El pasado 15 de mayo clausuramos la etapa diocesana del Sínodo de Obispos convocado por el Papa para el año 2023 sobre el tema «Por una iglesia sinodal: comunión, participación y misión».
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| Dominio público |
En el informe se ha insistido mucho en que todos formamos la Iglesia de Cristo y en ella todos tenemos nuestra voz y nuestro compromiso personal. La consulta realizada ha servido para sentirnos libres a la hora de expresar cómo es nuestra adhesión a la iglesia y cuál es nuestra participación real en ella.
Los laicos piden mayor
participación en las decisiones de la Iglesia. No sólo ser escuchados, sino
atendidos en aquello que legítimamente piden. De los sacerdotes, piden
cercanía, acompañamiento, tiempo de escucha.
Hay una estima por el
culto, especialmente, la Eucaristía, aunque echan de menos mayor preparación de
las homilías, más adaptadas a la situación actual de la sociedad. Desean que
las celebraciones sean más vivas, exentas de rutina y pasividad. Reconocen
también los laicos que necesitan más espiritualidad y formación para poder
asumir tareas en la Iglesia. No se trata de «clericalizar» a los laicos, sino
de ayudarles a vivir su vocación laical en una sociedad muy secularizada, que
necesita el testimonio vivo de los creyentes. Para ello, reconocen que la
formación es imprescindible.
Muchas de las
propuestas son ya una realidad en la Diócesis de Segovia, aunque no en todos
los ámbitos y parroquias: consejos pastorales y económicos, participación en
decisiones diocesanas (como el Plan Diocesano de Pastoral), vitalización de los
arciprestazgos, escuela de teología para laicos y un largo etcétera que no
todos conocen. Otras propuestas son perfectamente asumibles, en la medida en
que todos vivamos la sinodalidad.
También hay sombras en
las aportaciones. Bien por el silencio de temas fundamentales como el de la
vida moral de los cristianos, que implica la conversión personal y comunitaria
y, por consecuencia, la práctica del Sacramento de la Reconciliación; bien por
una comprensión errónea de la llamada adaptación de la Iglesia a la sociedad,
que parte del supuesto de que los criterios socializados como válidos deben ser
asumidos por la iglesia: ideología de género, abolición del celibato,
sacerdocio femenino, concepto de familia, matrimonio entre personas del mismo
sexo, aborto, etc.
Es obvio que la
Iglesia debe adaptarse a los tiempos modernos, pero ¿de qué adaptación se
trata? ¿qué se entiende por modernidad? ¿Acaso el modo de vivir la sociedad
actual es criterio de discernimiento para la adaptación que la Iglesia necesita?
Esto significaría la renuncia al Evangelio, único criterio válido para
cualquier reforma en la Iglesia. Pentecostés supuso la irrupción del Espíritu
que cambió los esquemas de la cultura grecorromana y judía. E
l Sínodo, como dice el
Papa Francisco, conlleva la apertura al Espíritu de Pentecostés que se
actualiza en cada momento de la historia para conducir a la humanidad hacia su
plenitud. Hay que escuchar a la sociedad, ciertamente, pero no para seguir
gregariamente sus criterios ni sus postulados, sino para descubrir en ella la
llamada que el Espíritu nos hace para inculturar el Evangelio, sin perder su
perenne novedad como han hecho los grandes santos reformadores de la Iglesia.
Solo así el sínodo podrá ser una poderosa luz que nos guíe en el camino de la
evangelización que necesita nuestra sociedad tan carente de referencias
trascendentes, espirituales y morales.
César Franco
Obispo de Segovia.
Fuente: Diócesis de Segovia
