Una diócesis en España compartió la historia vocacional de Mamen Cegarra, una joven que ingresó al convento como religiosa y ahora afirma que es “la mujer más feliz del mundo”.
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María del Carmen (Mamen) Cegarra Fernández. Crédito: Sitio web de la Diócesis de Cartagena |
Cegarra ingresó al convento el 28 de agosto, en la fiesta de San
Agustín, un santo con el que se identifica, porque dijo que era “muy rebelde”
pese a que tuvo todo lo que necesitaba en su vida.
“Siempre he conseguido lo que he querido: coches, novios, dinero,
trabajo, viajes y muchas más cosas, pero cuanto más tenía más vacía me sentía y
ahora que todo lo he dejado soy la mujer más feliz, afortunada y privilegiada
del mundo. Lo dejé todo por TODO”, dijo.
Cegarra relató que nació en el seno de una familia católica
numerosa de Cartagena, como la segunda de 14 hermanos, y que todos pertenecen
al Camino Neocatecumenal. “Hace diecisiete años fuimos enviados como familia en
misión por el Papa Benedicto XVI”, precisó.
Dijo que siempre lo tuvo todo, que estudió enfermería y que
siempre le gustó “tenerlo todo planeado y controlado”, pero que “el Señor me
conquistó en un momento inesperado”.
Relató que su hermana menor y otras dos amigas la invitaron a un
encuentro de mujeres en el convento al que ahora ha ingresado, y que, al
llegar, le impactó ver “la felicidad de las hermanas, y cómo nos cuidaban y
servían sin quejarse y sin perder la sonrisa”.
“En ese encuentro, Dios empezó a cambiar mi vida sin darme ni
cuenta”, recordó.
Dijo que sintió “una tranquilidad y una alegría esos días”, así
que decidió volver a otros dos encuentros en noviembre y diciembre.
“Cada vez que las veía y que pisaba el convento sentía una alegría
inexplicable”, pero “aun así, seguía sin plantearme la vocación”, señaló.
La joven relató que en diciembre se dedicó a trabajar, “viajar
todos los meses a un país distinto” y ayudar a su mamá en casa. Además, dijo
que salía con un joven con quien quería casarse y “formar una familia grande y
cristiana”.
“Nunca me planteé una vocación que no fuera el matrimonio”, dijo.
Sin embargo, el 4 de mayo de 2022 la joven viajó a Murcia para
renovar su pasaporte, y las religiosas la invitaron a ir al convento a ver a su
amiga, que también discernía su vocación.
Recordó que su amiga “acababa de salir de su experiencia y la vi
tan feliz, tan tranquila y tan enamorada que de pronto pensé: ¿Qué ha
encontrado esta chica allí dentro, que su vida ha podido cambiar de esta
manera?”.
La joven dijo que las palabras de su amiga la marcaron: “Mamen,
porque te quiero, quiero que seas tan feliz como yo lo soy y que te sientas tan
amada como yo me siento”.
María del Carmen aseguró que antes “buscaba la felicidad en muchas
otras cosas: en mi comunidad, en el dinero, viajando, en los afectos”,
olvidándose “un poco de Dios”, así que aceptó pasar unos días con las
religiosas para “reconstruir mi relación con el Señor”.
“A la semana llegué y Él todo lo cambió. Le pude poner nombre a lo
que mi corazón tanto ansiaba, me di cuenta de que el Señor ya me llamó antes y
no quise responder por miedo. Hoy me pregunto: ¿A qué tenía miedo, a ser
feliz?”, recordó.
Fue así que Cegarra pidió iniciar la experiencia vocacional de un
mes para decidir ingresar al convento, aunque estaba segura de su vocación.
Dijo que al segundo día les dijo a las monjas: “Tengo la certeza de que Dios me
quiere aquí y me quiere así”.
La joven dijo que durante ese tiempo sintió “una paz que no había
sentido jamás” y que volvió “a recuperar esa felicidad que hace mucho tiempo
perdí”.
“Dios me conquistó en el momento que no planeé, en el momento que
yo no llevaba el mando y no controlaba mi vida. Me conquistó en el momento que
me rendí bajo sus pies, abrí la puerta de mi corazón y dije: ‘Señor, ocúpate tú
de todo’”, recordó.
La joven dijo que su ingreso al convento “fue el día más bonito y
más importante de mi vida”. “El Señor me regaló una paz y una fuerza que no
venía de mí y pude disfrutar como nunca”, añadió.
“Di el paso más importante de mi vida y no me arrepiento en absoluto.
Pude gustar de nuevo ese amor tan grande y recuerdo pensar: ‘Señor qué grande
eres y qué bien hecha esta mi historia. ¡Qué regalo ser elegida!’”, aseguró.
La joven recordó que para muchos, incluso en su familia, “fue
impactante” verla con su hábito y que le decían: “Solo tienes 22 años, ¿cómo
vas a encerrarte en un convento?”.
A eso, ella ahora responde: “Mi libertad está aquí dentro. El
Señor nos quiere felices y yo aquí soy feliz”.
A los jóvenes que están buscando su vocación, Mamen les dice: “No
tengáis miedo de arriesgar siempre y cuando sea por y para el Señor. Él nunca
nos abandonará y cuando no lo veamos, estemos cansados o dudemos de Él,
acordémonos siempre que no está a nuestro lado porque nos lleva cómodamente
sobre sus hombros”.
“No tengáis miedo de ser felices y recordemos siempre que lo que
no se conoce no se puede amar y que la meta solo hay una y es ser santos”,
concluyó.