Cura de Ars afirmó que "Dios siempre nos perdona, incluso si sabe que volveremos a pecar".
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Dominio público |
Es
el caso del polaco Henryk
Hoser, anterior visitador papal en Medjugorje fallecido en
agosto de 2021: tras una larga experiencia en París, Bruselas y Bosnia llegó a
afirmar que "los sacerdotes en Occidente han dejado de confesar", en parte movidos
por la convicción de que "la confesión es culpabilizar".
Otros,
como el sacerdote converso Tim
McCauley, presentan la otra cara de la moneda cuando afirman que
si los fieles no frecuentan tanto la confesión es debido a que esta supone admitir que son malas personas y
que han hecho cosas malas, pensar continuamente en los pecados cometidos hasta
el punto de obsesionarse o bien por el miedo a ser juzgados.
Por
eso, siguiendo el refrán de "a situaciones desesperadas, medidas
desesperadas", también hay sacerdotes que salen a las calles estola al
cuello y rosario en mano dispuestos a recibir a todo el que desee el sacramento
de la reconciliación. Es el caso del napolitano Michele
Madonna, que salió
a las calles al ser consciente de que tras la pandemia "cada
vez menos personas van a la iglesia para asistir a misa y acercarse
al sacramento de la penitencia".
Precisamente
hace unas pocas semanas, el arzobispo de Valladolid, Mons. Luis Argüello, invitó a los seminaristas a
"llevar un distintivo y ser reconocibles, para que se vea en la plaza
pública" y quien lo necesite pueda acudir. "En el tren, yendo y
viniendo a Madrid, las personas que han querido hablar conmigo y confesarse se dirigían a mí porque
me vieron", subrayó.
En
todo caso, la cuestión de los confesionarios vacíos ha llegado al Vaticano,
donde la Penitenciaría Apostólica ha organizado un seminario dirigido a
"redescubrir" este sacramento.
En
su conferencia, el regente de la Penitenciaría Apostólica, Mons. Krzysztof Nykiel,
resumió las principales
razones que da la gente para no confesarse y ofreció una breve
respuesta a cada objeción.
Las
diez objeciones que más siguen al "no me confieso porque…" entre los
fieles son:
1º "…Puedo hablar directamente con
Dios"
Tras
explicar las bondades de la oración personal, el examen de conciencia o la
propia petición de perdón por los pecados, Nykiel incluso afirmó que "no es imposible obtener
el perdón incluso simplemente 'hablando directamente con Dios' en
oración".
¿El
problema? "Que nunca
podemos estar seguros de ello. Y es precisamente en esta 'certeza' en la
que radica la diferencia fundamental entre el perdón solicitado y esperado en
la humilde oración a Dios y el perdón obtenido en la celebración del sacramento
de la reconciliación", añadió.
En
la confesión, continuó Nykiel, "el penitente que obtiene la absolución del sacerdote está
moralmente seguro, por certeza de fe, de que sus pecados le son perdonados
y no le serán imputados en el día del juicio. La diferencia entre una esperanza
y una certeza vale todo el esfuerzo de la confesión".
2º "… Porque el sacerdote es, o
puede ser, más pecador que yo"
El
regente de la Penitenciaría reconoció que esto podía ser cierto en muchos casos
de confesores que no estaban en gracia al recibir la confesión. Sin embargo,
explicó que "la condición moral del sacerdote en el momento de la
absolución sacramental es completamente
irrelevante para la validez de la absolución".
Por
ello, "renunciar a la confesión por la incertidumbre sobre la condición
moral del confesor sería como
renunciar a un tratamiento médico por la incertidumbre sobre la salud del
médico".
3º "… Porque siempre confieso los
mismos pecados"
Y
esta, lejos de ser una objeción, es para Nykiel "exactamente lo
contrario", ya que "solo la humilde entrega de uno mismo a Dios
implorando su misericordia
hace posible vencer y luchar contra los vicios que pueden atar y a
veces apoderarse de nuestras almas".
En
este sentido, se refirió a dos grandes santos que hablaron al respecto. El
primero de ellos, San
Agustín, que afirmó que “Si derrotamos un vicio al año, pronto seríamos
santos”. San Juan María
Vianney, el santo Cura de Ars, afirmó igualmente que "Dios siempre nos
perdona, incluso si sabe que volveremos a pecar. Así que cometer siempre
los mismos pecados no es razón para no confesarse, sino al contrario, [es
razón] para acudir al sacramento con mayor frecuencia y fidelidad".
