Daniel López tiene 31 años y lo van a ordenar sacerdote en la diócesis de Los Ángeles.
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P. Daniel López. Dominio público |
Su historia es la de una persona que ya desde joven se planteó las grandes preguntas sobre el sentido de la vida. Y eso, y la oración, lo llevaron a Dios.
La
familia López era cariñosa y un ajetreada. Él era el más pequeño de 6 hermanos y hermanas. Pero la religión
no tenía espacio en la familia. Él no estaba bautizado, no pensaba en Dios
y no sabía apenas nada de la iglesia.
Pérdidas dolorosas, reflexionar sobre la
vida
Pero
en la adolescencia, vivió dos pérdidas que le sacudieron a nivel personal y
vivencial. Por un lado, dos
compañeros de clase murieron de forma repentina. Y despertó una
pregunta en él: "¿Cuál es
el sentido de vivir, qué hacemos aquí, adónde voy?"
Poco
después, diagnosticaron un
cáncer terminal a su padre. Fue rápido, murió unos meses después. La
última vez que hablaron, poco antes de morir, el padre dio a Daniel su rosario.
Daniel
se volcó en su búsqueda de sentido. "Recuerdo volver a casa de practicar
fútbol americano, y ver el
rosario en mi mesa. Encontraba mucho consuelo en eso", explica.
"Encontré un libro sobre oración, aprendí a rezar el rosario y aprendí cosas sobre la
fe".
Lo
que hizo durante sus dos siguientes años no fue nada común, y menos para
alguien sin bautizar. Durante dos
años rezó los misterios dolorosos del rosario, cada día.
Por
un lado, le consolaba. Pero no le daba realmente paz. Había mucha ira y rabia
en su interior, y confusión. "Me frustraba con Dios, y a veces quería
romper el rosario".
Solo a la primera misa, sin saber qué
hacer
En
su último año de instituto, por primera vez se sintió llamado a ir a misa. Cuando entró en la capilla, se sintió
raro, no sabía lo que había que hacer ni qué oraciones había que
decir. Sintió un impulso natural de irse, pero algo en su interior le hizo
quedarse. "Sabía que no podía recibir la Comunión, así que simplemente me sentaba
atrás".
Unos
amigos del instituto le acompañaron a conocer las actividades de su grupo
católico de jóvenes. Le
hablaban de la confirmación. ¿Qué es eso?, preguntó. Descubrieron que estaba
sin bautizar. Hoy da gracias al padre Ricky Ribera, que le dijo:
"Ven cada miércoles por la tarde y te daré catequesis". "Yo lo que quería es
comulgar", recuerda Daniel. Y en 2010 se bautizó, lleno de gozo y
plenitud.
La vocación: insistencia y reticencia
Sin
embargo, sentía que algo le seguía faltando. Un día, sentado en la iglesia, le preguntó a Dios: "¿Qué quieres
que haga?"
"Cerré
los ojos y m vi celebrando misa. Y me dije: 'ni hablar, no puede ser esto'.
Dije: 'Dios, si esto es lo
que quieres, muéstramelo de nuevo'. Cerré los ojos y me vi escuchando la
confesión de alguien. Abrí los ojos y dije: 'No, sé que no puedes querer
eso para mí'".
Resistente
a la idea del sacerdocio, pidió a Dios que actuara a través de otras personas.
Y al poco tiempo, se le acercó
una señora en la misa de mediodía espetándole de golpe: "Tú vas a ser
sacerdote". Y después un sacerdote le planteó: "¿Has
considerado si tienes vocación sacerdotal?" Además, su consejero en el
curso de catequesis católica para adultos le dijo que siempre pensó que Daniel
sería sacerdote.
Al
final, dice, se rindió, porque "era como el gallo que cantó tres veces", comenta
entre risas.
Como
cristiano, espera "seguir amando como Dios ama", luchando con las
dificultades que eso implique. Como sacerdote, quiere compartir con otras personas la misma "intimidad con
el Señor" que él ha experimentado desde su conversión.
“Dios
te llama a ser santo, y lo dice en serio. Quiere que alcances la santidad, y
eso empieza en el ahora", es lo que ya siente y ya predica.
P. J. G.
Fuente: ReL