El encuentro del Papa en la catedral de Santa Teresa, en Yuba, con los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y seminaristas abrió su segunda jornada en Sudán del Sur
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Inspirándose en la figura de Moisés, que
intercedió por su pueblo y actuó como puente entre Dios y el pueblo, Francisco
les pidió que sean pastores misericordiosos y no líderes tribales, sino
profetas de cercanía sin perseguir nunca el prestigio religioso y social
La
catedral de Santa Teresa en Yuba, cuya construcción comenzó en 1952, fue el
escenario del encuentro del Papa con el clero, que comenzó con el canto y
prosiguió con el testimonio de un sacerdote y de una religiosa que el Pontífice
escuchó atentamente. En efecto, en su discurso a los obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y seminaristas,
el Santo Padre Francisco retomó la imagen de las aguas del río Nilo, que
atraviesa el país, en la que ya se había inspirado ayer al hablar a las
autoridades sudsudanesas, y recorrió la historia de Moisés para recoger de él
algunas indicaciones útiles para quienes están llamados a ser pastores en esta
tierra:
“Moisés con el bastón en sus manos, Moisés con las
manos extendidas y Moisés con las manos alzadas al cielo”
El
Papa les recordó de este modo su responsabilidad de responder a la llamada de
Dios a ser "instrumentos de salvación" para el pueblo, sin apartar la
mirada de su sufrimiento y siendo una presencia profética en medio de su
historia. Además, les dijo:
“Purificado e iluminado por el fuego divino, Moisés se
convierte en instrumento de salvación para sus hermanos que sufren; la docilidad
a Dios lo hace capaz de interceder por ellos. Esta es la segunda actitud de la
que quisiera hablarles: la intercesión”
Trabajar por la reconciliación y la fraternidad
Además,
el Pontífice les manifestó que desde hace tiempo tenía el deseo de encontrarse
con todos ellos, razón por la cual quería agradecer al Señor. Francisco también
agradeció a monseñor Tombe Trille su saludo en nombre de los presentes, y
recordó que algunos de ellos emplearon días de camino para estar con él. Y
añadió:
“Llevo
siempre grabados en el corazón algunos momentos que hemos vivido antes de esta
visita, como la celebración en San Pedro en el 2017, durante la cual elevamos
una súplica a Dios pidiendo el don de la paz; y el retiro espiritual del 2019
con los líderes políticos, que fueron invitados para que, por medio de la
oración, acogieran en sus corazones la firme resolución de trabajar por la
reconciliación y la fraternidad en el país”.
Las lágrimas de un pueblo inmerso en el dolor
Desde
una perspectiva bíblica, el Santo Padre los invitó a mirar nuevamente las aguas
del Nilo. “Por una parte – dijo – en el lecho de este curso de agua se derraman
las lágrimas de un pueblo inmerso en el sufrimiento y en el dolor, martirizado
por la violencia; un pueblo que puede rezar como el salmista: ‘Junto a los ríos
de Babilonia, nos sentábamos a llorar’ (Sal 137,1)”.
Moisés: icono del auxilio de Dios
“Las aguas del gran río, en efecto el llanto
desgarrado de su comunidad, el grito de dolor por tantas vidas destrozadas, el
drama de un pueblo que huye, la aflicción del corazón de las mujeres y el miedo
impreso en los ojos de los niños”
“Pero,
al mismo tiempo – continuó diciendo el Papa – las aguas del gran río nos evocan
la historia de Moisés y, por eso, son signo de liberación y de salvación.
Moisés, de hecho, fue salvado de las aguas y, al haber conducido a los suyos por
el Mar Rojo, se convirtió en instrumento de liberación, icono del auxilio de
Dios que ve la opresión de sus hijos, escucha sus gritos y baja a liberarlos
(cf. Ex 3,7)”.
El
Pontífice invitó a preguntarse qué significa ser ministros de Dios en una
historia atravesada por la guerra y la pobreza, en la que las personas que les
han sido encomendadas sufren tanto.
“¿Cómo ejercitar el ministerio en esta tierra, a lo
largo de la orilla de un río bañado por tanta sangre inocente, mientras que los
rostros de las personas que se nos confían están surcados por lágrimas de
dolor?”
Moisés: la docilidad y la intercesión
“Para
intentar responder – les dijo el Papa – quisiera concentrarme en dos actitudes
de Moisés: la docilidad y la intercesión”. Francisco afirmó Moisés, “habiendo
sido salvado por la hija del faraón en las aguas del Nilo, cuando ya había
descubierto su identidad se conmovió por el sufrimiento y la humillación de sus
hermanos, tanto que un día decidió hacer justicia por sí mismo, hiriendo de
muerte a un egipcio que maltrataba a un hebreo”.
No responder a la violencia con más violencia
“¿Cuál había sido el error de Moisés? Pensar que él
era el centro, contando solamente con sus propias fuerzas. Pero, de ese modo,
se había quedado prisionero de los peores métodos humanos, como el de responder
a la violencia con más violencia”
Nuestra obra viene de Dios
El
Santo Padre les dijo asimismo que en su vida como sacerdotes, diáconos,
religiosos y seminaristas pueden llegar a pensar que son “el centro”, y que
pueden confiar “casi exclusivamente” en sus “propias habilidades”; o, “como
Iglesia, pensamos dar respuestas a los sufrimientos y a las necesidades del
pueblo con instrumentos humanos, como el dinero, la astucia, el poder”.
