Capítulo 11: LOS DESEOS DEL CORAZÓN SE DEBEN EXAMINAR Y MODERAR.
1. Hijo, aún te conviene aprender muchas cosas
que no has aprendido bien.
El Alma:
2. ¿Qué cosas son estas, Señor? Jesucristo:
3. Que pongas tu deseo totalmente en sola mi
voluntad, y no seas amador de ti mismo, sino afectuoso celador de lo que a Mí
me agrada.
Los deseos te encienden muchas veces, y te impelen con vehemencia;
pero considera si te mueves por mi honra o por tu provecho. Si Yo soy la causa,
bien te contentarás de cualquier modo que Yo lo ordenare; pero si algo tienes
escondido de amor propio, con que siempre te buscas, mira que eso es lo que
mucho te impide y agrava.
4. Guárdate, pues, no confíes demasiado en el
deseo que tuviste sin consultarlo conmigo; porque puede ser que después te
arrepientas, y te descontente lo que primero te agradaba, y que por parecerte
mejor lo deseaste. Porque no se puede seguir luego cualquier deseo que aparece
bueno, ni tampoco huir a la primera vista toda afición que parece contraria.
Conviene algunas veces reprimir el ímpetu, aun en los Buenos ejercicios y
deseos, porque no caigas por importunidad en distracción del alma, y porque no
causes escándalo a otros con tu indiscreción, o por la contradicción de otros
te turbes luego y deslices.
5. También algunas veces conviene usar de
fuerza, y contradecir varonilmente al apetito sensitivo, y no cuidar de lo que
la carne quiere o no quiere, sino andar más solícito, para que esté sujeta al
espíritu, aunque le pese. Y debe ser castigada y obligada a sufrir la
servidumbre hasta que esté pronta para todo, aprenda a contentarse con lo poco
y holgarse con lo sencillo, y no murmurar contra lo que es amargo.
Fuente: Catholic.net