Una respuesta eficaz a la pregunta sobre qué hacer ante los difíciles momentos que estamos viviendo en el mundo
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Dominio público |
El
sagrario es el recinto en la Iglesia destinado para la reserva de la
Eucaristía. Es
como una casita con llave y una lamparita roja al lado que te indica que allí
está Jesús.
El sacerdote guarda en el
sagrario las hostias consagradas que no fueron
consumidas durante la misa. Los católicos pueden y deben acercarse a los
sagrarios sabiendo que en ellos habita el prisionero de amor, el amigo de
amigos, el Rey de Reyes, Jesús Sacramentado.
Una limosna de cariño
Siempre
me han impresionado las palabras de un obispo que solía pedir de limosna, no
dinero, ni ropa para los pobres, ni comida. Él pedía gestos de amor para Jesús
en los sagrarios abandonados.
“Permitidme que, yo que
invoco muchas veces la solicitud de vuestra caridad en favor de los niños
pobres y de todos los pobres abandonados, invoque hoy vuestra atención y
vuestra cooperación en favor del más abandonado de todos los
pobres: el Santísimo Sacramento. Os pido una limosna de cariño
para Jesucristo Sacramentado…” (San Manuel Gonzáles)
Por
favor no dejes solo a Jesús, anda a verlo. Es un prisionero de Amor, en espera
de nuestro afecto y compañía.
Recupera fuerzas y esperanza
Creo que te lo he
comentado en alguna ocasión. A menudo me escriben lectores de estos escritos en Aleteia y
algunos que han leído mis libros.
Me preguntan qué hacer
para recuperar sus fuerzas y esperanza, para vivir felices, con paz interior
(qué valiosa es la paz, te percatas cuando la pierdes…).
Muchas
veces no tengo la respuesta a sus inquietudes, pero sí sé quién las tiene. Por ello, a todos
recomiendo lo mismo, una y otra vez: “Ve al sagrario y cuéntale todo a Jesús”.
Un amigo que vive en Canadá me preguntó qué hacer ante los
difíciles momentos que estamos viviendo en el mundo. Le recomendé lo que
a todos recomiendo: “Ve
al sagrario y habla con Jesús. Cuéntale todo.”
Hoy me envió esta nota. Te
copio sus palabras, porque son edificantes y de pronto te pueden ayudar.
“Claudio,
el martes seguí tu consejo y me fui a hacerle una visita a Jesús Sacramentado.
Me estuve un poco más de una hora, simplemente hablándole. Al salir el mundo
seguía igual, mis problemas y preocupaciones seguían ahí, pero… sentí una paz
indescriptible. Volví a mi casa muy feliz de haberlo hecho”.
Claudio de Castro
Fuente: Aleteia