El Papa muestra un particular apego al Concilio Vaticano II, especialmente expresado en 3 aspectos claves: La liturgia...
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Antoine Mekary | ALETEIA |
Juan XXIII sostuvo que la idea le vino «como un rayo de luz
celestial». Los trabajos del Concilio Vaticano II duraron tres años y fueron
terminados por Pablo VI. No obstante, hoy, después de seis décadas, varios
procesos forjados en el Vaticano II no se han cumplido totalmente.
En efecto, Francisco considera que los frutos del Concilio aún
están por recogerse, pero no transige en buscar su maduración y puesta en
marcha. Algo que considera durará hasta un siglo, parafraseándolo.
Para el 266º de Pedro es una cuestión de radicalidad evangélica,
es decir, o se obedece y se sigue el Concilio o se está fuera de la Iglesia:
«El
Concilio es el Magisterio de la Iglesia. O estás con la Iglesia y por lo tanto
sigues el Concilio, y si no sigues el Concilio o lo interpretas a tu manera, a
tu voluntad, no estás con la Iglesia» (30.01.2021).
Vaticano II
Por tanto, la conmemoración del 11 de octubre no es una
efeméride cualquiera, cuando se cumple el 60º
aniversario de la apertura del Vaticano II convocado por
el papa
Juan XXIII en 1959 para reformar e insuflarle nueva vida a
la Iglesia Católica como preparativo para el inicio del tercer milenio cristiano.
Tampoco es una casualidad que hoy sea la memoria litúrgica de san
Juan XXIII que el 25 de enero de 1959 informó a los cardenales sobre su
decisión de celebrar un concilio ecuménico después de constatar la
crisis, causada por la sociedad moderna.
El 11 de octubre de 1962, Juan XXIII decía:
“Después de casi veinte siglos, las
situaciones y los problemas gravísimos de la humanidad no han cambiado; […]hay
confusión entre los hombres, las relaciones mutuas se hacen difíciles, se
cierne el peligro de guerras sangrientas”.
En esta línea, historiadores y autoridades eclesiales, incluido el papa
Francisco, lo consideran el acontecimiento más importante
de la Iglesia católica en el siglo XX. En este sentido, el obispo de Roma
actual muestra un particular apego al último Concilio, que se ha expresado en
tres aspectos claves: la liturgia, la sinodalidad y el servicio.
Liturgia
Al Concilio le corresponde proveer a la reforma y fomento de la
Liturgia. De ahí que el Concilio tuvo varios cambios importantes que inciden
hasta nuestros días: El idioma, a partir de su
conclusión la misa no se diría en latín- y al ritual -en adelante, el sacerdote
daría la misa de frente a su congregación en lugar de darle la espalda.
Pablo VI la consideraba necesaria para robustecer las fuerzas para
predicar a Cristo; la vida litúrgica gira en torno al sacrificio
y los sacramentos. Además como ejercicio del sacerdocio de
Jesucristo, incluso renovando la Liturgia de la Palabra, entre
otros aspectos.
«Gracias a la renovación de la liturgia, la celebración
eucarística no es el único momento apropiado para la homilía. Esta tiene
también un lugar propio, y no debe ser olvidada, en la celebración de todos los
sacramentos con ocasión de otras reuniones de fieles» (Evangelii Nuntiandi,
43).
La liturgia no es camisa de fuerza. Por eso, las ultimas reformas
del Papa van en la dirección de que sea un momento de acercamiento auténtico a
Cristo. Por tanto, el Concilio ha hecho una revolución hasta en la inculturación
de la misa y evitar la uniformidad en la Liturgia.
Así, se acepta dentro de ella lo que en las costumbres de los
pueblos pueda armonizarse con el espíritu litúrgico. Cabe recordar, por ejemplo
la aprobación
del rito Congoleño, el Culto Divino aprobó en 1988 el Rito
Romano para las Diócesis de Zaire. De hecho, el 1 de diciembre de 2019, el Papa
celebró la eucaristía en rito congoleño para conmemorar el 25 aniversario de la
Capellanía Católica Congoleña en Roma.
Sin embargo, los obstáculos no han sido pocos, especialmente por
los ataques de los llamados «tradicionalistas» o «ultraconservadores» que se
consideran «la verdadera iglesia» y no aceptan las ultimas
disposiciones sobre la misa en latín (Tradicionalis
Custodes) y contrarios al camino del Concilio, en general.
«Dudar del Concilio es dudar de las propias intenciones de los
Padres, que ejercieron solemnemente su poder colegial cum Petro et sub Petro en
el concilio ecuménico, y, en definitiva, dudar del propio Espíritu Santo que
guía a la Iglesia».
Carta del Papa
a los obispos del mundo para presentar el Motu Proprio: «TRADITIONIS CUSTODES».
Francisco no cierra la puerta al diálogo, pero dentro de los
parámetros conciliares, de otra manera considera a quienes critican el
Vaticano II o no lo siguen como personas que están fuera de la Iglesia. Y
exhorta a los obispos y demás autoridades eclesiales a no hacer «concesiones a
quienes pretendan presentar una catequesis que no esté de acuerdo con el
magisterio de la Iglesia».
«El Concilio es el Magisterio de la Iglesia… A mí me hace pensar
tanto en un grupo de obispos que después del Vaticano I se fueron, un grupo de
laicos, grupos allí, para continuar la «verdadera doctrina» que no era la del
Vaticano I. «Nosotros somos los verdaderos católicos»… Hoy ordenan mujeres. La
actitud más estricta de custodiar la fe sin el Magisterio de la Iglesia, te
lleva a la ruina».
Sinodalidad y servicio
Juan XXIII llamó el concilio un «nuevo Pentecostés». De ahí que,
desde Pablo VI, Juan Pablo II (Novo millennio ineunte, 6 de
enero de 2001, 57) hasta Francisco, los papas hayan manifestado, cada uno a su
manera, la consigna de llevar adelante su misión como servicio y
aplicación del Vaticano II.
Es poner a Cristo en el centro y la fe que obra por medio del amor
más allá de la sola ley o la doctrina. «Jesús nos enseña el servicio, como
camino del cristiano». De hecho, «el cristiano existe para servir, no para ser
servido». Y es una regla que vale «toda la vida». Y para la Iglesia.
[26.04.2018]
Al respecto, el Sínodo de 1985 (Vigésimo aniversario de la
conclusión del concilio Vaticano II) y los últimos sobre los Jóvenes (2018), la
Familia (2015), la Asamblea especial dedicada a la Amazonia y, el que está en
camino sobre la Sinodalidad (2021-2023) confirman la convicción de que el
Concilio Vaticano II continúa siendo la «Carta Magna» de la Iglesia para
ponerse al servicio de los hombres y mujeres de estos tiempos.
Precisamente, «la finalidad del Sínodo era y sigue siendo la de
prolongar, en la vida y en la misión de la Iglesia, el estilo del Concilio
Vaticano II, así como la de fomentar en el Pueblo de Dios la apropiación viva
de sus enseñanzas», se lee en un mensaje reciente de la Secretaría General del
Sínodo con motivo del aniversario de la apertura del Concilio.
Ary Waldir Ramos Díaz
Fuente: Aleteia