El subsecretario del Sínodo de los Obispos impartió una conferencia sobre el proceso sinodal en la Universidad San Dámaso
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Foto: Universidad San Dámaso |
¿En qué momento estamos del proceso
sinodal?
Estamos viviendo un momento de reforma profunda en la Iglesia. Es un momento de
vitalidad y entusiasmo que nos debe llevar a un gran impulso para la
evangelización, a superar el pesimismo, la resignación, una Iglesia en la
trinchera. Esta reforma nos lleva a una vivencia profunda de la fe y a
transmitir el entusiasmo de Cristo.
Habla de entusiasmo, pero usted mismo
decía en una conferencia que muchas personas ven la fe como un peso.
Esto me entristece. Si es un peso, entonces hay que librarse de él. Pero el
encuentro con Cristo da la posibilidad de ser feliz. Esto es lo que debemos
transmitir. Más que conceptos, mandatos o ideas, hay que transmitir vida, a
Jesucristo.
¿Qué balance hace del recorrido hasta
ahora?
Es diferente en función del lugar, aunque no me preocupa mucho. Lo que hay que
hacer es ponerse en camino, iniciar el proceso y dejar que el Espíritu nos
guíe, nos entusiasme. Pienso en Pentecostés. Era un grupo pequeño e incendiaron
el mundo. ¿Por qué no podemos hacer nosotros lo mismo? Este proceso nos debe
impulsar a la evangelización, a superar el clericalismo, pues todos los
cristianos estamos llamados al testimonio y a la evangelización, no solo los
grupos élite. Es el momento de recuperar nuestra responsabilidad como
cristianos. Con todo, el balance es positivo. Se están despertando rescoldos
dormidos y estamos viendo el entusiasmo de los laicos.
Ha estado muy presente en España. ¿Cómo ve
aquí la participación?
Estoy muy en contacto con el equipo de la Conferencia Episcopal Española, que
es dinámico, creativo y valiente. España está trabajando bien. Hay una cosa
curiosa, aunque no solo sucede en España: la parroquia o la diócesis funciona
si lo hacen el párroco o el obispo. Todavía depende mucho del pastor. Pero en
España se está trabajando bien, hay muchos signos de esperanza.
El 70 % de los participantes en el proceso
en nuestro país son mujeres.
Esto muestra la importancia del papel de la mujer en la Iglesia. La mayoría de
los participantes son laicos y, de ellos, la mayor parte son mujeres. Estos
datos nos ayudan a ver lo que tenemos que mejorar, cambiar y potenciar.
Solo el 10 % son jóvenes y el 5 %
adolescentes.
Hay un reto en los jóvenes y en los adolescentes. ¿Los hemos perdido? ¿Hablamos
su lenguaje? A veces pensamos que la sinodalidad es para los grupos
comprometidos de la parroquia, pero la sinodalidad es para toda la Iglesia. No
hay que resignarse a que grandes grupos estén abandonados. Hay que
entusiasmarlos, engancharlos. Y esto se hace desde la coherencia. No bajemos el
listón con los jóvenes. A un joven no se le entusiasma echando agua al vino,
sino con propuestas fuertes y auténticas. Tenemos que escucharlos, no
presentarnos como doctores que lo saben todo. También tenemos un problema con
el lenguaje, con la comunicación, porque nuestro mensaje no está llegando.
¿Cómo se está trabajando con los alejados
y los que no creen?
Está siendo un reto general. Nos cuesta mucho acercarnos a los alejados, no
sabemos cómo hacerlo. Y esto me cuestiona, porque a Jesús no le costaba. Nadie
debe sentirse excluido de la Iglesia, tampoco los que no tienen interés por la
religión. La Iglesia no excluye a nadie. Debemos canalizar formas y modos de
inclusión. Muchas diócesis han tenido la posibilidad de escuchar a los alejados
y está dando frutos.
Usted sostiene que la sinodalidad es la
respuesta de Dios a la situación actual. ¿También para la guerra?
Hay una realidad que llama a nuestra puerta y no podemos limitarnos a
contemplarla en la televisión o a leerla en los periódicos. Los cristianos
somos Cristo en medio del mundo. Los que están sufriendo la guerra son nuestros
hermanos y tenemos que hacer algo. A dos niveles. En primer lugar, ayudar a
paliar las carencias de estas personas. Y, luego, denunciar la injusticia, la
guerra. No podemos ser neutrales.
¿Qué tiene que ver el proceso con la
reforma de la Curia?
Este proceso de revitalización eclesial se ha de ir concretando en distintos
aspectos en el modo de llevar una parroquia o de organizar una diócesis. Lo
mismo sucede con la Curia, que debe tener un sentido pastoral, evangelizador y
sinodal. Es un ejemplo del Papa.
Fran Otero
Fuente: Alfa y Omega