La resurrección de un bebé nacido muerto ha hecho posible la beatificación de la religiosa del Cottolengo, que murió en el barco que la llevaba de vuelta a Italia en 1925
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Hna. María Carola Cecchin. Dominio público |
En esas circunstancias,
no había mucho que hacer por el pequeño. Sin embargo, la religiosa Catherine
Kathomi, de las Hermanas de San José Benito Cottolengo, y una enfermera que las
acompañaba intentaron reanimarle, sin éxito, durante media hora.
Cuando al final
decidieron concentrar toda su atención en Joyce, que estaba grave, la religiosa
siguió rezando a Maria Carola Cecchin, una de las primeras misioneras de la
congregación en el país. De
repente, el bebé se movió. Hoy Hilary Msafiri Kiama es un niño sano de 9 años
que estudia 5º curso en Tharaka.
En noviembre de 2020, el
Papa Francisco autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a
reconocer este milagro por intercesión de Cecchin. Así hizo posible su
beatificación, que se celebrará este sábado en Kinoru, en el mismo condado de
Meru. La ceremonia estará presidida por el cardenal Antoine Kambanda, arzobispo
de Kigali (Ruanda), y será la segunda que se celebra en el país después de la
de Irene Stefani Nyaatha en 2015.
De la cocina a Kenia
Considerada «madre y
hermana de los pobres», Maria Carola nació en 1877 en Italia. De talante
reservado y servicial, a los 19 años ingresó en el Cottolengo. En enero de 1899
hizo sus votos. Desde entonces trabajó sobre todo en la cocina. Pero cuando sus
superiores se plantearon extender su labor a África, el celo misionero la
empujó a ofrecerse como voluntaria.
Llegó a Kenia en 1905
con otras cinco hermanas, y allí entregó los últimos 20 años de su vida. Vivió
el lema de la congregación, La caridad de Cristo nos
apremia, en medio de las tareas diarias, vividas en circunstancias
muy difíciles, como cuando en Iciagakithe tuvieron que vivir en una choza casi
inhabitable. También el impacto que tuvo en la zona la Primera Guerra Mundial
entre 1915 y 1918. Ante las dificultades, solía exclamar que «una buena muerte
lo paga todo». Trabajó en Limuru, Mugoiri, Wambogo, Nyeri, Tuthi, Icagaki,
Igoji y Meru.
Cuando en 1925 cayó enferma, se debatió entre la debilidad que sentía y la inutilizaba y el deseo de seguir sirviendo en la misión. De hecho, fue la última de sus hermanas en aceptar dejar el país, junto con otra religiosa. Murió en el barco de vapor mientras navegaban por el mar Rojo. Su cuerpo fue arrojado al mar, por lo que «no hay ninguna reliquia de primer grado», ha explicado a la publicación keniata Nation Africa Peter Githinji, postulador de la archidiócesis de Nyeri.
María Martínez López
Fuente: Alfa y Omega