La Virgen es madre y mujer, es el modelo de todos los cristianos y la mujer debe reconocerse en ella
Virgen de Fátima. Foto: David Ramos/ ACI Prensa |
San Juan Pablo II describió en una ocasión a la Virgen María como
“la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, a cuya protección amorosa Dios mismo
ha querido confiarnos, a través de su Sí obediente, la suerte de la humanidad
entera”.
Hoy celebramos el Día Internacional de la Mujer, y por ello ACI
Prensa conversó con la hermana Vittorina Marini, profesora de Mariología en
Roma y miembro de la Congregación Hermanas de la Santísima Madre de los
Dolores, acerca de la
mujer más importante de la historia: la Virgen María.
La hermana Vittorina hizo los votos perpetuos en 1990, y desde
entonces ha impartido clases en el ámbito teológico. Estudió en la Universidad
Lateranense de Roma y es licenciada en Cristología y doctorada en Teología
Dogmática.
También ha sido profesora en el Instituto Pontificio Juan Pablo II
sobre el Matrimonio y la Familia y directora de la Sección Italiana del
Instituto Pontificio Regina Mundi, vinculado a la Pontificia Universidad
Gregoriana de Roma.
La Virgen María, ejemplo para
la humanidad
“María nos enseña cómo es y cómo será la mujer”, así comienza la
hermana Vittorina al hablar de la Virgen María, “la Madre del Señor y de la
Iglesia que recibe el nombre de Segunda Eva”.
“La Virgen María en las escrituras y en el Evangelio se nos
presenta como Madre del Señor, pero también como mujer. La feminidad,
virginidad y maternidad de la Virgen son los tres aspectos indispensables de
María que sirven de ejemplo
para todas las mujeres de la humanidad”, continuó.
“La Virgen es madre y mujer, es el modelo de todos los cristianos y la mujer
debe reconocerse en ella. Como dijo Juan Pablo II: ‘María es una presencia
dentro de la Iglesia’, y debemos encontrarla igual que encontramos a Cristo”,
señaló la hermana.
La libertad de la Virgen
A continuación, la hermana Vittorina habló de la importancia del
fiat y del concepto de libertad en relación con la mujer: “Hablamos del Sí de
María, de su obediencia y de un Sí que no fue obligado. La mujer es
interpelada. El Señor le dio un deber que no fue impuesto, se le concedió una libertad de
elección y ella aceptó”.
“Esto era impensable en una sociedad como aquella, donde la mujer
no tenía palabra, no podía dar testimonio, estaba marginada. A través de esta
libertad, Dios nos enseña que el hombre y la mujer tienen la misma dignidad, y
lo hace a través de la libertad que concede a la Virgen María”.
“Esta misma libertad la podemos vivir hoy en día con un sí al
matrimonio o con un sí a la vida consagrada y eso lo aprendemos del Sí de
María. En definitiva, un sí a vivir nuestra vida con Dios, hecho siempre desde
la libertad”, explicó.
Mujer como vocación y
deber
También señaló que “ser mujer es una vocación y un don que implica
un deber, algo que hoy en día hemos olvidado”.
“Ser mujer es estar llamada a la creación y el significado más
grande de ser mujer nos lo muestra María. Ser mujer en relación con Dios, con
el Verbo Encarnado y también en relación con el hombre, algo que nos demuestra
en su matrimonio con San José, donde el misterio del matrimonio viene enseñado en su integridad”,
subrayó.
“En la sociedad contemporánea ser virgen no está considerado como
un valor. En la virginidad de María se encuentra la plenitud de lo que
significa ser mujer. La Virgen María es una mujer completa y también debemos
como mujeres fijarnos en este aspecto, en su dignidad”, dijo a
continuación.
“La virginidad es
un símbolo muy potente y no es algo esteril sino que tiene
un gran valor. Es un signo para todos. La mujer está llamada a vivir la
virginidad como un don, no es solamente la ausencia de una relación privada
sino una dimensión a la que tanto el hombre como la mujer están llamados. Es
una apertura a la Comunión con Dios. María es un ejemplo de conyugalidad y
junto a José nos muestran la alianza con Dios”, sentenció.
Elegir a Dios todos los
días
La profesora de Mariología también habló acerca de uno de los
dogmas marianos, la Inmaculada Concepción de la Virgen María: “María nació sin
pecado original y esto es un don que le concedió Dios para preparle para recibir
al Verbo Encarnado. Esto desde un punto de vista antropológico nos dice cómo
debe ser el hombre, siempre en Comunión con Dios”.
“Sin embargo, María
tuvo que elegir y a pesar de haber nacido sin el pecado, cada día tuvo que
elegir a Dios, e igual que ella, nosotras también debemos
hacerlo”, puntualizó.
La feminidad y el don de ser
mujer
Asimismo, explicó que la Virgen María nos enseña que ella es la
mujer, y José el hombre, “algo que la ideología de género y el feminismo
radical intentan negar y nos llevan a la degradación del ser humano. María es mujer y no solo se trata de
un símbolo. La diferencia sexual entre ambos viene
propuesta”.
“Podemos decir que muchas mujeres se han olvidado en los últimos
años de sí mismas, y debemos mirar a María para poder comprender el don que
significa ser mujer. El feminismo radical y otras acciones ideológicas han
confundido la identidad de la mujer. Como ocurrió con la revolución sexual de
los años 60 y en la ideología imperante que intenta contraponer lo masculino y
lo femenino”, lamentó.
El amor por encima de
todo
“Con el dogma de la Asunción, María se ha realizado en la
totalidad de su espíritu y de su cuerpo. María es la primera que participa con
el cuerpo en la Resurrección de Cristo y en la salvación. María se convierte en
la Madre del universo, en la Reina no sólo del mundo sino del universo. Debemos
entender el misterio de cómo una niña de Nazaret se convierte en el símbolo y
modelo de la mujer”, señaló a continuación.
También explicó que “gracias a ella podemos reconocer la
importancia de la mujer. Si la mujer reconoce su misión, habrá esperanza. Una
mujer no declara la guerra, no está en su ADN. Desgraciadamente, muchas mujeres
que intentan imitar al hombre han olvidado esto, se han hecho con deberes que
no son propios, que no están en su vocación”.
Por último, aseguró que “la mujer tiene la capacidad de hacer
renacer la dignidad en otra persona, de regenerar al prójimo. Tenemos el don de
ayudar a aquellos que nadie mira, de hacer sentir el amor de Dios en aquellas
personas que lo han perdido”.
“Si
escuchamos nuestra maternidad espiritual, podemos cambiar el mundo,
viviendo el privilegio de ser mujer podemos cambiar el mundo con la compasión,
igual que lo hizo María. Nuestra vocación en la humanidad es muy importante”,
concluyó.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI Prensa