El 2 de noviembre de 1982, durante el primer viaje apostólico de San Juan Pablo II a España, el Papa polaco pronunció una homilía en la que reivindicó el matrimonio, criticó el divorcio y defendió la vida humana ante la amenaza de legalización del aborto.
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Estatua de San Juan Pablo II en Madrid (España). Crédito: Cathopic |
No
en vano, uno de los líderes socialistas, Alfonso Guerra, proclamó en la euforia
de esa noche electoral: “Vamos a poner a España que no la va a reconocer ni la
madre que la parió”.
El
Papa, ante una multitud de fieles congregados a lo largo del Paseo de la
Castellana, la principal arteria de la ciudad de Madrid, proclamó la verdad
magisterial sobre el matrimonio, la familia y la acogida de toda vida humana
en una homilía de plena actualidad.
“Hemos
sido confiados al Espíritu para que las palabras del Señor acerca del
matrimonio quedasen para siempre en el corazón de todo hombre y toda mujer
unidos en matrimonio”, afirmó el Pontífice.
El
Papa consideró a este respecto que la presencia del Espíritu Santo era “hoy más
que nunca” necesaria para corroborar “el tradicional sentido de familia” y para
que los esposos sean “capaces de realizar el proyecto cristiano de la vida
familiar” a pesar de vivir en “ambientes donde las normas de vida cristiana no
sean tenidas en consideración”.
El Papa también animaba a resistir y superar “con el dinamismo de vuestra fe
cualquier presión contraria que pueda presentarse”, en un momento en el que, a
la animadversión hacia la familia, la dignidad de toda vida y la educación
católica del nuevo Gobierno socialista, se sumaba la reciente aprobación de la
Ley del Divorcio en 1981.
Sobre
la posibilidad de romper el vínculo matrimonial, el Papa subrayó que
"cualquier ataque a la indisolubilidad conyugal, a la par que es contrario
al proyecto original de Dios, va también contra la dignidad y la verdad del
amor conyugal”.
Juan
Pablo II llamó a los matrimonios a “vivir ante los demás la plenitud interior
de vuestra unión fiel y perseverante, aún en presencia de normas legales que
puedan ir en otra dirección”.
“Así
contribuiréis al bien de la institución familiar; y daréis prueba -contra lo
que alguno pueda pensar- de que el
hombre y la mujer tienen la capacidad de donarse para siempre;
sin que el verdadero concepto de libertad impida una donación voluntaria y
perenne”, añadió.
“Amor conyugal y transmisión de la vida”
El
Papa también se refirió a la “relación inquebrantable” entre el amor conyugal y
la transmisión de la vida: “Hablo del respeto absoluto a la vida humana, que
ninguna persona o institución, privada o pública puede ignorar”, aseveró el
Pontífice.
“Por
ello, quien negara la defensa a la persona humana más inocente y débil, a la
persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima
violación del orden moral”, añadió, porque “nunca se puede legitimar la muerte
de un inocente” ya que “se minaría el mismo fundamento de la sociedad”.
“¿Qué
sentido tendría hablar de la dignidad del hombre, de sus derechos
fundamentales, si no se protege a un inocente, o se llega incluso a facilitar
los medios o servicios, privados o públicos, para destruir vidas humanas
indefensas?” se preguntó Juan Pablo II.
El
Gobierno del PSOE aprobó al año siguiente una ley de aborto en España basada en
tres supuestos despenalizadores que se convirtió en una ley de aborto libre de
hecho a lo largo de los años, hasta que fue instaurado como derecho en el año
2010.
Desde
1983 han sido abortados en España más de dos millones y medio de
personas.
Papel
subsidiario del Estado en la educación
Respecto
de la educación, el Papa recordó que los padres son los primeros educadores de
los hijos y que “dado su origen, en un deber- derecho primario en
comparación con la incumbencia educativa de otros; insustituible e inalienable,
esto es, que no puede delegarse totalmente en otro ni otros pueden usurparlo”.
El
Papa reconoció el papel subsidiario de las autoridades públicas en la educación
y destacó que “ésta es precisamente su grandeza: defender y promover el libre
ejercicio de los derechos educativos”.
Respecto
de la educación religiosa, el Papa polaco enfatizó que “debe ser
particularmente garantizada” pues “el derecho a la libertad religiosa quedaría
desvirtuado en gran medida, si lo padres no tuviesen la garantía de que sus
hijos, sea cual fuere la escuela que frecuenten, incluso la escuela pública,
reciben la enseñanza y la educación religiosa”.
Familia, comunidad de amor
Juan
Pablo II también quiso referirse en aquella histórica ocasión a las relaciones
en el seno de la familia “la única comunidad en la que todo hombre es ‘amado
por sí mismo’, por lo que es y no por lo que tiene”.
“Sí,
el marido no busque únicamente sus intereses, sino también los de su mujer, y
ésta los de su marido; los padres busquen los intereses de sus hijos y éstos a
su vez busquen los intereses de sus padres”, recomendó el Pontífice.
El
santo polaco añadió que “la norma fundamental de la comunidad conyugal no es la
de la propia utilidad y del propio placer”, sino la “norma personalística; toda
persona (la persona del marido, de la mujer, de los hijos, de los padres) es
afirmada en su dignidad en cuanto tal, es querida por sí misma”.