yo en Ti; y
permanecer así unidos eternamente?
2. En verdad Tú eres mi amado escogido entre
millares, con quien mi alma desea estar todos los días de su vida. Tú eres
verdaderamente el autor de mi paz; en Ti esta la suma tranquilidad y el
verdadero descanso; fuera de Ti todo es trabajo, dolor y miseria infinita.
Verdaderamente eres Tú el Dios escondido que no comunicas a los malos, sino que
tu conversación es con los humildes y sencillos. ¡Oh Señor, cuán suave es tu
espíritu, pues para manifestar tu dulzura para con tus hijos, te dignaste
mantenerlos con el pan suavísimo bajando del cielo! Verdaderamente no hay otra
nación tan grande, que tenga dioses que tanto se le acerquen, como Tú, Dios
nuestro, te acercas a todos tus fieles, a quienes te das para que te coman y
disfruten, y así perciban un continuo consuelo, y levanten su corazón a los
cielos.
3. Porque ¿dónde hay gente alguna tan ilustre
como el pueblo cristiano? O ¿qué criatura hay debajo del cielo tan amada, como
el alma devota, a quien se comunica Dios para apacentarla con su gloriosa carne?
¡Oh inefable gracia! ¡Oh maravillosa dignación! ¡Oh amor sin medida,
singularmente reservado para el hombre! Pues ¿qué daré yo al Señor por esta
gracia, por esta caridad tan grande? No hay cosa más agradable que yo le pueda
dar, que mi corazón todo entero, para que este unido con el íntimamente.
Entonces se alegrarán todas mis entrañas, cuando
mi alma estuviere perfectamente unida a Dios. Entonces me dirá. SI Tú quieres
estar conmigo, yo quiero estar contigo. Y yo le responderé: Dígnate, Señor,
quedarte conmigo, pues yo quiero de buena gana estar contigo. Este es todo mi
deseo: que mi corazón este contigo unido.