Mons. Lazzaro, en las V Jornadas de Pastoral para Sacerdotes, refuerza la importancia de la dirección espiritual para no afrontar las crisis solos
Mons. Lazzaro You Heung-Sik, Prefecto de la Congregación para el Clero |
El
primer día, abrió la jornada el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Antonio Mª Rouco Varela, con el título:
"La teología en la Europa del siglo XXI".
Prefecto de la Congregación para el
Clero
El
acto contó con Mons. Lazzaro You Heung-Sik, prefecto
de la Congregación para el Clero con la conferencia "La formación al
ministerio presbiteral en el cambio de época".
El Obispo
emérito de Daejeon, haciendo referencia al Papa Francisco, recordó qué el don
de la vocación al presbiterado "es depositado,
ante todo, por Dios en el corazón de algunos hombres y compromete a la Iglesia
a proponer un camino para ayudarles a ser sacerdotes según el Corazón de
Cristo".
Subrayó
así mismo que en la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, documento
publicado en 2016, está la síntesis para la formación de los
futuros sacerdotes. Un documento que reúne los magisterios
de san Juan Pablo II y su Exhortación apostólica post-sinodal Pastores
dabo vobis (25 de marzo de 1992), y Benedicto XVI, autor de la
Carta Apostólica en forma motu proprio Ministrorum institutio (16
de enero de 2013), y Francisco, a partir de cuyo impulso e indicaciones ha
nacido la última Ratio.
Definirse de nuevo
El
prefecto hizo hincapié en que en esta época, "siendo verdad que la
identidad del presbítero no cambia, en su sustancia, pues está enraizada en la
llamada de Cristo, también es verdad que la figura del sacerdote y
su ministerio están llamadas siempre a “definirse de nuevo”, a transformarse y, de
alguna manera, a “convertirse". Por tanto, si la
vocación y la fe que sostienen la opción sacerdotal permanecen fijas en el
tiempo, los modos de ser sacerdote y el ministerio pastoral
cambian y se renuevan continuamente".
En este sentido,
afirmó que la "potencia profética" del Concilio Vaticano II
"no se ha agotado en absoluto".
Entre
los puntos que mencionó Mons. Lazzaro, indicó en primer lugar que
"la formación sacerdotal es, por naturaleza, misionera". "La
misión primera y fundamental que recibimos de los santos Misterios que
celebramos es la de dar testimonio con nuestra vida.
El asombro por el don que Dios nos ha hecho en Cristo infunde en nuestra vida
un dinamismo nuevo, comprometiéndonos a ser testigos de su amor. Nos
convertimos en testigos cuando, por nuestras acciones, palabras y modo de ser,
aparece Otro y se comunica". (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis).
Cuatro aspectos relevantes
El
prefecto enumero cuatro aspectos relevantes para la formación al ministerio
presbiteral en el cambio de época: 1. Los fundamentos de la formación 2.
Formación inicial y formación permanente 3. Dimensiones de la formación 4. Los
agentes de la formación.
En
el primer punto subrayó que la idea de fondo es "la de formar en los
Seminarios discípulos misioneros “enamorados” del Maestro, pastores “con olor a
oveja”, que vivan en medio de los hombres para servirles y llevarles la
misericordia de Dios".
En
el proceso formativo, es importante que el seminarista se conozca y se deje
conocer, relacionándose de modo sincero y transparente con
los formadores. "Por esta razón, los vínculos que se establecen en el
Seminario entre formadores y seminaristas, y entre los mismos seminaristas,
deben recibir su impronta de las relaciones de paternidad y fraternidad",
y habló de la "amistad sacerdotal", como
un tesoro que se debe cultivar entre vosotros".
Maduros y equilibrados
En
el segundo punto, la formación inicial y formación permanente, comprende
distintas etapas (propedéutica, discipular, configuradora y de síntesis
vocacional) un camino para llegar a una "madurez humana-espiritual y una
libertad interior que exige, precisamente como primer paso del camino, un serio
discernimiento espiritual".
El
prefecto subrayó así mismo, que "hoy ha crecido la conciencia de que no se
puede ser sacerdote si no se es, ante todo, un hombre maduro y estructuralmente
equilibrado", que está llamado
a asumir los rasgos de la humanidad de Cristo:
la mansedumbre, la humildad, una capacidad serena de relacionarse con los
demás, un trato acogedor y cordial, la atención a las
necesidades de los otros, la proximidad y la compasión".
Por
tanto, "el desafío de los Seminarios es formar no “el sacerdote de
laboratorio” o el “contable del espíritu”, sino, en cambio, el buen pastor,
atento a la vida de los hermanos, capaz de amor sin límites y de don
gratuito, apasionado por el anuncio del Evangelio y, en
general, compasivo con las personas heridas que
buscan en Dios la luz", señaló.
Por
último, indicó la importancia de la dirección espiritual: "A veces se han
perdido muchas vocaciones porque, cuando han aparecido las crisis –que no
faltan en un camino– han sido afrontadas solos".
M. S.
Fuente: ReligiónConfidencial