Las benedictinas de Santa Cecilia son muy conocidas por su canto gregoriano
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La abadía benedictina de Santa Cecilia, en la isla de Wight, sigue recibiendo vocaciones jóvenes |
En el sur de Inglaterra, concretamente en la isla de Wight, un
lugar cercano a la costa pero escasamente habitado, hay una llamativa y viva vida monástica. A las afueras de la
localidad de Ryde y en un bello paraje natural frente al mar se encuentra la abadía de Santa Cecilia, donde vive un nutrido grupo de
monjas benedictinas, muchas de ellas bastante jóvenes, de la congregación de Solesmes.
Estas religiosas de vida contemplativa destacan no sólo por su
número y por la fuerza de unas jóvenes que llega a trascender los muros de la
abadía. Son ya internacionalmente conocidas por su cultivo del canto gregoriano, como explicó a ReL el
prior del Valle de los Caídos, el padre Santiago Cantera, de la misma congregación que estas
monjas de Ryde.
La belleza de
estas voces femeninas que rezan cantando en gregoriano es una
característica propia de la congregación de Solesmes, a la que se une el
especial cuidado de la liturgia y la especial relación con el pontificado
romano.
Sin embargo, ¿qué
tiene de especial esta comunidad de monjas benedictinas de una abadía
creada hace poco más de 70 años para atraer a chicas jóvenes inglesas y de
otros lugares del mundo hacia la vida contemplativa?
“Hay tantas
historias vocacionales diferentes como hermanas en la comunidad. Algunas
se sintieron cerca de Dios desde la infancia; para otras, se convirtió en una
persona real solo después de haber pasado años fuera de la Iglesia, o en ella,
pero sin tener ningún sentimiento especial al respecto. Algunas personas
visitaron el monasterio una vez y eso fue suficiente: fue amor a primera vista
y sintieron que tenían que entrar. Para otras hubo un período de descubrimiento
y de sopesar cuidadosamente los pros y los contras, hasta dar el salto…”,
explican estas benedictinas de la abadía de Santa Cecilia en Ryde.
A tenor de la experiencia que llevan acumulada y apoyadas siempre
en la tradición benedictina, las
monjas de esta abadía ofrecen una buena ayuda a través de su web a toda aquella
chica joven que esté discerniendo una posible vocación, unos puntos que son
aplicables para la vida religiosa en general, y no sólo para esta orden en
concreto.
Esta explicación la dividen en cuatro puntos.
1. Algunas de las
características de la llamada de Jesús
En primer lugar, desde esta abadía recuerdan que la llamada
procede de Jesús y que “el
Señor llama porque ama”. En segundo lugar, la vocación es una llamada
“a una vida de profunda
unión con Cristo”, por lo que las personas que son llamadas a esta vida
“sienten sed en su corazón por algo más”. Y en tercer lugar, destacan que “una vocación es una invitación que
incluye el sacrificio de uno mismo”, dejarlo todo por el Señor. Pero este
sacrificio –añaden- “unido a Cristo produce una gran alegría”.
“Una llamada a la vida religiosa es una invitación a mirar más allá de las cosas de este mundo, en
toda su bondad, en favor de las últimas realidades del cielo. Por el voto de
pobreza, Cristo nos despoja de los bienes para que podamos recibir las riquezas
de la fe, las riquezas de Dios. Por el voto de castidad, Él nos libera para la
devoción incondicional a Cristo como nuestro Esposo. Es un llamado a un mayor
amor y fecundidad espiritual. Por el voto de obediencia, Él conforma totalmente
nuestra voluntad a la Suya. De este modo, anticipamos el cielo donde todos
vivirán, en efecto, como consagrados a Cristo”, destacan estas benedictinas
sobre esta vocación religiosa.
Una vez aclarado este punto, las monjas de Ryde no esconden que en
general esto genera una “lucha en el corazón de los llamados”, una lucha entre
la gracia de Dios, para la cual nada es imposible, y la libertad de cada uno:
“el Señor apela a nuestro libre albedrío y a nuestro amor”.
Pero un aspecto también muy importante, según ellas, es que “una
vocación nunca es para uno solo”. Es algo más, es “una misión, una tarea, una
responsabilidad por los demás”, porque “el Señor necesita ayudantes para la
salvación del mundo”.
2. Algunos signos de una
vocación
Tras un primer punto más general, las benedictinas de la
Congregación de Solesmes iluminan algunos signos que pueden evidenciar una
vocación religiosa, además de los ya citados en el punto anterior.
-Una sensación
de inquietud e insatisfacción: “Una vocación no es una visión o
una aparición; no es un mensaje extraordinario lo que recibimos. Es mucho más
un encuentro íntimo con Cristo en las diferentes circunstancias y situaciones
de la vida. A menudo hay una molestia persistente, un sentimiento que no
desaparece, como si alguien estuviera llamando a la puerta de nuestro corazón o
de nuestra mente, especialmente en los momentos de oración, silencio y
adoración. En esos momentos podemos percibir una voz, una voz sin
palabras, pero muy clara y penetrante. Es posible que estés encontrando
menos satisfacción en tu trabajo o vida social, no porque estén mal, sino
porque sientes que no son suficientes”.
