Capítulo 31:
DEL DESPRECIO DE TODAS LAS CRIATURAS PARA HALLAR AL CRIADOR.
1. Señor, necesaria me es aún mayor gracia, si
tengo de llegar adonde nadie ni criatura alguna me puedan embarazar. Porque
mientras que alguna cosa me detiene, no puedo volar a Ti libremente. Deseaba
volar libremente el que decía: ¿Quién me dará alas como de paloma, y volaré y
descansaré? ¿Qué cosa hay más quieta que la pura intención? Y ¿quién más libre
que el que nada desea en la tierra?
Por eso conviene levantarse sobre todo lo
criado, y olvidarse totalmente de sí mismo, elevándose, y quedando suspenso para
ver que Tú, Criador de todo, no tienes semejanza con las criaturas. Y el que no
se desocupare de lo criado, no podrá libremente entender en lo divino. Por
esto, pues, se hallan pocos contemplativos, porque son raros los que saben
desasirse del todo de las criaturas y de lo perecedero.
2. Para eso es menester gran gracia, que
levante el alma y la suba sobre sí misma. Peso si no eleva al hombre levantado
en espíritu y libre de todo lo criado, y todo unido a Dios, de poca estima es
cuanto sabe y cuanto tiene. Mucho tiempo será niño y mundane el que estima
alguna cosa por grande, sino solo el único, inmenso y eterno bien. Y lo que
Dios no es, nada es, y por nada se debe contar. Hay gran diferencia entre la
sabiduría del varón iluminado y devoto, y la ciencia del letrado y del
estudioso clérigo.
Mucho más noble es la doctrina que emana de la
influencia divina, que la que se alcanza con el trabajo por el ingenio humano.
3. Se hallan muchos que desean la
contemplación: pero no procuran ejercitar las cosas que para ella se requieren.
Es grande impedimento fijarse en las cosas exteriores y sensibles, y descuidar
la verdadera mortificación. No sé que es, ni qué espíritu nos lleva, ni qué
esperamos los que parece somos llamados espirituales, cuando tanto trabajo y solicitud
ponemos en las cosas transitorias y viles, y con dificultad y muy tarde nos
recogemos del todo a considerar nuestro interior.
4. ¡Oh dolor! Que al momento que nos hemos
recogido un poco, nos distraemos y no escudriñamos nuestras obras con riguroso examen.
Nos miramos dónde tenemos nuestras aflicciones, ni lloramos cuán manchadas
están todas nuestras cosas. Toda carne había corrompido su camino, y por eso se
siguió el gran diluvio. Porque nuestro afecto interior estando corrompido, es
necesario que la obra que de él dimana (señal de la privación de la virtud
interior) también se corrompa. Del corazón puro procede el fruto de la buena
vida.
5. Se examina cuanto hace alguno; pero no
indagamos de cuánta virtud proceden sus acciones. Se averigua si alguno es
valiente, rico, hermoso, hábil o buen escritor, buen cantor, buen artista; pero
poco se habla de cuán pobre sea de espíritu, cuán paciente y manso, cuán devoto
y recogido. La naturaleza mira las cosas exteriores del hombre; mas la gracia
se ocupa en las interiores. Aquella muchas veces se engaña, y ésta espera en
Dios para no engañarse.
Fuente: Catholic.net