Misioneros digitales católicos MDC
En el Ángelus en la plaza de San Pedro, el Papa
Francisco insta a aprovechar la ocasión de la gracia del Adviento para”
purificarnos del sentido de superioridad,
del formalismo y de la hipocresía” y convertirnos a una vida nueva, siguiendo
el camino de la humildad. "Con Jesús siempre hay una oportunidad de volver
a empezar". "¡Él nos espera y no se cansa jamás de nosotros!"
“Para
acoger a Dios no importa la destreza, sino la humildad; hay que bajar del
pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento”. Fue la indicación del
Papa a los miles fieles y peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, en
su breve alocución antes
de rezar la oración del Ángelus, este segundo domingo de Adviento.
Asomado
desde la ventana del Palacio Apostólico, ante una plaza adornada con el Pesebre
y el árbol de Navidad inaugurados ayer por la tarde, el Santo Padre centró su
reflexión en el pasaje del Evangelio de Mateo (Mt. 3,1-12) propuesto por la
liturgia del día, que describe la figura de Juan Bautista, “hombre alérgico a
la duplicidad”.
De
hecho, el texto evangélico relata que “llevaba un vestido de pelo de
camello", que "su comida era langostas y miel silvestre" (Mt
3,4) y que invitaba a todos a la conversión: "¡Conviértanse, porque el
reino de los cielos está cerca!".
Es
decir, explica Francisco, “un hombre austero y radical, que a primera vista
puede parecernos incluso duro e infundir cierto temor”, y que nos lleva a
preguntarnos porqué la Iglesia lo propone cada año como principal compañero de
viaje durante el tiempo de Adviento. “¿Qué se esconde detrás de su severidad,
detrás de su aparente dureza? ¿Cuál es el secreto de Juan? ¿Cuál es el mensaje
que la Iglesia nos da hoy con Juan?
En
realidad, el Bautista, más que un hombre duro, es un hombre alérgico a la
duplicidad. Por ejemplo, cuando fariseos y saduceos, conocidos por su
hipocresía, se acercan a él, ¡su "reacción alérgica" es muy fuerte!
Algunos
de ellos, de hecho, - precisa el Papa - probablemente acudían a él por
curiosidad o por oportunismo, porque Juan se había hecho muy popular. Ellos se
sentían satisfechos “y ante la llamada apremiante del Bautista, se justificaban
diciendo: ‘Abraham es nuestro padre’”.
El grito de amor del Bautista para volver a Dios
“Así,
entre duplicidad y presunción, no aprovecharon la ocasión de la gracia, la
oportunidad de comenzar una nueva vida: estaban encerrados en la presunción de
ser justos”, comenta el Santo Padre. Por eso Juan les dice: “¡Muestren los
frutos de una sincera conversión!". Se trata de “un grito de amor como el
de un padre que ve a su hijo arruinarse y le dice: ‘¡No desperdicies tu
vida!’”.
De
hecho, la hipocresía es el peligro más grave, porque puede arruinar incluso las
realidades más sagradas.
Por
eso el Bautista -como luego también Jesús- es duro con los hipócritas, para
sacudirlos, afirma el Santo Padre. En cambio, los que se sentían pecadores
"acudían a él, confesaban sus pecados y Él los bautizaba en el
Jordán".
Es
así: para acoger a Dios no importa la destreza, sino la humildad; hay que bajar
del pedestal y sumergirse en el agua del arrepentimiento.
Quitarnos las máscaras y reconocer nuestros pecados
El
Pontífice evidencia entonces que Juan con sus "reacciones alérgicas",
nos hace reflexionar y preguntarnos si no somos también nosotros, a veces, un
poco como esos fariseos: “Tal vez miramos a los demás por encima del hombro,
pensando que somos mejores que ellos, que tenemos nuestra vida en nuestras
manos, que no necesitamos cada día de Dios, de la Iglesia, de nuestros
hermanos, y olvidamos que solamente en un caso es lícito mirar a otro de arriba
para abajo: cuando es necesario ayudarlo a levantarse”.
“El Adviento es un tiempo de gracia para quitarnos las
máscaras - que cada uno tiene- y ponernos en fila con los humildes; para
liberarnos de la presunción de creernos autosuficientes, para ir a confesar
nuestros pecados, aquellos escondidos, y recibir el perdón de Dios, para pedir
perdón a los que hemos ofendido. Así comienza una nueva vida”
Seguir el camino de la humildad
Y
para iniciar una nueva vida, el camino es uno solo, el de la “humildad”:
Purificarnos
del sentido de superioridad, del formalismo y de la hipocresía, para ver en los
demás a los hermanos y las hermanas, pecadores como nosotros, y en Jesús ver al
Salvador que viene por nosotros, tal como somos, con nuestras pobrezas,
miserias y defectos, sobre todo con nuestra necesidad de ser levantados,
perdonados y salvados.
Con Jesús siempre podemos volver a empezar
Concluyendo
su reflexión, el Papa invita a recordar una cosa más:
Con
Jesús siempre hay una oportunidad de volver a empezar. Nunca es demasiado tarde,
existe siempre la posibilidad de recomenzar, ¡Tengan coraje! Él está cerca de
nosotros y este es un tiempo de conversión. Él nos espera y no se cansa jamás
de nosotros. Escuchemos el llamado de Juan Bautista a volver a Dios y no
dejemos pasar este Adviento como los días del calendario porque este es un
tiempo de gracia, de gracia también para nosotros, ahora, aquí.
“Que María, la humilde sierva del Señor, nos ayude a
encontrarnos con Él, Jesús, y con nuestros hermanos en el camino de la
humildad” es la oración final del Pontífice.
Cecilia Mutual
Vatican News