-Dificultades: “A
menudo la gente pregunta si las dificultades pueden ser un signo de
vocación. Sí, los que quieren servir al Señor y a su iglesia tienen
y han tenido siempre dificultades que afrontar, pruebas, tentaciones, etc. El
diablo sabe la inmensa bendición para quien se entrega totalmente al Señor. Por
eso es normal, como dijo el mismo Señor en el Evangelio, que surjan
dificultades y obstáculos, tanto de dentro como de fuera de nosotros mismos:
dudas, miedos, conflictos con los padres, incomprensión de los demás, etc”.
Pero, sin embargo, muestran una ayuda: “para superar tales
dificultades, debemos necesitar confianza, perseverancia, coraje y fe, espíritu
de sacrificio. Sobre todo, necesitamos confiar en la Providencia de
Dios, porque él sabe caminos que no conocemos y nada es imposible para
él; él abre puertas que no se pueden abrir. Es normal, también, experimentar
reticencias o resistencias ocasionales a una vocación genuinamente divina, y
sentir el tirón de las alternativas. La ‘certeza’ de ser llamado no es matemática.
Puede coexistir con momentos de incertidumbre, cuestionamiento, confusión, etc.
Hay, sin embargo, una certeza suficiente para actuar”.
-El deseo de
ser una persona consagrada. “A menudo este deseo va acompañado de un
sentimiento de alegría ante la posibilidad de convertirse en hermana para hacer
la obra del Señor. No siempre es posible explicar este deseo: simplemente
parece lo correcto, el camino adecuado, la idea sigue regresando, incluso si te
da miedo o te hace pensar que sería imposible”.
3. Unas ayudas para el
discernimiento
-Oración y
Adoración: la oración acerca al Señor y abre a su voz, recuerdan las
religiosas.
-Los sacramentos
de la Eucaristía y la Reconciliación. La confesión libra del pecado y las
debilidades, lo que para este discernimiento puede ser de gran ayuda para
despejar dudas, miedos y sombras sobre cuestiones esenciales sobre el sentido y
el propósito de la vida en la tierra. Por su parte, la Eucaristía profundiza
constantemente en la relación con Cristo, lo que atrae su gracia y su fuerza.
-Sencillez y
humildad. Las benedictinas de la abadía de Santa Cecilia insisten: “no
podemos esperar que el Señor nos dé un plano de nuestra vida por adelantado.
Nos muestra su plan paso a paso. Y solo podemos ver un poco más adelante. Pero
ser fieles a la luz que tenemos nos traerá más luz. Cuando cumplimos con
nuestro deber cada día, el Señor nos mostrará nuestro deber mañana, pasado
mañana, la próxima semana, el próximo mes, el próximo año. Ser
fieles en las cosas pequeñas nos ayudará a ver nuestro camino en el futuro”.
-Compartir la vida de una comunidad. Las
comunidades religiosas ofrecen la posibilidad de compartir sus vidas y de
poder conocerlas, mediante experiencias de unos días con la comunidad. “Tales
experiencias pueden sacar una vocación de lo abstracto y hacerla concreta, y
son de gran ayuda para comprender el sentido de la vida consagrada. También
puede ayudarte a llegar a una mejor comprensión de ti mismo”, explican estas
religiosas.
4. Algunos requisitos básicos
para la vida religiosa
Pero a la vez que muestran algunas ayudas para saber si alguien es
llamado a la vida religiosa, estas monjas también recuerdan algunos requisitos
a la hora de plantearse entregar la vida.
-Un amor por Jesús
y su Iglesia. “La vida consagrada es una vida con Jesús al servicio de la
Iglesia. Más que obreros, el Señor necesita amantes, testigos de su verdad,
belleza y bondad, padres y madres espirituales y no sólo maestros, pastores y
guías”, afirman las benedictinas.
-Voluntad de formarse, de aprender de los demás. La
preparación a la vida religiosa según los votos, como la preparación al
sacerdocio, es un camino de conversión y de crecimiento en la fe. Es una forma
de desarrollar todo el potencial de la persona humana. Cada persona es única, y
la formación implica un profundo respeto y amor por la vocación de cada uno y
por las gracias que obran en cada uno. San Benito en la Regla es muy sensible a
este hecho de que diferentes temperamentos o circunstancias requieren
diferentes respuestas a la gracia.
En este sentido, recalcan que “el Señor le ha dado a cada persona
tantos talentos y características, pero estos no se desarrollan automáticamente. Es importante ver la formación,
sobre todo, como una obra divina, un proceso sobrenatural. La meta de
toda formación es una transformación gradual a la semejanza de Cristo, por la
acción del Espíritu ayudado por la solicitud maternal de Nuestra Señora, Madre
de Jesús y de la Iglesia, y nuestro modelo en el seguimiento de Cristo”.
-Salud física
y mental básica. Según reconocen las propias monjas, las condiciones médicas
serias dificultarían que alguien viva y trabaje como una persona consagrada. La
vocación a la vida religiosa supone, pues, no sólo una inclinación o deseo
sobrenatural para abrazarla, sino una aptitud para sus funciones. Dios no puede
actuar de manera inconsistente. En otras palabras, junto con un deseo, tiene que
haber una capacidad interna y externa, es decir, la capacidad física,
psicológica y moral para vivir una determinada forma de vida, y las
circunstancias externas que lo permitan: edad adecuada, libertad del vínculo
matrimonial y otras grandes responsabilidades, incluida la ausencia de deudas.
Javier Lozano
Fuente: ReL