A merced de nuestros excesos consumistas, la hermana madre tierra gime y nos suplica que detengamos nuestro abuso y su destrucción
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Al final de la Audiencia General de este miércoles 31 de agosto,
el Santo Padre recordó la celebración de la Jornada Mundial de Oración por el
Cuidado de la Creación, que tiene lugar el 1º de septiembre, y exhortó, una vez
más, a responder al clamor de la Madre Tierra.
"Escuchar la voz de la creación": ese es el tema del
Tiempo de la Creación, que comienza este jueves 1º de septiembre, con la
Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, y finaliza el 4 de
octubre, con la fiesta de San Francisco de Asís. Lo recuerda el Pontífice al
final de la Audiencia General de este miércoles 31 de agosto en el Aula Pablo
VI.
El Obispo de Roma augura que este lema "fomente en todos el
compromiso concreto de cuidar nuestra casa común". Remarcó que "a
merced de nuestros excesos consumistas, la hermana madre tierra gime y nos
suplica que detengamos nuestro abuso y su destrucción".
Al mismo tiempo, comparte su deseo de que las cumbres de la ONU
COP27 y COP15 "unan a la familia humana para abordar con decisión la doble
crisis del clima y la pérdida de la biodiversidad".
El "dulce canto" y el "amargo grito" de la
Creación
En
su mensaje para la Jornada de este año, inspirándose en el lema, el Sucesor
de Pedro considera que, si aprendemos a escuchar la voz de la creación,
"notamos una especie de disonancia": "Por un lado, es un dulce
canto que alaba a nuestro amado Creador; por otro, es un amargo grito que se
queja de nuestro maltrato humano", escribe.
Es un coro de clamores amargos, puntualiza el Santo Padre: de la Madre Tierra, de los más pobres, entre otros. Sobre ellos, enfatiza que "expuestos a la crisis climática, los pobres son los que más sufren el impacto de las sequías, las inundaciones, los huracanes y las olas de calor, que siguen siendo cada vez más intensos y frecuentes". "Además, gritan nuestros hermanos y hermanas de los pueblos nativos.
Debido a los
intereses económicos depredadores, sus territorios ancestrales están siendo
invadidos y devastados por todas partes, lanzando «un clamor que grita al
cielo» (Exhort. ap. postsin. Querida
Amazonia, 9)", subraya Francisco. "También nuestros hijos gritan.
Amenazados por un egoísmo miope, los adolescentes exigen con ansiedad que los
adultos hagamos todo lo posible para evitar o al menos limitar el colapso de
los ecosistemas de nuestro planeta", añade.
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
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