COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. CÉSAR: «LA OPCIÓN POR CRISTO»

El cristianismo hace tiempo que está inventado. No necesita reinventarse. Se trata simplemente de vivirlo con fidelidad, porque solo así el fuego que ha traído Jesús a la tierra se mantendrá vivo y ardiente.

Dominio público
Optar por Cristo es algo más que llamarse cristiano. Hace tiempo que la sociedad occidental ha dejado de ser radicalmente cristiana. Perviven rastros de una época sociológicamente cristiana, pero es preciso reconocer que la raíz cristiana se ha secado. En este sentido, el cristianismo no se identifica con su práctica. De forma progresiva, nos alejamos del origen, que es la opción consciente y radical por Cristo.

El Evangelio de hoy es una llamada de Cristo a seguirlo con todas sus consecuencias. Como es breve, podemos citarlo entero: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12,49-53). 

Jesús comienza aludiendo a su pasión bajo la figura del fuego y del bautismo en el que deberá sumergirse, es decir, la muerte. Sabe que el camino iniciado en la encarnación se consumará en su muerte y resurrección. Solo si atraviesa por esta cañada oscura, podrá prender el fuego del Espíritu en este mundo.

Este pensamiento da paso a otro más enigmático. Según dice Jesús, no ha venido a traer paz a la tierra, sino división. Y, para explicitar sus palabras, propone ejemplos de división en la vida familiar. Es obvio que tales divisiones se daban ya antes de Cristo. ¿Qué quiere decir Jesús? Al hablar de la división que trae su persona, se refiere a que unos lo acogerán y otros lo rechazarán, como sucedió entre los suyos. Jesús, según el anciano Simeón, es «signo de contradicción» para la gente. Las exigencias que establece su seguimiento atraen a unos y escandalizan a otros, de forma que para unos es salvación lo que es escándalo para otros. «¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí!», dice Lucas 7,23.

Optar por Cristo es asumir esta contradicción que, por ser de Cristo, afecta a todo cristiano. Y esto es lo que no estamos dispuestos a hacer cuando la sociedad ha perdido la estima de lo cristiano, que se manifiesta de muchas maneras: silencio cuando se trata de defender la fe y los valores evangélicos; la «apostasía silenciosa» de tantos cristianos que se alejan de la iglesia; los sacramentos convertidos en meros ritos sociales; la falta de coherencia entre la fe y la vida que, según el Concilio Vaticano II, es uno de los dramas de este tiempo; la carencia de vocaciones al ministerio, a la vida consagrada y al matrimonio.

Algunos consideran que esta decadencia se arreglaría si la Iglesia bajara el nivel de sus exigencias. ¡Qué infelices! Como si la gracia de Cristo —y la opción por él—pudiera ser sustituida por un apaño o una cataplasma. Jesús lo dice claramente: No he venido a traer la paz, sino la división. Y la línea divisoria entre estos dos ámbitos está en aceptar o no la verdad evangélica que nos sitúa frente al conglomerado de sofismas que se han dado en llamar la «postverdad».

Hace poco, La Civilta Cattolica publicaba una entrevista al papa Francisco, en la que, según dice él, advirtió al presidente de la Conferencia episcopal alemana sobre el proceso del camino sinodal alemán con estas palabras: «Hay una muy buena iglesia evangélica en Alemania, no necesitamos dos». El cristianismo hace tiempo que está inventado. No necesita reinventarse. Se trata simplemente de vivirlo con fidelidad, porque solo así el fuego que ha traído Jesús a la tierra se mantendrá vivo y ardiente.

 César Franco

Obispo de Segovia. 

Fuente: Diócesis de Segovia