Hace 125 años nació en Myanmar la congregación de las Hermanas de San Francisco Javier, la primera originaria del país y que cuenta, por vez primera en su historia, con una superiora nativa. Hablamos con ella
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Profesión de Votos Solemnes. Foto: Hermanas de San Francisco Javier |
Es la primera superiora nativa de la primera orden religiosa fundada en Myanmar, las Hermanas de San Francisco Javier. Y uno de los últimos eslabones de la larga cadena que hace 125 años, en Pathein, empezó el misionero francés de las Misiones Extranjeras de París Alexander Cardot.
Desde aquel 26 de agosto de 1897 han
sido muchas las vicisitudes que ha atravesado la congregación que, en un
aniversario tan señalado, se encuentra con un Myanmar en guerra civil tras el
golpe militar del 1 de febrero de 2021. «Incluso cuando no tenemos nada,
podemos sonreír», dice la superiora. Pero el único momento en el que la sonrisa
se borra de su rostro es cuando hablamos de lo que padece su país. «Rezo para
que haya justicia porque hemos perdido la dignidad. Todos tenemos un trauma
colectivo», lamenta. Por eso, indica que la misión de su congregación ahora es
en «curar y consolar» al prójimo, católicos y no católicos.
«¿Es un aniversario agridulce
entonces?», preguntamos a sor Ann Teresa Aung, que responde con un breve y
elocuente repaso a la historia de la orden. «No, es una ocasión feliz. Nuestra
congregación ha experimentado momentos muy duros. Hemos pasado por la Segunda
Guerra Mundial; por experiencias brutales, como cuando cinco hermanas fueron degolladas
en 1949; por la pérdida de las escuelas en 1965, cuando el Gobierno nacionalizó
toda la educación, y, ahora, por estos momentos oscuros. Pese a todo, seguimos
adelante y creciendo. Siempre tenemos un motivo para dar gracias a Dios».
«Rezar y enseñar» era el carisma
fundacional de estas religiosas hasta que, a mediados de los años 60, les
prohibieron enseñar y les arrebataron las escuelas. Entonces se reinventaron y
se fueron adaptando a las necesidades de los birmanos, cuidando de huérfanos,
enfermos y desplazados internos. La congregación cuenta con 452 religiosas
repartidas en 101 comunidades, la mayoría en Myanmar, pero también están
presentes con distintas casas en Tailandia, Filipinas, Italia y EE. UU. Las
recuerda muy bien un joven compatriota —anónimo y en el exilio—. Habla
para Alfa y Omega del impacto que causó en él el
ejemplo de una de estas religiosas que, viniendo de una familia «bastante
rica», estaba al servicio de todos llevando a cabo cualquier tipo de tarea «de
la forma más humilde que puedas imaginar».
«La Iglesia está haciendo un
gran trabajo y llega hasta donde puede, pero tampoco tiene recursos», señala
Cecilia Brighi, secretaria general de la asociación Italia-Birmania insieme.
Denuncia la pasividad de actores internacionales como la UE ante el saqueo que
están perpetrando dos países en concreto. «Myanmar es el tercer productor
mundial de tierras raras, materiales que sirven para la fabricación de
microchips. Esto interesa mucho a China que, a su vez, vende armas a Myanmar», resume
Brighi, que señala asimismo a Rusia: «Vemos lo que está haciendo Rusia en una
parte del mundo, pero en la otra también está maniobrando. Más de 6.000
militares birmanos han sido formados por Rusia, que ahora además va a vender
gas y petróleo a Myanmar».
«Es muy triste no aparecer en las noticias. Cuando hablo con gente de lo que pasa en mi país, el 99 % no sabe nada», explica el joven exiliado. Mientras, sor Ann Teresa pide algo que cuesta muy poco: «No nos olvidéis».
Ángeles Conde Mir
Fuente: Alfa y Omega