4º "…Porque soy una buena persona
que no mata a nadie"
Este
motivo, sin embargo, es más grave, ya que el no cometer pecados, que es un don
de la gracia, podría convertirse en "un motivo de orgullo para creerse justo ante los demás
o, mucho peor, ante Dios… Y nadie puede ser justo ante Dios".
Así,
también destacó que “el sentido del pecado y la indignidad de uno ante Dios es
siempre directamente proporcional a la proximidad de uno mismo a Dios: Los grandes santos siempre han
mostrado sentirse grandes pecadores. Si no nos sentimos pecadores,
probablemente todavía no seamos santos”.
También
comparó a Dios con la luz y el calor para ejemplificarlo: "Cuanto más nos
acercamos al 'sol de Dios', más intensamente sentimos el fuego ardiente de
nuestro pecado y deseamos profundamente ser libres de él. Si no sentimos
este deseo ardiente, probablemente aún estemos lejos del sol de Cristo”.
Refiriéndose
a la excusa de no haber cometido ciertos pecados graves, preguntó: "¿No es un intento de
autojustificación que acaba por prescindir de la salvación ofrecida
por Cristo? ¿No se esconde un miedo a la realidad del yo detrás de esas
máscaras? ¿Estamos seguros de que la única forma de 'matar' es privar [a
alguien de] la vida física? ¿O matamos con palabras, con indiferencia y de
tantas otras formas? ¡Pensemos en ello!".
5º "…Porque la última vez que lo
hice no me fue bien"
También
se dirigió a los que ya no se confiesan porque tuvieron una mala experiencia
con un sacerdote que no estuvo acertado en sus palabras, que pudo haber sido
poco empático o desproporcionado.
"Primero,
debemos preguntarnos: ¿qué esperamos del sacramento de la reconciliación? Si
nuestra expectativa está fuera de lugar o está mal dirigida, corremos el riesgo
de ser decepcionados. La
confesión no resuelve nuestro sentimiento de culpa ni resuelve todos
nuestros problemas personales y espirituales. La absolución sacramental destruye el sentido del pecado,
que es teológico y sobrenatural". Por eso, ante situaciones desagradables
en una confesión aconsejó comenzar a hacerlo con otro sacerdote, pero en ningún
caso dejar de hacerlo.
6º "… Porque no me gusta hablar de
mi vida personal con otra persona"
En
este caso, Nykiel subrayó que un
sacerdote no es cualquier otra persona, sino alguien a quien Dios ha
conferido su poder para perdonar en la tierra. Por ello, aunque verbalizar y
reconocer los propios pecados pueda ser difícil, recordó que "nos sentimos
verdaderamente amados cuando todo lo que nos rodea es amado, no solo las cosas
buenas o agradables que mostramos o cuando se creen las mentiras y las verdades
parciales. Cuando las
personas se presentan completamente ante Dios, se dejan amar plena y
completamente por Dios".
7º "…Porque no sé qué decir"
Nykiel
afirmó que si esta no es la más frecuente, es de las más comunes a la hora de
retrasar la confesión, pero también de las más fáciles de superar:
"Simplemente dígale al sacerdote: `Quiero confesarme, pero no sé qué decir. ¿Me puede ayudar?´".
Asimismo invitó a aprender a hacer "un buen examen de conciencia" y a
buscar "lo que realmente cuenta", un deseo sincero de "pensar en
la verdad de la propia vida ante Dios".
8º "…Porque el confesionario me da
claustrofobia"
Por
raro que parezca, es una razón argumentada por algunos católicos para no
acercarse al sacramento de la reconciliación. Por ello, Nykiel recordó que en
algunos casos se puede prescindir o eximir del uso del confesionario. Sin
embargo, alertó del empleo de esta
y otras excusas que pueden ser triviales a la hora de confesarse como
"no tengo tiempo, no me acordaba, o me viene mal la hora
"El maligno tienta con tonterías”
y no siempre ataca de frente a la hora de ofrecer dudas sobre la misericordia
de Dios o el poder del sacramento, "sino que se aleja progresivamente de
su celebración con aparentemente inofensivas trivialidades que, sin embargo,
con el tiempo, terminan socavando tanto la práctica regular de la confesión
como, Dios no lo quiera, la fe misma".
"La misericordia divina siempre nos
espera; no huyamos de ella como niños traviesos, inventando
excusas que nadie creería y, al final, nosotros tampoco", instó.