“En cambio, nuestra obra viene de Dios. Él es el Señor
y nosotros estamos llamados a ser dóciles instrumentos en sus manos. Moisés
aprendió esto cuando, un día, Dios fue a su encuentro, apareciendo ‘en una
llama de fuego, que salía de en medio de la zarza’ (Ex 3,2)”
Francisco
puso de manifiesto que “ante el Buen Pastor, comprendemos que no somos los
jefes de una tribu, sino pastores compasivos y misericordiosos; que no somos
los dueños del pueblo, sino siervos que se inclinan a lavar los pies de los
hermanos y las hermanas; que no somos una organización mundana que administra
bienes terrenos, sino la comunidad de los hijos de Dios”.
“Que el Señor queme la maleza de nuestro orgullo”
“Entonces,
hagamos como Moisés en la presencia de Dios: quitémonos las sandalias con
humilde respeto, despojémonos de nuestra presunción humana, dejémonos atraer
por el Señor y cultivemos el encuentro con Él en la oración”.
“Acerquémonos cada día al misterio de Dios, para que
queme la maleza de nuestro orgullo y de nuestras ambiciones desmedidas y nos
haga humildes compañeros de viaje de las personas que se nos encomiendan”
También
explicó que “interceder no quiere decir simplemente rezar por alguien”, sino
que etimológicamente significa “dar un paso al medio”, o sea, dar un paso para
ponernos en medio de una situación”.
“Interceder es, por tanto, descender para ponerse en
medio del pueblo, ‘hacerse puentes’ que lo unen con Dios”
Por
otra parte, el Obispo de Roma les dijo que a los pastores “se les pide que
desarrollen precisamente este arte de caminar en medio: en medio de los
sufrimientos y las lágrimas, en medio del hambre de Dios y de la sed de amor de
los hermanos y hermanas”.
“Nuestro primer deber no es el de ser una Iglesia
perfectamente organizada, sino una Iglesia que, en nombre de Cristo, está en
medio de la vida dolorosa del pueblo y se ensucia las manos por la gente”
“Nunca
debemos ejercitar el ministerio persiguiendo el prestigio religioso y social –
agregó el Santo Padre – sino caminando en medio y juntos, aprendiendo a
escuchar y a dialogar, colaborando entre nosotros ministros y con los laicos”.
“Obispos
y sacerdotes, sacerdotes y diáconos, pastores y seminaristas, ministros
ordenados y religiosos, siempre en el respeto de la maravillosa especificidad
de la vida religiosa. Tratemos de vencer entre nosotros la tentación del
individualismo, de los intereses de parte”.
“Es muy triste cuando los pastores no son capaces de
comunión, ni logran colaborar entre ellos, ¡incluso se ignoran! Cultivemos el
respeto recíproco, la cercanía, la colaboración concreta. Si eso no sucede
entre nosotros, ¿cómo podemos predicarlo a los demás?”
De
la primera imagen de Moisés con el bastón en sus manos, el Papa destacó que “él
intercede con la profecía”. “Con ese bastón realizará prodigios, signos de la
presencia y del poder de Dios, en cuyo nombre está hablando, denunciando a voz
en grito el mal que sufre el pueblo y pidiendo al faraón que lo deje partir”.
“Hermanos y hermanas, para interceder en favor de
nuestro pueblo, también nosotros estamos llamados a alzar la voz contra la
injusticia y la prevaricación, que aplastan a la gente y utilizan la violencia
para sacar adelante sus negocios a la sombra de los conflictos”
“Ser
profetas, acompañantes, intercesores, mostrar con la vida el misterio de la
cercanía de Dios a su Pueblo puede requerir dar la propia vida. Muchos
sacerdotes, religiosas y religiosos (…) fueron víctimas de agresiones y
atentados donde perdieron la vida. En realidad, su existencia la ofrecieron por
la causa del Evangelio y su cercanía a los hermanos y hermanas nos dejan un
testimonio maravilloso que nos invita a proseguir su camino”.
Como san Daniel Comboni
El
Pontífice recordó a san Daniel Comboni, quien con sus hermanos misioneros
realizó en esta tierra una gran labor evangelizadora. “Él – destacó – decía que
el misionero debía estar dispuesto a todo por Cristo y por el Evangelio, y que
se necesitaban almas audaces y generosas que supieran sufrir y morir por
África”.
Al
concluir su discurso, el Papa les agradeció todo lo que hacen “en medio de
tantas pruebas y fatigas”. Y lo hizo “en nombre de toda la Iglesia”, por “su
entrega, su valentía, sus sacrificios y su paciencia”.
Antes
de desearles “que la Virgen Santa los cuide” y de recordarles que no se olviden
de rezar por é y de impartirles su bendición apostólica, el Santo Padre les
dijo:
“Les deseo, queridos hermanos y hermanas, que sean
siempre pastores y testigos generosos, cuyas armas son sólo la oración y la
caridad, que se dejan sorprender dócilmente por la gracia de Dios y son
instrumentos de salvación para los demás; profetas de cercanía que acompañan al
pueblo, intercesores con los brazos alzados”.
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